miércoles, 28 de enero de 2009

La censura kirchnerista

No hay ningún argumento posible que justifique la censura, menos aún cuando esta proviene por parte de un gobierno. Es que el Estado debe ser justamente el garante de los derechos que pudieran estar en riesgo para la sociedad, no lo contrario.

Cuando un gobierno, cualquiera que fuere, censura a la prensa, está dando un mensaje inequívoco a la sociedad: no se tolerarán críticas a la gestión oficial. Cuando esto sucede, en general -no siempre- es porque se intenta esconder la corrupción cometida por los funcionarios de turno. Este caso no es la excepción.

Desde el año 2003, cuando asumió Néstor Kirchner, los casos de censura a los medios se han multiplicado escandalosamente. Se ha levantado el teléfono oficial, no sólo para pedir que se coartara la libertad de expresión de diversos hombres de prensa, sino para presionar a auspiciantes a efectos de que no pauten publicitariamente en medios independientes, como le ha sucedido al grupo editorial Perfil. Asimismo, se han cooptado docenas de medios y se han fundado otros tantos para alabar la gestión oficial.

Pocas dictaduras y totalitarismos podrían envidiar semejante proceder. El kirchnerismo se disfraza de progresismo y golpea contra la prensa independiente. No hay límites a la hora de hacerlo, se tilda a los hombres de prensa de "golpistas", "desestabilizadores", "delincuentes", etc. La escalada verbal no tiene techo.

No es gratuito el ataque oficial, muchos sectores de la sociedad que sólo tienen acceso a la información sesgada del gobierno acumulan enojos contra lo que creen una realidad demostrada y fermentan broncas contra los que presumen golpistas mediáticos. En países como Venezuela, semejante irresponsabilidad ha llevado a la inevitable polarización de la sociedad respecto a su visión del presidente Hugo Chávez, unos lo aman y otros lo odian. Es que ambos sectores han sido empapados de prejuicios y exageraciones, lo cual los ha llevado a tener posturas irreconciliables. ¿Es eso acaso a lo que aspira llegar el kirchnerismo?

La censura llevada a cabo contra Nelson Castro es la gota que rebalsó el vaso de la tolerancia, es un nuevo peldaño en la escalera de la barbarie kirchnerista, y es la burla más insólita de los últimos años. Ya no se trata de testaferros del poder ni de la creación de medios oficialistas, a la usanza de la dupla Sergio Szpolski-Enrique Albistur, ahora se utiliza a Electroingeniería -una empresa perteneciente a socios del poder salpicados por la corrupción de las coimas de Skanska- a efectos de hacer el trabajo sucio contra la prensa.

Lo sucedido no tiene parangón alguno y seguramente será motivo de incesantes análisis críticos a la gestión kirchnerista en el futuro de mediano y largo plazo.

Lo mismo debería suceder con los periodistas supuestamente progresistas de medios como Página/12, Veintitrés, Newsweek, Télam, etc. ¿Adónde están sus palabras de condena a la censura ocurrida? ¿Con qué cara podrán hablar en el futuro semejante caterva de serviles oficialistas? ¿Qué pasó con el progresismo de atril que suelen profesar cual intelectuales de la mediocridad? Hay una sola realidad: el dinero es más fuerte que la ideología.

Los mismos periodistas que hoy callan, son los mismos que avalan el saqueo al país por parte del kirchnerismo sólo porque creen que el fin justifica los medios, porque la ideología todo lo permite.

Hoy es un día negro, en el cual un respetado periodista ha sido callado injustificadamente. Esto ha sucedido porque nada se ha hecho con las censuras anteriores, más que condenarlas desde las formales palabras.

Seguirá sucediendo, una y otra vez, por lo menos hasta que el periodismo todo se digne a tomar el tema con seriedad y trabaje en pos de resolverlo.

No es poco.

Autor: Christian Sanz