martes, 14 de octubre de 2008

Rv: Perez Esquivel: " Los Kirchner violan los Derechos Humanos"
Duras críticas de Pérez esquivel en dos cartas al matrimonio presidencial
“Los K violan los Derechos Humanos”
El premio Nobel de la Paz asegura que los Kirchner “son iguales al menemismo”, que “aumentaron la pobreza” y que “son autoritarios”. Sobre el pago a acreedores pregunta: “¿Qué esperas Cristina, regalos por hacer bien los deberes?”.
Otros tiempos. Pérez Esquivel se mostró cerca del Gobierno en los primeros meses de Néstor Kirchner en la Casa Rosada.
El premio Nobel de la Paz 1980, Adolfo Pérez Esquivel, dice que creyó en el gobierno de los Kirchner “pero sólo en sus comienzos, cuando salíamos de la crisis”. Después no creyó más y, entonces, le envió dos duras cartas abiertas a Cristina Fernández de Kirchner, la última con fecha del 9 de octubre, en las que, tuteándola, enumera “problemas irresueltos” por el Gobierno: “Pobreza creciente, trata de blancas, pago de deuda externa ilegítima, venta de tierras”. Esos puntos conducen a este pacifista a una crudísima conclusión: “Este gobierno viola sistemáticamente los derechos humanos”.

–¿Recibió respuesta de sus cartas?

–Ninguna. El Gobierno ignora todas las observaciones críticas.

–¿Cree que el Gobierno se derechizó?

–No, siempre fue esto. Quizás ahora se profundizó. Mantiene una política neoliberal a ultranza. Éste es el mismo Néstor Kirchner que, cuando gobernaba Santa Cruz, impulsó la privatización de YPF y sacó el dinero del país, que aún no se sabe dónde está. Los Kirchner son eso. Y son autoritarios, además.

–¿No ve diferencia con el gobierno de Carlos Menem, por ejemplo?

–Son iguales al menemismo. Sólo sostienen un discurso progresista y, en paralelo, impulsan políticas neoliberales. No hay coherencia entre lo que dicen y lo que hacen. Y no tienen un proyecto de país. Hay que revisar esta democracia antes de que sea tarde.

–¿Comparte, al menos, la política oficial de derechos humanos?

–Que se impulsen los juicios, sí. Pero hay que juzgarla integralmente.

–¿En qué sentido?

–Que aumente la pobreza mientras se paga la deuda ilegítima, que los hospitales estén colapsados y los medios de comunicación concentrados, que haya mortalidad infantil evitable, son violaciones a los derechos humanos que suceden hoy.

–¿Y todo eso es responsabilidad del Gobierno?

–Claro. El Gobierno de los Kirchner viola los derechos humanos sistemáticamente.

–Otros organismos no lo ven así.

–Los Kirchner privilegiaron a unos organismos sobre otros: discriminan. Si alguno critica, a ése no le dan importancia.

–Pero algunos organismos comparten ciertas medidas del Gobierno.

–Comprendo que hay organismos cuyo objetivo central era derogar las leyes de impunidad, recuperar a los niños expropiados, impulsar los juicios. Está bien. Yo creo que los derechos humanos no terminan ahí.

–¿Le duele que Hebe de Bonafini, de Madres, o Estela de Carlotto, de Abuelas, apoyen al Gobierno?

–Son decisiones políticas. Fueron compañeras de militancia y tomaron esa opción. Lo respeto. Sí me molesta que se bajen determinadas banderas, que no se hable de la deuda externa ni del INDEC, por ejemplo.

–¿El Servicio de Paz y Justicia que usted preside recibe apoyo del Gobierno?

–Nada, ni un peso. Trabajamos con chicos de la calle y el Gobierno ni se acerca. No son olvidos casuales. No importa. Soy un hombre de lucha y no me voy a pegar un tiro como René Favaloro.

Textuales de la carta a Cristina

* “Te envío la presente carta abierta, ya que has decidido ignorar la enviada meses atrás.”

* “Anunciás con gran publicidad que el Gobierno ha decidido el pago de la deuda externa, al Club de París, deuda que bien sabes es inmoral, injusta e ilegítima.”

* “¿Qué esperás? ¿Que si hacés bien los deberes que te imponen los que mandan, recibirás como regalo que el país sea aceptado en el sistema financiero capitalista y recibir préstamos que el país deberá devolver con intereses y la deuda seguirá creciendo hasta lo infinito?”

* “Kirchner, a quien bien conoces, decidió pagar al FMI y la situación del país no ha mejorado, por el contrario ha transferido dinero del pueblo sin ninguna consulta y ha aumentado la pobreza, el desempleo, el analfabetismo.”

* “El vapuleado INDEC se especializa en hacer dibujitos muy malos para demostrar lo indemostrable.”

Fuente: diario " Critica de la Argentina"

lunes, 13 de octubre de 2008

Rv: Quieren definir por ley "areas de sacrificio" para las mineras !!!!


Quieren definir por ley “areas de sacrificio” a favor de las mineras
Río Gallegos, Santa Cruz, Argentina – 17/10/08. Es para que sean determinadas en Santa Cruz las áreas donde estará permitida la explotación. La iniciativa del gobierno de Daniel Peralta induce a los legisladores santacruceños a que analicen y definan una reglamentación para la explotación de yacimientos mineros y trazar los límites geográficos fuera de los cuales esta industria tan controversial no se podrá instalar. Se trata entonces de establecer qué zonas serán sacrificadas a favor de las mineras. Algo similiar pretenden concretar en la vecina provincia de Chubut, donde los pobladores ya rechazan la actividad. En ambos casos las extensas regiones áridas de la meseta -donde el agua es escasa y por lo tanto más importante para las actividades humanas y productivas- quieren ser liberadas al accionar de la extracción minera. Si se resguarda una zona ¿significa que en otra se puede contaminar y saquear? ¿Lo que no es bueno en un lugar, puede transformarse en bueno en otro lugar?

domingo, 12 de octubre de 2008

Carta abierta del Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, a la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner
Por: Adolfo Pérez Esquivel
Fecha de publicación: 15/10/08

Sra. Presidenta Cristina Fernández de Kirchner
Ciudadana Presidenta.
Recibe el fraterno saludo de Paz y Bien
Te envío la presente carta abierta, ya que has decidido ignorar la enviada meses atrás. Es tu responsabilidad. De mi parte tengo la responsabilidad de recordar a quienes nos gobiernan sobre los problemas que afectan a nuestro país, en particular la situación que viven los sectores más desprotegidos y castigados.
Aquellos que llevamos muchos años de militancia, caminando junto al pueblo en las buenas y las malas, lo hacemos con la fuerza y la esperanza que es posible otra Argentina más justa y fraterna. La resistencia y luchas por los derechos de nuestro pueblo son muchas veces tensas y conflictivas, pero también poseen el sabor de la esperanza al poder avanzar y acompañar el despertar del pueblo y la alegría de ver que muchos sectores sociales asumen su propio camino y son protagonistas y constructores de su propia vida y de su propia historia.
Por tal motivo vuelvo a insistir, como ciudadano que se dirige a la ciudadana Presidenta de la Nación, con la intención de hacer algunos aportes constructivos.
Comprendo que los gobernantes muchas veces no pueden llevar adelante las políticas propuestas en su programa. No es fácil empuñar el timón de un barco que debe enfrentar temporales y borrascas en circunstancias difíciles como las que vive el país y las fuertes presiones, tanto en lo interno, como en lo internacional.
El conflicto con los empresarios agropecuarios es un ejemplo para tener en cuenta. Cuando tocan sus intereses no miden las consecuencias, siendo el pueblo quien recibió las cachetadas de todos los lados. Esos sectores continuarán presionando y buscan debilitar al gobierno. Utilizan métodos de desestabilización y agudización del conflicto. Estas metodologías no son nuevas; las vienen aplicando contra los gobiernos de Bolivia, Venezuela y Ecuador. No hay casualidades. Tenemos el ejemplo valeroso de Cuba que debe enfrentar permanentemente la agresión de la gran potencia.
Aquí, los del “campo” amenazan con nuevos paros y aunque no lo dicen públicamente, se siente un fuerte tufillo golpista. Hay que rechazar cualquier intento en esa dirección y hay que hacer memoria para iluminar el presente. Es cierto que no se puede involucrar a todos los trabajadores agropecuarios en la misma política desestabilizadora, como así también el gobierno debe cambiar su actitud y asumir sus errores y saber diferenciar a los pequeños y medianos productores rurales y tener presente que muchos de ellos pasan por serias dificultades y que tienen el derecho de reclamar soluciones justas.
Pero también debo decirte que me preocupa no saber hasta donde le interesa al gobierno, el pueblo. Una cosa son los discursos y otra los hechos. Las contradicciones son grandes. Por un lado, anuncias con gran publicidad que el gobierno ha decidido el pago de la deuda externa, al Club de París, deuda que bien sabes es inmoral, injusta e ilegítima, y como dice el maestro Caloi, el único deporte que práctica ese club es la “bicicleta financiera”. En tu viaje al corazón del mundo financiero en bancarrota de EE.UU., un gran país que perdió el rumbo, anuncias que se va a pagar a los bonistas que quedaron fuera del canje. Y todos aplauden y se asombran como monitos adiestrados, pero exigen más y más.
¿Qué esperas de esa política? ¿Que si haces bien los deberes que te imponen los que mandan, recibirás como regalo que el país sea aceptado en el sistema financiero capitalista y recibir préstamos que el país deberá devolver con intereses y la deuda seguirá creciendo hasta lo infinito y que las nuevas generaciones deberán pagarla?. Hay que pedir al Tata Dios que nos libre de semejante suicidio político y económico. En ese circuito vicioso el que siempre pierde es el pueblo
Recordarás que el ex presidente Kirchner, a quien bien conoces, decidió pagar al FMI y la situación del país no ha mejorado, por el contrario ha transferido dinero del pueblo sin ninguna consulta y ha aumentado la pobreza, el desempleo, el analfabetismo. Quiso sacarse al FMI de encima pero es como los piojos, siempre vuelven; salvo que el tratamiento sea a fondo. El vapuleado INDEC se especializa en hacer dibujitos muy malos para demostrar lo indemostrable. Creo que deben tomar clases de dibujo y ética para que sean creíbles.
Todo ese escenario se presenta como un gran triunfo mediático para calmar a las fieras del mercado, pero no debes olvidar que esas fieras son insaciables y te pueden devorar. A muchos nos preocupa que el gobierno haya claudicado en los principios que en algún momento decía defender.
Nos preocupa que insista en continuar la misma política de entrega pagando la deuda externa con el hambre del pueblo y suma a los bonistas buitres, a los que el gobierno juró y re-juró que no se pagaría, que quedaban fuera del canje, pero ahora encajan.
Es lógico que la ciudadanía se pregunte: ¿hacia donde va el país?- ¿Donde está la soberanía nacional que tantas luchas, sufrimientos y esperanzas costó? Ciudadana Cristina, son muchos años de lucha, de
sufrimiento y resistencia en la esperanza, y no luchamos para entregar el país y perder el patrimonio y la soberanía. Nuestras luchas fueron y son para defender la vida y la dignidad de cada persona y del pueblo, restablecer el Estado de Derecho y participación democrática, para que las nuevas generaciones tengan una vida justa y en libertad. No para ser sometidos y dominados.
La lucha por los derechos humanos debe ser transformadora de la sociedad. No paliativos para que nada cambie. Ciudadana presidenta, hablas de los derechos humanos y privilegias a unos organismos y discriminas a otros. No hay claridad conceptual ni objetividad en las políticas del gobierno.
Los gobiernos pasan y los organismos de derechos humanos y sociales trascienden las coyunturas políticas y su credibilidad social es la coherencia entre el decir y el hacer; en el compromiso día a día con el pueblo y en su independencia de los poderes de turno. Nadie es dueño de los derechos humanos. Lo más que podemos aspirar es ser sus servidores, que nos permite construir espacios de libertad y participación en la construcción democrática, en la memoria colectiva, en la defensa de la vida y la dignidad de las personas y los pueblos.
Lamento ciudadana presidenta que no tengas la capacidad del dialogo. Has optado por actuar políticamente en la confrontación, y no es buen camino. Dialogas únicamente con quienes son obsecuentes y consecuentes con las políticas del gobierno y el modelo de país que pregonas en tus discursos. Pero la realidad marca que nuestro país está sometido, entregado, malvendido y devastado y el gobierno está profundizando la política neo-liberal que llevó a la perdida de la soberanía y donde se violan sistemáticamente los derechos humanos. Hay que despertar y ver la realidad.
Debo decirte que esta carta, aunque tenga cosas que no te gusten, tiene por objeto contribuir y ayudar a encontrar alternativas correctas y no terminar en frustraciones que serían graves para el país. No queremos que fracase el gobierno que presides. Tu fracaso sería el fracaso de todo el país.
Un buen amigo recordó un antiguo proverbio que quisiera compartir contigo y dice: “Hay que parar el cuerpo, para que lo alcance el alma”. No pierdas tu alma, ciudadana presidenta Cristina; permite que el alma llegue a tu cuerpo y despierte en ti la mística de servir al pueblo y dejar que entre la luz en tu mente y corazón.
Los derechos humanos deben ser comprendidos en su integridad, como parte indivisible de la construcción democrática No se agotan en la terrible dictadura militar que sufrimos, tanto en nuestro país como en todo el continente.
Aquellos que sobrevivimos al horror luchamos con fuerza y esperanza para que el país pueda alcanzar la Paz y la dignidad que merece. Y muchos hombres y mujeres asumimos la militancia y compromiso desde la fuerza del Evangelio y tratamos de caminar juntos a los pueblos abiertos al ecumenismo con hermanos y hermanas de diversas vertientes religiosas, filosóficas, culturales y políticas. Desde ahí aprendimos a compartir el pan y la libertad; el pan que alimenta el cuerpo y el pan que alimenta el espíritu, resistiendo y construyendo en el hacer cotidiano, compartiendo la libertad que nos da la fuerza de Amar para avanzar hacia cambios estructurales y no caer en la resignación y la derrota en la que no hay otras alternativas.
Todos los días aprendemos del vivir y compartir. Ahí están las enseñanzas del querido maestro de América, Paulo Freire, quien decía: “lo contrario del amor no es el odio. Lo contrario del amor es el miedo a amar”. Es el desafío de la Vida.
Cada persona tiene su memoria personal y la memoria colectiva y algunos momentos de lo vivido nos marcan en toda la vida. Siempre recuerdo los primeros 32 días de prisión en un tubo de la Superintendencia de Seguridad Nacional, en una maloliente celda que fuera un centro de torturas. Pude ver que una prisionera o prisionero que la ocupó antes que yo, tuvo la fuerza espiritual y coraje de escribir con su propia sangre “Dios no mata”.
Nunca puedo olvidar esa fuerza del espíritu de quien, en ese momento límite entre la vida y la muerte luchaba con fe por un país más justo y fraterno para todos. Sentí y perdura en mí la fuerza espiritual del Amor y la trascendencia de quienes dieron su vida para dar más vida. En nuestra lucha y resistencia levantamos la bandera de: “No matarás ni con hambre, ni con balas”. Así surgieron las grandes jornadas de rebelión no-violenta, de ayuno, oración y marchas de la resistencia contra la dictadura. En el tiempo esa bandera continúa vigente, tenemos claro que la lucha no terminó.
Hoy el Movimiento de los Chicos del Pueblo denuncia que “El hambre es un crimen” y por decir la verdad sufren persecución, allanamientos, castigos y amenazas. Los chicos deben ser escuchados y no reprimidos. Nos preguntamos: ¿Dónde quedó toda esa lucha de dolor, resistencia y esperanzas? No queremos que les roben a los chicos la esperanza de construir un mundo mas justo y fraterno para todos.
¿Fue inútil el camino recorrido de resistencia en estos 25 años de gobiernos constitucionales? Valoramos algunos avances del gobierno, como los juicios a los genocidas, de llevarlos ante la justicia y que los jueces determinen el grado de responsabilidad y que los culpables reciban la condena que les corresponde; es el único camino para lograr el derecho de Verdad y Justicia que permita al pueblo alcanzar la Paz.
Tenemos necesidad de preservar los espacios de la memoria y tener una mirada más profunda de la situación que vive el país. Reclamamos y llevamos a todos los ámbitos el grave problema de la deuda externa y
sus consecuencias sociales, políticas y económicas.
El Evangelio dice: “No hay peor sordo que aquel que no quiere oír, ni peor ciego que aquel que no quiere ver”. Arturo Jauretche sabia ver hondo en la vida y conciencia nacional, y le gustaba sacudir la modorra del pensamiento para despertar la creatividad y su ironía apuntaba a las contradicciones de las “zonceras de los argentinos” y conocía las vueltas de tuerca que algunos dan en sus vidas por conveniencia y no por convicciones.
Ciudadana presidenta, ser pragmático es ser coherente entre el decir y el hacer, tener posiciones firmes y no dejarse llevar de las narices por los que mandan. Sabes que el poder real no está en los gobiernos. Pero son los gobiernos quienes tienen que recuperar el poder para gobernar con equidad, al servicio del pueblo y no continuar con el despojo impuesto por quienes entregaron el país a manos del capital financiero internacional. Recuperar la soberanía nacional es el gran desafío.
Algunos compañeros gobernantes en América Latina lo están haciendo. Es cierto que tienen dificultades frente a los poderes mafiosos nacionales e internacionales, pero están logrando avanzar en la construcción de nuevos paradigmas de vida para sus pueblos, son ejemplos que debemos valorar en la lucha por la recuperación de la soberanía.
No voy a señalar en esta carta lo ya dicho en la anterior, donde planteo ejes medulares que es necesario superar. Para lograrlo hace falta mucho coraje y fortaleza de convicciones y la mística transformadora para superar la pobreza, preservar el medio ambiente y luchar contra el despojo de las tierras a nuestros campesinos e indígenas. Esto no se puede postergar. Es urgente y hay que asumirlo antes que sea tarde.
Te reitero el fraterno saludo de Paz y Bien deseándote mucha fuerza y esperanza.
Adolfo Pérez Esquivel
Premio Nóbel de la Paz

sábado, 11 de octubre de 2008

PAMPA SUR-EXPLICACIÒN PARA LOS CIUDADANOS ARGENTINOS-NOSOTROS NO NOS RENDIMOS

GRUPO PAMPA SUR
EXPLICACÍÒN SENCILLA PARA LOS CIUDADANOS ARGENTINOS
NOSOTROS NO NOS RENDIMOS
Desde el Grupo Pampa Sur queremos advertir acerca de lo que significa, en concreto, para todos los argentinos, la actitud del gobierno nacional de dejar pasar las semanas sin tomar medidas de fondo en materia de política agropecuaria.
Trigo
Se prevé una merma importante en tonelaje de trigo a cosechar, en un plazo de aproximadamente dos meses.
Menos trigo significa menos harina, menos pan y menos divisas (para el país en general, incluyendo las arcas del Estado) por disminución de exportaciones.
Por lo tanto, el pan y la harina son más caros para el consumidor, sólo por la política de desaliento llevada a cabo por Néstor y Cristina Kirchner.
Por algo entre 2005 y 2008 el pan subió el 127%, mientras que el precio del trigo sólo subió el 36%.
Maíz
Ya se sabe que hay menor cantidad de hectáreas de maíz sembradas.
Menos maíz significa quitarle calidad y cantidad a un insumo clave, utilizado por industrias como materia prima para la transformación de proteína (avicultura –pollos y huevos-, ganadería, lechería y cerdos), además de la molienda o industrias como la mecánica, química o biológica, cuyo producto final es una bebida, un alimento o un biocombustible.
Esas son las producciones de valor agregado que se ven afectadas, no sólo para exportar esos productos (mayores divisas y mayor empleo), sino para consumo interno de los argentinos.
La Cadena del Maíz genera empleo, inversión y desarrollo regional. Es preciso abastecer cada sector consumidor de grano de maíz y eso es lo que está en peligro.
Soja
La rentabilidad de la soja, con motivo de las confiscatorias retenciones existentes, se dará sólo en campos propios. Quienes alquilaron tendrán fuertes pérdidas, ya que tuvieron que comprar insumos cuyos costos en dólares subieron notablemente.
La cadena de la soja, tanto en grano como en aceites y harinas, es la principal generadora de divisas para la Nación. Aporta la cuarta parte de las divisas obtenidas por el país en concepto de exportaciones.
El empleo directo que genera el complejo sojero se estima en 293.000 personas, entre productores, acopiadores, corredores, transportistas, industria, puertos, industria de envasados, margarinas, etc. Un poco más de un millón de personas dependen directamente de los ingresos de esta actividad económica.
El complejo sojero es un notable multiplicador de empleo (empleo indirecto). La industria aceitera lidera holgadamente la generación de empleo indirecto. Por cada empleo generado en la industria de procesamiento de oleaginosas (soja 90%), se crean 18 puestos al resto de la economía.
Lechería
El acuerdo celebrado por el gobierno con algunos miembros de la industria lechera, mediante el cual se fija en UN PESO ($1) el precio por litro de leche a ser pagado al productor, sólo da posibilidades a los grandes tamberos. Directamente excluye de la actividad a los medianos y chicos, llevando a una fuerte concentración, como ocurre con todos los rubros de la producción a partir de la política de Kirchner.
Esa política de concentración y desaliento de la producción, de trabas a las exportaciones y distorsiones en el mercado interno, además de tener un impacto social directo en las economías regionales, expulsando gente del interior hacia los grandes centros urbanos, en beneficio de pocos, impacta directamente en la suba de precios de la leche.
Por algo entre 2005 y 2008 la leche en el mostrador subió el 164%, mientras que el precio al productor -a quien también le suben los insumos- subió el 92%.
Ganadería
En materia ganadera continua la misma política desde el año 2006, en la cual sólo el subsidio del Estado hace rentable a la producción de carne, siendo que éstos sólo son entregados a pocos, que por otro lado no son los que de verdad lo necesitan.
Al igual que en el resto de las producciones, la política de desincentivo a la producción, trabas a las exportaciones, retenciones y distorsiones en el mercado interno, ha producido una merma en la producción de carne que impacta directamente en los precios al mostrador.
Por algo entre 2005 y 2008 la carne subió en el mostrador el 71%, mientras que el precio al productor sólo subió el 35%, como también los insumos de su producción.
Todo ello sin contar
- los despidos generados por la industria frigorífica
- la venta de todos los frigoríficos nacionales de primer nivel a manos extranjeras
- la concentración del sector productivo
- la expulsión de gente del interior o la ausencia de nuevas inversiones en un sector productivo que, aún cuando se corrijan ya los errores cometidos, le va a costar años recuperarse y ponerse a trabajar a pleno, en procura de alimentos de calidad y en cantidad, a buenos precios internacionales y accesibles precios internos, de la mano de una política sustentable que beneficie a todos.
- haber dejado pasar la mejor oportunidad històrica argentina
Con la tristeza de ver a cientos de empresarios medianos decididos a invertir en países vecinos como Uruguay,Brasil o Paraguay y a muchos argentinos que ya están viajando para comprar un inmueble en Miami -en lugar de hacerlo como en los últimos años en Rosario o en las ciudades del interior argentino-, y de observar el alarmante aumento en el éxodo de nuestros jòvenes
Sabemos que la lucha serà larga pues a todo esto hay que agregarle que dentro de la concentraciòn econòmica y empresarial hay activos de la misma familia Kirchner y sus allegados, y el objetivo es quedarse literalmente 'con todo', pero nosotros seguimos dispuestos a dar batalla en todos los frentes.
Asì como no nos encandilaron -como a algunos dirigentes- las 'luces del centro', reivindicamos nuestra firme convicciòn de pelear hasta el final por la honra de nuestros padres y el futuro de nuestros hijos.
POR ESO NOSOTROS NO NOS RENDIMOS
Miguel SAREDI
Presidente
Grupo Pampa Sur
María del Carmen ALARCÓN
Presidente
Partido Movimiento Pampa Sur
Provincia de Santa Fe
Mariano PINEDO
Secretario
Grupo Pampa Sur

viernes, 10 de octubre de 2008

Editorial I
Un robo legalizado

Noticias de Opinión: anterior | siguienteMiércoles 22 de octubre de 2008 | Publicado en edición impresa
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Nada bueno puede esperarse del proyecto del gobierno nacional para eliminar el sistema privado de jubilaciones y crear un único régimen previsional de reparto, administrado por el Estado. Lejos de constituir un intento de proteger los aportes de los futuros jubilados, como se ha deslizado desde el kirchnerismo, la iniciativa oficial implica un nuevo manotazo sobre los ahorros de la población para seguir financiando el derroche de recursos públicos.
Antes de cualquier consideración particular, corresponde recordar que los aportes que los trabajadores realizan a las AFJP no son fondos que pertenezcan a estas administradoras ni al Estado. Pertenecen a los aportantes, quienes han confiado su administración a aquellas entidades con el fin de preservarlos de la inescrupulosidad con que, históricamente, las administraciones públicas manejaron los fondos previsionales.
Esto se desprende de la legislación previsional vigente, que determina que el fondo de jubilaciones y pensiones es un patrimonio independiente y distinto del de la administradora y que pertenece a los afiliados a las AFJP. En tal sentido, las cuotas partes de esos fondos constituyen una propiedad del aportante y gozan plenamente de las garantías del artículo 17 de la Constitución, que establece que "la propiedad es inviolable y ningún habitante de la Nación puede ser privado de ella, sino en virtud de sentencia fundada en ley".
Cualquier apropiación de aquellos fondos previsionales por parte del Estado implicaría una expropiación, la cual sólo puede ser calificada por ley en función de una causa de utilidad pública y debe ser previamente indemnizada.
La ingenuidad de los argumentos del Gobierno para saquear los recursos de los trabajadores administrados por las AFJP es notable. Se pretende justificar la medida en función de las pérdidas que ha experimentado en el último año ese patrimonio, como si el Estado argentino, que vio caer la cotización de sus bonos a la mitad, fuese garantía de mejor administración. Para comprobarlo, basta con observar lo que les ha pasado a millones de jubilados que durante toda su vida laboral aportaron al Estado para recibir hoy una porción insignificante del ingreso que percibirían si estuvieran en actividad.
Se pretende ignorar también que las pérdidas que han sufrido en los últimos tiempos los ahorros de los aportantes a las AFJP obedecen en buena medida al intervencionismo estatal, que ha forzado a estas administradoras a invertir una parte no menor de los fondos en bonos del Estado nacional, que han caído en picada, con el agregado de que las autoridades nacionales falsearon las estadísticas de inflación del Indec, lo cual provocó bajas adicionales en los títulos públicos ajustables por esa variable.
Pretender, por lo tanto, que el Estado será un mejor custodio de los ahorros que las AFJP es un asalto al sentido común.
Más que una preocupación por la protección de los fondos previsionales, parece imperar en el Gobierno la ambición de tener a su disposición una masa impresionante de recursos para seguir sosteniendo su fiesta de gasto público y clientelismo de cara al próximo año electoral, además de seguir haciendo negocios cada vez menos transparentes desde el poder político. No sería, por cierto, la primera vez que el gobierno kirchnerista trata de asfixiar a un sector empresarial para forzarlo a pactar la estatización de sus negocios. Los casos de Aerolíneas Argentinas y de otras empresas de servicios públicos privatizados están muy frescos en el recuerdo.
Es de esperar que el Congreso de la Nación evite la convalidación de este auténtico robo que se busca legalizar. No sólo para evitar la destrucción de un necesario mercado de capitales, sino para impedir que, como tantas otras veces, los sueños de miles de trabajadores que aguardan vivir con dignidad los últimos años de sus vidas no sufran una nueva defraudación.

jueves, 9 de octubre de 2008

VARIOS ARTICULOS PARA REFLEXIONAR.. LEERLOS Y REDISTRIBUIRLOS GRACIAS

Roberto Cachanosky
Los problemas se multiplican, pero para los K no hay novedades

El matrimonio Kirchner y sus aliados continúan empecinados en negar la realidad y hacer su propia lectura sesgada de los hechos.

Cada vez es más evidente que los parches, las mentiras estadísticas y los discursos desde el atril buscando conspiradores internos y externos han dejado de tener la efectividad de una anestesia para intentar disimular los problemas de fondo de la economía y las crecientes complicaciones políticas.

Durante unos pocos días de la semana pasada, la crisis financiera internacional logró tapar, transitoriamente, los problemas internos, aunque no lo del todo dado que las desafortunadas palabras de Cristina Fernández hablando de la solidez de la economía argentina y recomendándoles a los norteamericanos que prepararan un plan B, dejó en evidencia la escasa humildad con que sigue manejándose el gobierno.

Desde el punto de vista político el juicio por las valijas de Antonini Wilson van destapando ollas de las que sale un olor nauseabundo. Es que cuando uno busca el poder absoluto y, por un tiempo, logra detentarlo, se siente libre de todo control y la tentación de actuar con total impunidad lo invade como una enfermedad, creyendo que los resortes que uno puede manejar conseguirán tapar todo lo que no se pude esconder bajo una democracia republicana. Sin embargo, los vientos políticos, más tarde o más temprano, suelen cambiar de rumbo, y, en ese momento, saltan todas las tapas de las ollas y el olor a podrido pasa a ser insoportable.

Pero no solamente la cuestión política tiende a complicarse con la creciente oposición del vicepresidente Cobos a los manejos arbitrarios del Ejecutivo, el pedido de la CGT, Moyano incluido, de declarar como crimen de lesa humanidad el asesinato del dirigente sindical Rucci o las sospechas que surgen sobre el financiamiento de la campaña electoral de Cristina Fernández con dinero del narcotráfico, sino que la economía empieza a mostrar claros síntomas de haber entrado en una lucha por la distribución por el ingreso.

El gobierno ha propuesto un aumento de $ 500 fijos no remunerativos como forma de tranquilizar a los dirigentes sindicales ante la creciente inflación. A su vez, los empresarios del sector industrial han salido a decir que no están en condiciones de afrontar nuevos incrementos de salarios. Es que este sector, al igual que el agropecuario, tiene que enfrentar una situación muy diferente a la de un par de años atrás.

En primer lugar, el eufemismo del tipo de cambio competitivo ha dejado de existir por efecto de la inflación interna que se comió el tipo de cambio real.

En segundo lugar, el consumo interno tiende a desacelerarse rápidamente por caída del ingreso real y por incertidumbre. Esto quiere decir que los productores locales tienen, actualmente, menor tasa de rentabilidad y, además, menores niveles de venta. Pero, al mismo tiempo, esos menores niveles de venta deben ser compartidos con crecientes importaciones por efecto de la caída del tipo de cambio real. Las suspensiones en algunas empresas del sector automotriz reflejan que el mercado interno ya no empuja como antes.

En tercer lugar, tenemos a Brasil devaluando su moneda frente al dólar, lo cual impulsará más exportaciones de ese país hacia la Argentina y menos de aquí hacia Brasil. El BCRA deberá empezar a mover hacia arriba el tipo de cambio y así comenzaremos a ver como precios, salarios y tipo de cambio empiezan la típica carrera pre crisis.

En cuarto lugar, la astucia que siempre se le otorgó a Néstor Kirchner para enfrentar situaciones complicadas parece empezar a diluirse. Es que, su esposa, salió a anunciar con bombos y platillos el pago al contado al Club de París como forma de recuperar la confianza en el mercado financiero luego del fisco de los U$S 1.000 millones que le prestó a tasas siderales el comandante Chávez. Ese anuncio, que tiende a diluirse, no consiguió frenar la desconfianza en la capacidad de pago del gobierno argentino al punto que el riesgo país superó los 1.000 puntos. Tampoco consiguió recuperar la credibilidad el anuncio del pago a los holdouts ni la recompra de títulos por parte del BCRA. Esto quiere decir que, mal que les pese al matrimonio, ya nadie cree en sus promesas y palabras, y la astucia de Kirchner con el manejo de la caja se ha agotado.

Pero como si todo esto fuera poco, el ninguneo que el gobierno le aplicó al campo durante meses luego de que este sector levantara sus actos de protesta, han colmado la paciencia de los productores y, nuevamente, tenemos a los productores en las rutas protestando.

Es que esta protesta puede llegar a ser peor que la anterior porque hay dos cosas que los Kirchner no entienden. En primer lugar, ellos deben pensar que los productores tiran las semillas de la soja, el trigo o el maíz y después de esparcirlas por sus campos se tiran en una reposera a tomar mate y comer asado mientras ven a crecer el yuyito o pastar a las vacas, y después se suben a la 4 x 4 para ir a pasear por el pueblo. Daría la sensación que para ellos, la producción agropecuaria es trabajo sin esfuerzo ni riesgo, y pura ganancia. Todavía no han advertido el grado de tecnología que maneja el campo, los riesgos climáticos que asumen, el costo de capital que hay en maquinarias y equipos y el profesionalismo con que se manejan los jóvenes productores que administran los establecimientos con criterios serios de administración de empresas.

El exabrupto de Kunkel diciendo que los productores le pidan al Cardenal Bergoglio que rece más fuerte para que llueva ante la sequía que padecen amplias zonas del país, refleja el grado de resentimiento con que se maneja el gobierno frente al campo luego de haber sido puesto de rodilla por toda la sociedad ante el atropello de la 125. Todo hace pensar que esa derrota política, que por cierto marcó un punto de inflexión en la era kirchnerista, es algo que todavía no ha podido digerir el kirchnerismo. Solo atina a descalificar a los productores y a burlarse de los problemas de sequía que afectan al país. Semejante comportamiento no es ni política ni estrategia. Simplemente es resentimiento y venganza ante quien no se dejó humillar.

El segundo punto que no entienden es que el precio de la soja ya no está en U$S 600 dólares y que los costos de los insumos aumentaron enormemente, lo que a su vez lleva a que los rendimientos por hectárea sean menores por menor uso de agroquímicos. Tampoco parece importarles que, por la sequía, los rindes hayan disminuido. Y, finalmente, parecen desconocer que cuando se producen este tipo de situaciones los primeros en desaparecer del mercado son los productores marginales, es decir, aquellas explotaciones más chicas y con menor rendimiento por hectárea. Es decir, los más chicos son los primeros en acusar el impacto porque tienen menor capacidad de resistencia.

Los que salieron y vuelven a salir a las rutas no son los dueños de los pools de siembra que tanto desprecia el gobierno. Si así fuera, la cantidad de manifestantes en Rosario y en Buenos Aries mostraría que el país está repleto de pooles de siembra.

El campo nuevamente en protesta, los sindicatos presionando por incrementos de salarios y la industria con menores márgenes de utilidad y ventas en bajas muestran una economía que tiende a languidecer.

Pero tan en las nubes viven en el gobierno, que mientras el impacto recesivo comienza a sentirse hasta en los comercios de las ciudades (basta con ver la cantidad de carteles que se ven en locales vacíos con el tradicional “se alquila”) ellos siguen viajando en helicóptero y usando el avión presidencial para irse los fines de semana al sur, todo a costa de los contribuyentes.

Mientras disfrutan de las fiestas de palacio, creen que el pueblo se queja de puro gusto, de simple egoísta que no quiere seguir manteniendo, a fuerza de impuestos, el despilfarro de la corte kirchnerista.

No vaya a ser cosa que al actual gobierno le pase lo mismo que a Luis XVI, que por seguir explotando al campesinado con impuestos abusivos terminó creando el caldo de cultivo para que se gestara la famosa Revolución Francesa. Alejado de toda realidad, el rey francés escribió en su diario el 11 de julio de 1789, por la mañana: “sin novedades”.

¿Quién desestabiliza al Gobierno?

En su iracundia discursiva, Néstor Kirchner no advierte que quien ha puesto el hacha sobre la raíces de la gestión de su esposa es precisamente él mismo.

El martes 15 de junio, en un extravagante discurso anti-campo, el cónyuge presidencial en retiro activo descargó su incontinencia verbal quizás para exculparse un pasado setentista que lo encontró ajeno al mismo.

En el agitado discurso –concluido con una transitoria pérdida de conciencia- el actual presidente del partido oficialista, mezcló el aceite con vinagre, intentando desatar su furia contra los ganaderos, agricultores, chacareros, tamberos y contratistas de consorcios de siembra. Olvidó agradecerles porque fueron ellos quienes proporcionaron una ingente cantidad de divisas para que el país se pusiera en marcha después de la fenomenal crisis del 2001 con las parcas del corralito, el default, la devaluación, el corralón y la pesificación asimétrica.

Por un instante, el discurso anti-campo, unió acontecimientos dantescos: los desasosiegos de la revolución libertadora de 1955, los comandos civiles, el entierro del cadáver de Evita en 1957 en el cementerio Maggiore de Milán, su traslado en 1971 a la residencia madrileña de Puerta de Hierro, los grupos de tarea de la dictadura militar de 1973 , el abrazo al almirante Isaac F. Rojas en 1989 y la gestión de un poderoso ministro de economía que tuvo la desdicha de ser nieto del fundador de la Sociedad Rural Argentina en 1866.

De esta mezcolanza el actual presidente de facto intentó elaborar un silogismo académico, deduciendo la conclusión de que los productores rurales de 2008, cobijan en sus pliegues a eternos golpistas que intentan desestabilizar el gobierno de la presidenta Cristina.

Sin embargo, su iracundia discursiva le impidió ver que quien ha puesto el hacha sobre la raíces del actual gobierno es precisamente él mismo. Porque no repara en juntar elementos desestabilizadores que afectan la sustentabilidad de la gestión.

A mano levantada podría ensayarse un croquis político, pero eso es harina de otro costal. Trataremos de analizar la situación basándonos exclusivamente en los elementos que nos brinda la ciencia de la administración según uno de sus máximos exponentes (Harold Koontz & Heinz Weirich, “Management: A global perspective”. Hay traducción al español de la 12ª edición, McGraw Hill Interamericana, México, 2006).

Ya sea para una empresa comercial, como para entidades sin fines de lucro o para organismos gubernamentales, la gestión razonable requiere que la máxima autoridad, cuente con la adecuada conformación de tres sistemas administrativos claves: el sistema de inteligencia, el sistema de deliberación y el sistema de ejecución.

Sistema de inteligencia

El sistema de inteligencia se refiere a la metódica y cuidadosa tarea estadística de recoger los datos numéricos que describen y miden la realidad circundante. Cuando el sistema de inteligencia es adecuado, el gobernante puede desempeñar profesionalmente su papel de estadista y comportarse como lo señala la etimología de la palabra.

El término “gobernante”, al igual que la palabra “cibernética”, provienen de un vocablo griego; “kubernete”, que significa nada menos que “timonel o navegante”.

Y el navegante, para conducir el barco, necesita de una serie de datos muy precisos que le brindan ciertos instrumentos imprescindibles, sin los cuales puede encallar o hundirse.

A esta altura de los acontecimientos no existe duda alguna que un secretario de Estado, por orden directa del cónyuge presidencial, realizó la increíble tarea de destruir el más idóneo instrumento de inteligencia económica que disponía el país. Se expulsaron a los mejores técnicos del INDEC, se desmantelaron las oficinas especializadas, se adulteraron los índices de precios, de pobreza, desocupación, de crecimiento, del producto bruto, del consumo y disponibilidad energética.

Últimamente, ha culminado esta bastarda tarea introduciendo una falsa metodología para calcular el índice del costo de vida que influye en cláusulas salariales y en los ajustes de los bonos emitidos por el Estado Argentino. Esa metodología trucha no tiene ningún aval científico del más insignificante nivel, pero sus reglas se guardan celosamente como si fueran el secreto nuclear de la guerra de las galaxias.

Lo mismo corresponde señalar sobre los datos de ejecución presupuestaria, que son desconocidos hasta que al cabo del tiempo aparecen informaciones parciales que indican, casi clandestinamente, en qué se ha gastado o despilfarrado el dinero obtenido de los contribuyentes.

Sistema de deliberación

El sistema de deliberación se compone de tres funciones imprescindibles: la consulta, el diálogo y el acuerdo.

Del mismo modo que se ha destruido el sistema de inteligencia, sin el cual la gestión de la presidente se hace a ciegas, el antiguo presidente en retiro activo, se ha ocupado de consolidar un esquema de deliberación caracterizado por la inoperancia de organismos verdaderamente asesores.

Tanto el INTA -en la crisis del agro- como CAMESSA -en la crisis de energía- son organismos de jerarquía científica, integrados por personas altamente expertas en estas materias, pero no son consultados para emitir opinión sobre sus asuntos.

En cuestiones de deliberación, el cónyuge presidencial se ocupó de anular los habituales procedimientos de consultas con personalidades de la ciencia, las academias, los especialistas, los líderes opositores, profesores e investigadores universitarios y científicos de relevancia mundial, como Otto T. Solbrig, profesor emérito en biología evolutiva de la universidad de Harvard, quien estuvo varias veces en el país y nunca ningún funcionario le pidió una opinión fundamentada sobre los temas que conoce profundamente.

Haciendo alarde de desaprensión, a nadie han citado ni requerido para brindar consejos técnicos sobre ninguno de los problemas que están cercando peligrosamente a la presidente.

Otra institución de deliberación política, tan tradicional como la existencia misma del gobierno, es el gabinete de ministros cuya función se ejerce solamente cuando los ministros se reúnen, presididos por la presidente y establecen un cambio de enfoques alcanzando lo que ha dado en llamarse “el acuerdo general de ministros”. Esa habitual reunión de gabinete, ha sido precisamente derogada en los últimos años por el cónyuge presidencial e iracundo orador de la manifestación anti-campo.

Por último, también se han repudiado otras prácticas habituales de los gobernantes que están atentos a cambios mundiales, traducidas en su participación en seminarios locales -como los que organiza IDEA- o en foros internacionales -como los de DAVOS, Suiza- o majestuosas exposiciones -como Expoagro de Armstrong, finalizada el 8 de marzo- que fuera la mayor y más importante exposición mundial en tecnología y práctica rural con la presencia de 206.000 visitantes y 6.500 expertos extranjeros interesados en conocer el secreto de la productividad y las técnicas de siembra directa, siembra de precisión, utilización de variedades transgénicas e incorporación de nutrientes al suelo practicados por los productores rurales argentinos.

Sin excepciones, todos estos mecanismos de deliberación y apreciación de la realidad, han sido rechazados por el antiguo presidente y siguen siéndolo por la actual presidente de la Nación.

Sistema de ejecución caótico

Además de los sistemas de inteligencia y deliberación, toda gestión eficiente necesita de un sistema de ejecución, que cuenta con reglas afianzadas por siglos de experiencia.

Pero, las prácticas microscópicas que pueden desarrollarse en una comunidad patagónica, con escaso número de habitantes como Santa Cruz, uniformidad casi absoluta de puestos públicos y sin un tráfico cultural o científico de significación, han marcado a fuego el estilo de ejecución que caracteriza al antiguo presidente. Ese estilo parece haber sido impuesto también a la actual presidente por su cónyuge.

Se trata de una primitiva obstinación tendiente a no delegar autoridad en ninguna persona, asumiendo uno mismo todas las tareas grandes o pequeñas, sin que nadie más tenga facultades para tomar decisiones.

Esta negativa a delegar autoridad se ha puesto en evidencia en las reiteradas desautorizaciones sufridas por el Jefe de Gabinete toda vez que intentaba llevar al despacho de Puerto Madero los acuerdos alcanzados con los representantes del campo. Irremediablemente recibía un veto y se le exigía una mortificante marcha atrás.

El personalísimo sistema de ejecución utilizado en la gestión patagónica fue trasladado al enorme escenario nacional, generando consecuencias caóticas, apreciadas en la tozudez de no descentralizar las licitaciones, concentrar las adjudicaciones y encomendar la ejecución de obras públicas a un grupo de empresas amigas, sospechosas de recurrir a sobreprecios.

Desde la más pequeña reparación de una escuelita rural hasta las obras faraónicas del tren bala, todo absolutamente se resuelve concentrando la ejecución en un ministerio de Planificación que, para colmo de las paradojas, carece de planes, tal como quedó demostrado cuando la Suprema Corte le exigió un plan para saneamiento ambiental del Riachuelo.

Tales prácticas barriales, unidas a un estilo que menosprecia el establecimiento de reglas previsibles y que salta de prioridad en prioridad según los intereses circunstanciales, han creado un sistema de ejecución de la obra pública repleto de anuncios pero huérfano de realizaciones.

Por haber afectado estos tres esenciales sistemas de gestión, el verdadero y único desestabilizador del gobierno de la presidente Cristina es su cónyuge en servicio activo, quien haría un acto de inapreciable servicio si se convenciera que su función más adecuada es la de pasar a revistar en la categoría militar de retiro efectivo.
Esperemos que el Gobierno advierta que lo que la sociedad espera es un llamado a la concordia en pos de una mejor vida para todos.

Si bien las formas del reconocimiento se alejan bastante de la hidalguía y la grandeza, los Kirchner derogaron la resolución 125. De nuevo las velocidades de Kirchnerlandia nos hacen recordar otra vez los días que corren entre que esto se escribe y la publicación. Pero pese a ese detalle podemos intentar algún análisis de lo que vendrá.

El decreto de anulación tiene formas más parecidas a las de una proclama que a la humildad del grande. De su terminología casi se desprende la creencia de que el gobierno no solo tiene razón e hizo todo bien sino que además, en realidad, ganó la discusión. Relata allí lo que a su juicio son una serie de actividades delictivas, de resulta de las cuales tuvo que dar marcha atrás en su posición. Curiosa conclusión la de un gobierno de la ley, que supuestamente reconoce deber bajarse de sus convicciones por la presión del delito.

Pero lo cierto es que la primera condición para que se pueda esperar un nuevo desarrollo a partir de ahora, está dada: el capricho de las retenciones móviles es historia.

¿Qué cabría esperar desde ahora? Todos coinciden, desde el Vicepresidente Cobos hasta el último de los argentinos bien nacidos, que la ciudadanía sensata aspira a vivir en paz, lejos de los insultos y de las crispaciones a las que inútilmente los Kirchner han sometido al país desde 2003. La gente necesita armonía, relajación, seguridad… vivir tranquila.

Para ello harían falta varios pasos. El primero, a regañadientes, se cumplió. Pero las formas en que ese paso se dio dan lugar a dudas sobre los siguientes. Ese trago de aceite de ricino que para el gobierno fue desandar el camino hasta el 10 de marzo, indica que han entendido poco.

Si el país comenzara a “ablandarse” y a dejar atrás las tensiones artificiales para mirar hacia adelante, a buscar la unión y dejar el “numerismo” completamente enterrado, quizás tengamos aun una oportunidad para vivir en paz.

Al día siguiente del voto de Cobos, tuve la oportunidad de conversar con el presidente de una importantísima empresa automotriz y no pude evitar preguntarle como veía esto desde el punto de vista de un extranjero que vive aquí pero que, evidentemente, está de paso en la Argentina. Me contestó con una enorme simpleza. Me dijo: “Esto es la democracia”.

Resulta revelador como el mismo hecho puede ser visto de manera tan diametralmente opuesta: para los partidarios del gobierno esto era el fin, un atentado a la democracia, una herida de muerte, el ejercicio de una actividad destituyente. Pera alguien criado en la cultura democrática, esto, precisamente, es la democracia.

Y no cabe duda de que para una parte mayoritaria de argentinos y el gobierno en particular, el concepto de democracia se ha confundido con el “numerismo”, es decir, con la rudimentaria idea de que la democracia consiste en que quien gana unas elecciones puede hacer lo que quiere con el país. Para esta forma de entender la democracia, esta consiste en imponerse en unas elecciones.

Afortunadamente la democracia es un sistema mucho más complejo que eso. La democracia implica un constante balance entre las opiniones sociales representadas en los poderes elegidos y éstos, tienen la libertad -y la obligación- de discutir y acordar los mejores compromisos para la suerte del todo. La voz cantante del que ganó no es la única y los argumentos racionales de una discusión pueden mover los votos de los legisladores hacia un lado y otro con independencia del resultado de las elecciones. La divergencia entre los votos legislativos y los votos electorales no es un atentado a la democracia, sino, al contrario, la democracia misma.

El “numerismo” le ha hecho un enorme daño a la Argentina. La ha llevado a tomar como normales cosas que no lo son. La ha llevado a creer por ejemplo que el Vicepresidente debe acompañar siempre la opinión del presidente cuya formula integró. Con estos criterios no haría falta ni su presencia ni la de los legisladores por las minorías, porque el “número electoral” tomado como sinónimo de la democracia siempre debería imponerse.

Es lamentable que el país se tome tanto tiempo para entender estas simplezas. Quizás sea ésa la diferencia que tiene con otros: los demás tienen una velocidad de aprendizaje mayor.

Apostemos a que eso cambie. A que comencemos a ver más temprano ciertas obviedades. Entre ellas, esperemos que el gobierno advierta que lo que la sociedad espera es un llamado a la paz y a la concordia. A la resignación de rencores y venganzas en pos de una mejor vida para todos.

Frente a estos ideales, existen algunos que hablan de “relanzamiento” del gobierno. ¿Qué entenderán por ello? ¿Sacar de la escena a los íconos inconfundibles de un idioma de furia que ha sido vencido por la aspiración a la concordia? ¿Mandar de vacaciones a los Néstor, a los D’Elía, a los Kunkel, a los Moreno, a los Pérsico, a los Bonafini? ¿O, al contrario, redoblar la apuesta (como siempre les gusto decir) y confirmar a los que ya son ministros y nombrar a los que no los son? Un Kirchner jefe de gabinete, con D’Elia y Bonafini en el elenco ministerial…

Las grandes disyuntivas de las naciones siempre terminan resolviéndose según la clase de gente que en esos momentos culminantes tiene en sus manos la suerte de las decisiones.

El renunciar al rencor y al resentimiento requiere cierta dosis de benignidad, de corazón abierto, de humildad, de grandeza verdadera y de cierta hombría de bien. La paz requiere de la bonhomía de los grandes.

Mi duda es si estamos en presencia de esa buena gente, de esas personas de sentimientos nobles que, dejando a un lado sus porfías personales, dan un paso hacia la unión de todos para que, en la diversidad, la armonía reine en una tierra ya cansada de tanta agitación
24/07/2008
Política Nacional / Alejandro Sala
Kirchner y sus contradicciones

El cuestionamiento del liderazgo del ex presidente sobre el peronismo es la consecuencia política más significativa del rechazo parlamentario de las retenciones móviles.

El fracaso del proyecto de aplicación de las retenciones móviles a las exportaciones agropecuarias no traerá aparejados cambios significativos en el escenario político. El kirchnerismo seguirá ocupando el centro de la escena y retendrá la iniciativa. Las fuerzas de oposición no han tenido una participación significativa y mucho menos decisiva en el desarrollo del conflicto entre el gobierno y los ruralistas y, por lo tanto, no han extraído de este episodio rédito sustancial alguno. La novedad radica en que el liderazgo del Néstor Kirchner sobre el peronismo ha quedado en entredicho. Aunque formalmente el santacruceño sigue siendo el líder del justicialismo, muchos dirigentes peronistas ponen en duda la conveniencia de extender excesivamente su crédito. Conviene, en este sentido, no engañarse en cuanto a que inclusive muchos gobernadores, intendentes y legisladores que acompañaron la posición del gobierno en su controversia con los productores agropecuarios no lo hicieron por convicción sino por razones de otras índoles que no viene al caso detallar.

Este hecho, la puesta en cuestión del liderazgo de Kirchner sobre el peronismo, es la consecuencia política más significativa de este resonante episodio. Es necesario aclarar que esto no significa que Kichner haya dejado de tener gravitación sobre el universo peronista pero sí que muchos que antes estaban firmemente encolumnados detrás del marido de la Presidenta ahora están abiertos a escuchar otras alternativas y los que antes no tenían espacio porque estaban distanciados de Kirchner, ahora tienen la oportunidad de hacerse oír. Sin embargo, no conviene sobredimensionar la significación de este fenómeno porque los adversarios internos del kirchnerismo están muy lejos de haber constituido una alternativa a la que quepa visualizar como viable. Han logrado, eso sí, abrirse un espacio y Kirchner, que antes podía ignorarlos, de ahora en más está obligado a prestarles atención.

Cabe suponer que una de las consecuencias de este conflicto será que, en adelante, el Congreso tendrá una mayor influencia en la vida política del país. También, posiblemente, los gobernadores se harán oír. Para un personaje como Kirchner, que no admite opiniones disonantes, la situación será difícil de sobrellevar pero no tiene alternativas. La magnitud del conflicto provocado por el estilo personalista del ex presidente no deja margen para que continúen este tipo de prácticas, las que eran tan habituales hasta hace algunos meses. Es por eso que cabe imaginar que Néstor Kirchner tendrá poca presencia personal en público al menos durante algunos meses y que el protagonismo visible quedará a cargo de su esposa, quien devotamente continuará ejecutando las indicaciones que su marido le vaya impartiendo. Esto le permitirá al kirchnerismo recomponer su imagen y replantear su estrategia para adecuarla a las nuevas circunstancias.

La duda que surge es si el gobierno logrará reacomodarse al nuevo escenario. Los antecedentes señalan que le resultará difícil pero tampoco hay que imaginar que el kirchnerismo no podrá redefinir su perfil político. Néstor Kichner es un político experimentado y sabe cuáles son las reglas del juego. Por lo tanto, es lógico imaginar que sabrá adecuarse a las nuevas circunstancias. Desde ya que no modificará el sentido esencial de su política, la cual seguirá orientada, como ya lo han expresado reiteradamente muchos dirigentes kirchneristas, a promover la redistribución de la riqueza.

La otra cuestión que se plantea es que, probablemente, la situación económica experimente un creciente deterioro de aquí en más. Como la orientación que es necesario darle a la política económica para reencauzarla es opuesta a la que conviene a los objetivos políticos del gobierno, se plantea en este punto un problema sumamente difícil de resolver. Economía tambaleante y cuestionamientos internos en el propio peronismo configuran un cóctel explosivo para que lo maneje el kirchnerismo. Los adversarios internos del gobierno no le van a perdonar que la situación económica se deteriore pero para que la economía se encarrile hay que resignar la fantasía de redistribuir la riqueza. Esta contradicción le plantea un problema sin solución al gobierno. Hay que entender que, cuando Kirchner afirma que la redistribución de la riqueza es un contenido central de su gobierno, está diciendo la verdad. Kirchner piensa así y es consecuente con la posición política que tuvo a lo largo de toda su vida, desde sus inicios en la década del ’70 cuando coqueteaba con los montoneros. Kirchner nunca ha sido ideológicamente hipócrita ni ambiguo.

Por supuesto que quienes comprendemos los fundamentos básicos de la economía sabemos que el proyecto político del gobierno es impracticable. Los kirchneristas no lo entienden así y por eso están inmersos en una pendiente declinante, cuya primer y estruendosa manifestación fue el fracaso en su propósito de imponer las retenciones móviles a las exportaciones agropecuarias. En los próximos meses cabe esperar que intenten recomponer el rumbo y es posible que obtengan algún éxito pasajero, ayudados, paradójicamente, por el hecho de que están en una posición política débil, lo que los obligará a resignar sus convicciones más profundas. Pero cuando haya pasado este primer momento de derrota, seguramente insistirán con sus iniciativas alocadas y, entonces sí, quedarán expuestos al riesgo del desmoronamiento definitivo, al cual sucederá alguna otra de las infinitas versiones que puede ofrecer el siempre camaleónico peronismo.
Se confirma el rumbo de colisión

ublicada 28/07/2008
Al inicio de la semana / Roberto Cachanosky
Se confirma el rumbo de colisión




En mi nota anterior, me mostraba escéptico sobre un posible cambio en las formas y el fondo de la política de Cristina Fernández de Kirchner a partir de la derrota que sufrieron en el Senado, no solo a manos de Cobos, sino de una importante cantidad de senadores peronistas y radicales k que no acompañaron el proyecto oficialista.

¿Por qué pensar que los Kirchner iban a aprovechar las nuevas circunstancias para cambiar, si durante 5 años vinieron desaprovechando las fabulosas oportunidades que nos dieron los mercados internacionales para lanzar una etapa de crecimientos sostenido?

La sola lectura de los fundamentos del decreto que debería haber derogado la resolución 125 reflejan ese espíritu de confrontación permanente que ya no puede explicarse como una táctica política sino que, desde mi punto de vista, ha pasado a ser tema de otras disciplinas como la psiquiatría. Y no es una ironía el hacer referencia a las ciencias médicas dado que no es fácil explicar porqué causa el matrimonio presidencial parece gozar tanto con la agresión verbal, la división de la sociedad y las descalificaciones. Los dichos de Cristina Fernández de Kirchner sosteniendo que la clase media se equivoca si cree que su progreso se debe a su esfuerzo personal, sino que se debe a las políticas por ella aplicadas, son una clara muestra de ese comportamiento de agredir a los sectores que, ya en el 2007, no la acompañaron con su voto. Así que los Kirchner parecieran tener una incontenible vocación por ganarse enemigos. Si en el 2007 la clase media urbana le votó en contra y en el 2008 el matrimonio no tuvo mejor idea que pelearse con los sectores rurales que la apoyaron con su voto, lejos estamos de poder apelar al análisis político para explicar semejante comportamiento. Claramente el matrimonio está decidido a chocar el barco contra el iceberg y hasta pareciera estar disfrutando con los destrozos que van a causar.

No debe extrañar, entonces, que el leal ex jefe de Gabinete, Alberto Fernández, haya optado por saltar del barco, haciéndome recordar el salto que, oportunamente, también dio Roberto Lavagna allá por fines del 2005 cuando la inflación empezaba a convertirse en un dolor de cabeza.

Nuevamente, con la renuncia de Fernández, comenzaron los comentarios sobre la oportunidad que tenía la presidente de oxigenar su gobierno, de cambiar el gabinete y de alejar a su marido de la gestión presidencial.

Bastó que, otra vez, los analistas formularan esta última sugerencia para que, nuevamente, Cristina decidiera, en un mismo día, acudir a dos actos públicos junto con su marido. ¿Cuál es el mensaje que uno recibe frente a semejante comportamiento? Ni se les ocurra que voy a cambiar.

Otro dato a tener en cuenta. Quienes apostaron a que luego del cachetazo en el Senado y la renuncia de Fernández venía el dialogo, el nuevo secretario de Agricultura dijo que no iba a recibir a la Comisión de Enlace del campo sino que iba a recibir a las entidades por separado. En otras palabras, de entrada plantea un conflicto innecesario, forzando una nueva situación de conflicto, de la cual parece gozar el elenco gubernamental.

Hagamos un pequeño resumen de la situación del matrimonio presidencial. Electoralmente tiene en contra a los grandes centros urbanos y a las zonas rurales. Solo les queda (¿?) el conurbano bonaerense siempre y cuando la inflación no termine de alejarlos del oficialismo.

La caja que los ayudaba a disciplinar a gobernadores e intendentes ya no es tan abundante (¿lo habrá percibido Alberto y por eso renunció?). Basta con ver las transferencias de recursos no coparticipables a las provincias para darse cuenta que estas empiezan a estar en serios problemas. Cuando se compara el primer semestre de este año con el primer semestre del año pasado, las transferencias a las provincias subieron solamente el 10%. Muy por debajo de la inflación y del 36% que se incrementaron los gastos corrientes.

El otro dato relevante es que los gastos de capital, obras públicas, subieron nada más que el 17,4% primer semestre contra primer semestre. Como referencia vale la pena tener en cuenta que en el electoral primer semestre del 2007 los gastos de capital aumentaron el 42% con relación al primer semestre del 2006.

En otras palabras, la pregunta que deben estar formulándose más de un gobernador e intendente K, es, ¿para qué alinearme con el matrimonio si tengo problemas financieros y, encima, no me mandan plata para las obras públicas? El apoyo al matrimonio empieza a ser puro costo y cero beneficio para más de un intendente y gobernador.

Como si todo esto fuera poco, la inflación no solo se ha comido los salarios reales, llevando a nuevas negociaciones, sino que el llamado tipo de cambio competitivo ha dejado de serlo. Como referencia, tomemos el “Índice Big Mac” que elabora la revista The Economist. En abril del 2003 un Big Mac costaba U$S 2,70 en EE.UU. y U$S 1,43 en Argentina (el tipo de cambio, en ese momento, era de $ 2,88). En julio de este año un Big Mac en EE.UU. cuesta U$S 3,57 y en Argentina U$S 3,64. Este solo dato confirma mis anteriores afirmaciones de que el tipo de cambio real ha vuelto a los niveles del 2001, con lo cual el corazón de la política económica del Gobierno ha quedado destruido.

De los superávit gemelos, vemos que el superávit de balance comercial tiende a evaporarse, por un menor ritmo de crecimiento de las exportaciones y por un acelerado aumento de las importaciones, sobre todo por el incremento de las importaciones de combustibles para paliar la crisis energética. En el primer semestre de este año, dichas importaciones se duplicaron respecto al 2007. Paralelamente el superávit fiscal, cuando se le quita la contabilidad creativa, también se deteriora. Así que los superávit gemelos también tienden a desaparecer.

En síntesis, no sólo los Kirchner siguen batiendo récords en la tarea de conquistar más enemigos políticos sino que, encima, la economía ya no les sonríe como un par de años atrás.

A pesar de todo eso, no están dispuestos a cambiar el rumbo y muestran una férrea decisión de seguir con la confrontación, ya sea por estrategia o por cuestiones que, a esta altura, solo la psiquiatría puede explicar.





Todo pasa y todo queda-Política Nacional / Gabriela Pousa
Publicada 28/07/2008
Política Nacional / Gabriela Pousa
Todo pasa y todo queda



“Pero no era la felicidad, era tan sólo una tregua.”
Mario Benedetti
Ante todo, debería aclarar que estas líneas no pueden considerarse sino como un aporte al gobierno nacional. De no ser interpretadas de ese modo, entonces, basta decir que son apenas “conjeturas” que no intimidan y mucho menos desestabilizan (ver, al respecto, reciente jurisprudencia).

¿Por qué esta aclaración? Pues porque cualquier opinión manifiesta que no concuerde con el deseo del matrimonio que ocupa la presidencia, parece tener acceso directo a alguna lista donde el oficialismo aglutina conspiradores, desestabilizadores, etc. Lista que por cierto, es cada vez más extensa. En breve, poca será la diferencia entre esta y la guía, sumando claro está, las páginas blancas, las doradas y las páginas amarillas…

Entre tanto, “todo pasa y todo queda”, como dice el poeta. La mejor exégesis del llamado “nuevo” escenario político nacional, la da una sola imagen ratificando aquello que suele decirse cuando se le adjudica mayor definición que mil palabras: a escasos minutos de la asunción, el flamante Jefe de Gabinete, se sentó entre medio de Julio De Vido y Ricardo Jaime. Una perfecta fotografía de la realidad. Más allá de sus manifiestas buenas voluntades, que en política lamentablemente no gravitan, Sergio Massa inauguró su asenso con una suerte de cátedra sobre los beneficios de la nacionalización de Aerolíneas Argentinas. Como si el cargo no lo hubiera sorprendido, como si hubiese estado estudiando el libreto a recitar con antelación a aquello que se presentó a la ciudadanía como medida sorpresiva ante un “portazo” inesperado para quienes habitan la residencia de Olivos. En algún momento habrá que detenerse a analizar por qué todo cuanto sucede tiene un tufillo diferente a cómo se lo vende…

La llamada “oxigenación” pedida por diferentes sectores de la sociedad tras la, ahora asumida, derrota del kirchnerismo en el Senado derivó en la salida del inefable Alberto Fernández capaz de conmover peligrosamente, aunque sea por un instante, con su crítica sagaz a ciertos des-manejos de los últimos conflictos en el seno del poder, dilatados pero no resueltos, es decir, tratados al mejor “estilo K”. Estilo que sigue en su apogeo sin que se lo haya abandonado jamás.

Ahora bien, el primer síntoma a tener en cuenta es la desmedida algarabía por una partida, (posiblemente maquillada o furtiva), y el arribo de Sergio Massa como si este llegara con una varita mágica a renovar en forma inmediata la función pública. Es obvio que los argentinos necesitan aferrarse a una esperanza con desesperación casi malsana. Basta observar cómo el vicepresidente, Julio Cobos, se transformó en héroe de la noche a la mañana, para entender la conducta social característica de un pueblo sumido en la carencia, y anoticiado tardíamente del fraude que representó votar a Cristina Fernández si daba lo mismo no votar, y que Néstor Kirchner siguiera, como sigue, en su lugar.

Los signos de madurez que, de tanto en tanto, algunas manifestaciones populares dejan aflorar, no terminan de afianzarse, y se pasa raudamente de la crisis a la naturalidad. Es cierto que los procesos de transformación social siempre fueron largos, con un sinfín de vaivenes en el medio de la trama donde se suelen gestar. En ese sentido es injusto juzgar cuando los cambios aún no se han producido y hay asignaturas pendientes que saldar.

Este reemplazo de un funcionario o dos, con amenazas de algunos más que se supone, antes o después, también se irán es superficial frente al reclamo de “oxigenación”. Y es que el problema central no son los nombres sino la permanencia de un modelo de hacer política, basado en la confrontación, el apriete y la división social, que se perpetúa sin que nada lo haya alterado y sin que la experiencia enseñe o el fracaso convoque a la reflexión en vez de asentar la porfía del error. No es Guillermo Moreno ni siquiera Luis D’Elía el problema. El problema es la metodología kirchnerista cualquiera sea quien la ejecute más abajo o más arriba. Ni el INDEC, ni las retenciones, ni las tarifas o la nacionalización de Aerolíneas son conflictivos por sí mismos.

Las demandas perentorias de la gente desoídas, los inocultables traspiés, el visible rumbo cuesta abajo en el que vamos no han generado reacciones consecuentes con un cambio. Posiblemente, pretender que la sociedad política y conyugal que dirige a la Argentina, reaccione frente a lo evidente es pedir una transformación estructural, para la cual han demostrado, innumerablemente, absoluta incapacidad y desgano soberano.

Ante el estallido del conflicto, apenas si responden con un retiro “espiritual” en El Calafate, un silencio que dura entre 48 y 72 horas no más, y la ratificación del “estilo K” con redoblada apuesta a un modo de gobernar y de vivir, el cual si se quiere es aún más complicado y difícil de alterar. La crispación, la altanería y la estrategia del as en la manga mantienen a la ciudadanía en un estado de incertidumbre que no le permite definir si creer y apostar, regresar al hastío o mantenerse alerta porque puede llegar, en el momento menos pensado, la estocada final.

Lo cierto es que, en el mientras tanto, “todo pasa y todo queda”. Pasó la glorificación de Alfredo De Angeli cuyo paradero ni siquiera se sabe ya, pasó la ausencia en el escenario de Néstor Kirchner generando una inexplicable sensación de regreso al llano, situación impensable tratándose, nada más ni nada menos, que del artífice del “estilo K”, pasó el festejo del campo al tamizar que, sin política agropecuaria con reglas de juego definidas y respetadas, no hay forma de progresar, pasó el vendaval de oxígeno y excitación que provocó en el Senado una oratoria sin gritos ni agravios desempatando a favor del reclamo social…

Pasó tanto en realidad que los almanaques parece que hubiesen dejado caer hojas en cantidad, y sin embargo, fueron pocos días, un par de semanas, nada más. Y todo está maquillado pero esencialmente igual. No se trata de pesimismo ni de profecía porque definir lo que vendrá es casi un enigma, un rompecabezas con fichas que no encastran para avizorar un escenario de progreso y paz u otro de conflictividad que derive en una nueva batalla campal.

Lo cierto es que, el sector agropecuario, aportó mucho más que un reclamo sectorial. Legó una radiografía sin distorsión de la metodología kirchnerista incapaz de variar por su naturaleza intrínseca. Si las voces que se sumaron al grito rural acallan creyendo que, alterando nombres en un gabinete que no gestionó jamás, las soluciones ya están; antes de lo pensado volveremos a encontrarnos señalados, etiquetados y vueltos a convertir en enemigos desprevenidos en medio de una guerra que sólo en apariencia había cesado. Sino, ¿por qué, en Balcarce 50, sigue acumulándose arsenal? Se disparan entre ellos con agravios, y afanosamente se busca la figura capaz de devolver alguna suerte de unidad que sólo la mentada “caja” oficial, cuando estuvo abultada, pudo conquistar.
Demasiadas Argentinas en una misma geografía
04/08/2008
Política Nacional / Gabriela Pousa
Demasiadas Argentinas en una misma geografía

El país, completamente fragmentado y dividido, se debate entre diferentes realidades, necesidades, prioridades y destinos.

Parece mentira cómo se va transformando la Argentina. Poco queda de aquel país que conocí a través del diálogo con mi abuelo, argentino por opción. No reconozco ni el paisaje urbano ni siquiera al porteño o al provinciano tal como él los describía. Pareciera que los códigos y valores que acunaron a tantas generaciones se fueron desdibujando. Quizás eso puede que sea un mal universal. No somos, los argentinos, como a veces se cree, ni los mejores ni tampoco los peores. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, la división de la sociedad forjó o puso en evidencia un sinfín de diferencias que hacen visible la partición misma de la nación.

Hay un país lidiando por sobrevivir, afrontando luchas que jamás hubiese creído tener que encarar porque no fue formado para la batalla, sino para la civilidad.

Hay otra Argentina que simplemente espera, con mayor o menor ansiedad, el regreso a la cordura. Resulta extraño decirlo, pero aquello que se aguarda es: “normalidad”.

También está la República soñando con volver a ser, con recomponer la institucionalidad que lejos está de reducirse a una rueda de prensa donde se responde a los interrogantes con oratoria adornada, eufemismos, burlas y palabras vacías, sin contenido.

Y está esa otra nación que excede todo esto, que vive en una realidad propia, limitada a los metros cuadrados donde ha quedado confinada. Una Argentina transformada en herramienta clientelista para los objetivos de la dirigencia, sin ideal.

Ese país, que es un medio y no un fin en sí mismo, no estaba el sábado en La Rural ni en Olivos. Mientras Cristina Fernández de Kirchner sonreía tensa a las cámaras, tal vez más preocupada porque no se le corriera el rímel ni se advirtieran las cirugías, esa fracción de la Argentina sepultaba dos criaturas. Dos víctimas de la desidia, de quienes están más atareados en demostrar quién manda que en el mismísimo ejercicio de mando.

Para el Ejecutivo, el hallazgo macabro de restos humanos no vale nada, a no ser que pueda utilizarse como epopeya de una política de “derechos humanos”, en exceso desvirtuados. Política de anticuario: los huesos de desaparecidos en los años setenta cotizan más que aquellos hallados en estos días. Los dos chiquitos masacrados y sus padres enterrados horas antes pertenecen a la Argentina anémica, al país de la acefalía. Un área donde la marginalidad es soberana y la sangre corre con la impunidad que da el saber que, a las demás Argentinas, esto no les importa nada.

Claro, si se tuviera que hacer un minuto de silencio cada vez que se halla un cuerpo víctima de la inseguridad –o, para dejar de lado los eufemismos, víctima del desgobierno y de una justicia incomprensible e irracional–, sería este un escenario sumido en un mutismo total. En menos de 48 ó 72 horas, la familia asesinada por un criminal condenado a cadena perpetua que vivía en su casa, con una “pulsera” que podía quitarse sin demasiada dificultad, pasará al olvido. No habrá siquiera crónica periodística que conmemore la atrocidad hasta que no suceda un caso similar y, entonces, se realicen las cronologías de antecedentes en la materia. Cuando eso pase, las Argentinas paralelas volverán a horrorizarse y comentar en sobremesas una vez más. En ciertas latitudes, puede que sea una luz de alerta: si el tema no desaparece de las portadas con urgencia, corre peligro el despacho y la chapa de ministro o funcionario a cargo. ¿A cargo…?

Entretanto, hay Argentinas sectoriales que bregan, con lícito derecho, por sus intereses pues han puesto en ello esfuerzo y tiempo: el único recurso no renovable. Como es apreciable, no sólo difiere esta Argentina siamesa en el paisaje, sino también en sus posibilidades. Lejos de la distribución del ingreso, que apenas es un eslogan para recuperar la dilapidada caja oficial, el país se va deshaciendo. Divididos de este modo, es complejo aventurar un escenario donde, por ejemplo, un voto a conciencia en el Parlamento no sea una gesta magna, sino una conducta habitual; donde una conferencia de prensa sea parte de la rutina de quienes deben dar cuenta a la ciudadanía de su hacer y también de la metodología, no porque se busque desestabilizar, sino porque se los ha elegido, precisamente, para ejecutar políticas y no para encapricharse y crear antinomias y hostilidad.

La Argentina de Cristina, que es Kirchner

En este contexto, donde se ratifica, día tras día, que se hará lo opuesto a lo que demanda, en general, la sociedad, no es factible prever un escenario de verdadero diálogo. Seguirán los monólogos y las órdenes se ejecutarán hasta que el hartazgo y las demás Argentinas comiencen a mostrar que aún hay espacio para quienes quieren desertar. En definitiva, mientras la guerra inútil y absurda siga siendo el eje central, el campo de batalla en que se ha transformado la Argentina oficial irá perdiendo hombres, recursos y medios para sustentar el poder debilitado ya por la pérdida de energías que implica vivir en la confrontación y en la orgánica mentira. Sin adversario que acepte el rol de enemigo situándose en otro bando, no habrá manera de continuar. “Dos no pelean cuando uno no quiere”, reza el refrán.

Lo que sigue también es obviedad: el repliegue, la retirada, una suerte de final. Antes o después, cuando se tenga en claro de qué manera hacerlo para no mostrarse vencidos o para posicionarse como víctimas de algún invento conspirativo aunque no queden villanos o agoreros del mal que permitan ser utilizados como tal, se pulverizará ese epicentro que, en poco más de un lustro, logró diezmar la Argentina hasta convertirla en archipiélagos, en islas…

Mientras un discurso para inaugurar una muestra del sector agropecuario no pueda ser una alocución que ponga de manifiesto resultados y proyectos y deje asomar la dignidad de hacer Patria a través del trabajo rural, en vez de ser una coraza o un pedido para poder crecer y progresar; mientras las ideas y convicciones no se organicen y aúnen por sus semejanzas y objetivos, sino que se disipen y vendan según la conveniencia y oportunidad espacio-temporal, es muy difícil aventurar cambios de envergadura en estas latitudes.

Podrá convocarse a los medios, cambiarse un funcionario y hasta definirse teóricamente si quedarse con el Partido Justicialista o concertar que todo va a seguir medianamente igual. Ante este panorama, cualquier análisis político puede simplificarse haciendo un “ta-te-ti” de nombres que desertarán, infiriendo que el campo ganó con su muestra frente a la manipulada conferencia de prensa con reglamento y manual, suponiendo que el leitmotiv de la revuelta social cordobesa es fruto de un régimen obsoleto de coparticipación federal o probando que la previa se gestó en Balcarce 50.

En rigor, pueden analizarse puntos y comas de cada oratoria escuchada este fin de semana y concluir quién mintió y quién dijo la verdad, o a quién se aplaudió más. Pero nada de eso aporta a este rompecabezas deshecho en que se convirtió la Argentina. Hay que lograr que las fichas vuelvan a encastrarse de manera tal que quede armónico el paisaje. Y “podemos hacerlo ahora o esperar al 2011”. La paradoja es que la elección no es de nosotros ni de los demás. La decisión está del lado de la Argentina de Cristina que es Kirchner, o de Kirchner que es Cristina
profundización de un gesto que renovó el aire viciado.

Ni los políticos ni el Gobierno, sólo la sociedad puede lograr la profundización de un gesto que renovó el aire viciado.

Apenas una semana atrás, una suerte de hartazgo sofocaba a los argentinos, parecía que ni un milagro fuese posible en un país diezmado. Algunas voces acunaban vagas esperanzas pero no estaba claro si se trataba de deseos o pálpitos. Luego sobrevino la algarabía. Un número impreciso de ciudadanos relegaron, aunque sea por un rato, sus apetencias personales en pro de un objetivo común: un cambio. Las estadísticas perdieron ya el prestigio de antaño, de manera tal que no es fácil establecer cuantos argentinos rodearon el Monumento de los Españoles consustanciados con el campo, y cuántos estaban allí bregando simplemente para que se los considere humanos, cansados de vivir en el hastío, como rebaño.

En lo cotidiano, uno está dispuesto a aceptar versiones inexactas de ciertos acontecimientos. Un ejemplo banal: se puede hacer caso omiso al empleado que se excusa aduciendo que lo ha demorado el tránsito cuando, en verdad, Morfeo esa mañana no quiso que lo abandone temprano. Pero de ahí a que todos los días, sin excepción, uno soporte leer y escuchar índices fantásticos, y le griten que hay menos pobres, que los precios están bajando, y que aunque creamos vivir en Argentina, en la realidad (oficial) vivimos en Suiza, hay una diferencia más que intrínseca.

Ya intentaron hacernos creer que la inseguridad era una sensación y la inflación “una construcción mediática”. Nos vendieron discursos que, contrastados con lo cotidiano se vaciaron de coherencia. Ante los problemas no se buscaron soluciones, se los ha dilatado con contraataques y denuncias de complot y conspiraciones. De allí que, terminado el proceso parlamentario, y tras un inexplicable silencio de radio, la Presidente convocara a los legisladores del FpV que apoyaron, por convicción o por obediencia debida, su iniciativa pero no para evaluar errores sino para realinearlos. ¿Reflexionaron? No. Atacaron ferozmente a quienes votaron diferente, y salieron a decir que el tema está terminado, aclarando que de ninguna manera han sido derrotados. Nadie pretendía, sin embargo, ponerse el mote de triunfadores, razón por la cuál, la aclaración suena a fracaso autoproclamado, y saca a relucir la debilidad extrema de la jefe de Estado. No en vano las calles de Buenos Aires se empapelaron con carteles que rezan: “Ahora más que nunca, Fuerza Cristina” ¿Por qué “ahora más que nunca” si, desde el oficialismo, niegan un traspié y hablan de traiciones, en vez de ejercicio democrático?

Asimismo, que se festeje que, la Cámara Alta, obró sorteando amenazas y aprietes del Ejecutivo ratifica que la independencia de poderes es un mito. Más que celebrar habría que analizar cómo nos anestesiaron tantos años. Argentina nunca fue un paraíso. Hubo y hay blancos, grises y negros en todos los paisajes recorridos. Los argentinos podemos asumir el error de un gobierno, hay cierta costumbre y entrenamiento en ello. ¿Qué necesidad tienen de vender fortaleza cuando no la hay, en vez de convocar al grueso de las fuerzas políticas para aunar criterios en pro de una mejor gobernabilidad? La metodología del kirchnerismo es intrincada en demasía. Ha habido tantas trampas, y se han guardado tantos ases en la manga que enseñaron a desconfiar de todo cuanto dicen, y también de todo cuánto callan… ¿Por qué hay que creer que ahora lanzarán una gestión renovada? ¿De qué puede servir un cambio de gabinete, si es que lo hubiera, cuando las decisiones sólo pasan por una mente maniquea? Los ministros ni siquiera fueron funcionales a la Presidente, ¿o acaso hicieron algo que no fuera ejecutar órdenes del jefe de siempre? Hay que diferenciar cirugía de cosmética.

Es lícito disfrutar que la corrupción haya fallado pero, sobre un solo caso, no se puede erigir todo lo que implica un verdadero cambio, y menos aún cuando los actores no se han renovado, y es el mismo director quien sigue dirigiendo el teatro. La única transformación palpable está del otro lado: en los ciudadanos que decidieron no aceptar que le sigan vendiendo siempre idéntico espectáculo. Más que centrar la vista en la puesta en escena que se hará de ahora en más en Balcarce 50, conviene observar que la actitud cívica de las últimas semanas, no sea furtiva ni se haya apagado. El cambio social será más fructífero que el cambio político si consideramos quienes habitan la residencia de Olivos.

La necesidad de liderazgos sanos, de marcos de referencia, nos ha llevado muchas veces, a endiosar protagonistas efímeros. Después, ni el recuerdo los abriga porque “la memoria es porosa para el olvido” como decía Borges, o porque no eran dioses sino humanos y se confundieron, erraron como sucediera con Juan Carlos Blumberg. Ejemplos como estos deberían servir para que no sufra igual suerte, el vicepresidente Julio César Cobos. Su voto despertó fervor y merecidos aplausos. Más allá de la motivación, fue quién dio a los argentinos un soplo de aire fresco cuando comenzaba a faltar oxígeno y, en penumbras, casi no nos reconocíamos. Pero dejemos a la historia que lo defina con el adjetivo más preciso.

No es justo depositar en él, las esperanzas de todos, ni mucho menos situarlo en un pedestal donde estuvieron otros a quienes se ha derribado antes de que cante el gallo. ¿Para qué aventurarnos si hemos sufrido ya tantos desencantos? Dejemos que el tiempo decante y apostemos, más que a héroes repentinos, a las energías propulsoras de aquellos que, venciendo miedos y egoísmos, se movilizaron sin flaquear por un país distinto.

Ahora bien, es insólito que más de cien días de crisis pretendan resolverse con un oscuro decreto (ver, si no, la opinión de Gregorio Badeni al respecto). El “dar vuelta la hoja” que proclama el oficialismo huele más a estrategia para ocultar culpa e ineficiencia, que a toma de conciencia. Esperar que los Kirchner cambien frente a lo que ellos consideran apenas un percance generado por deslealtades, y no un error basado en la ceguera, el capricho y la soberbia, es tan ingenuo como peligroso. No puedo compartir el optimismo desmedido de muchos. Si nos quedamos en la algarabía del primer paso, nos olvidamos que hay que seguir caminando.

Cinco años alcanzan para tener una certera idea de quiénes, cómo y de qué forma están gobernando. Si algo hay que reconocer al matrimonio presidencial es la coherencia en sus modos y maneras. El “estilo K” ha grabado a fuego todos y cada uno de sus actos. Tanto la confrontación, la provocación, la conversión de adversarios en enemigos, como la concentración de poder, la soberbia y el revanchismo han estado presentes desde el 25 de mayo de 2003. No entremos a analizar la gestión de Kirchner como gobernador en el sur porque sería un golpe duro a la esperanza que recientemente conquistamos, aun cuando nada extraordinario haya pasado. Porque si analizamos fríamente, sólo pasó lo que pasa en una real democracia: funcionó el Senado. Qué la normalidad genere asombro no es buen dato... Pero claro, habrá que ver si hemos estado viviendo en un país realmente democrático o se nos ha estado engañado.

Rumores de futuros anuncios y reciclados hay demasiados. Conviene esperar a aventurarnos. Imaginarse a Néstor Kirchner alejado de la toma de decisiones es complicado; al respecto, la fábula de la rana y el escorpión algo ha enseñado.

Parafraseando a André Gide podríamos pedir que el cambio avizorado esté en la pupila más que en el objeto contemplado, porque sólo la sociedad puede lograr la profundización de un gesto que renovó el aire viciado. Esperar que el olmo dé peras es desdeñar este instante en que la gota cae en el río de Heráclito.

Roberto Cachanosky
Los problemas se multiplican, pero para los K no hay novedades

El matrimonio Kirchner y sus aliados continúan empecinados en negar la realidad y hacer su propia lectura sesgada de los hechos.

Cada vez es más evidente que los parches, las mentiras estadísticas y los discursos desde el atril buscando conspiradores internos y externos han dejado de tener la efectividad de una anestesia para intentar disimular los problemas de fondo de la economía y las crecientes complicaciones políticas.

Durante unos pocos días de la semana pasada, la crisis financiera internacional logró tapar, transitoriamente, los problemas internos, aunque no lo del todo dado que las desafortunadas palabras de Cristina Fernández hablando de la solidez de la economía argentina y recomendándoles a los norteamericanos que prepararan un plan B, dejó en evidencia la escasa humildad con que sigue manejándose el gobierno.

Desde el punto de vista político el juicio por las valijas de Antonini Wilson van destapando ollas de las que sale un olor nauseabundo. Es que cuando uno busca el poder absoluto y, por un tiempo, logra detentarlo, se siente libre de todo control y la tentación de actuar con total impunidad lo invade como una enfermedad, creyendo que los resortes que uno puede manejar conseguirán tapar todo lo que no se pude esconder bajo una democracia republicana. Sin embargo, los vientos políticos, más tarde o más temprano, suelen cambiar de rumbo, y, en ese momento, saltan todas las tapas de las ollas y el olor a podrido pasa a ser insoportable.

Pero no solamente la cuestión política tiende a complicarse con la creciente oposición del vicepresidente Cobos a los manejos arbitrarios del Ejecutivo, el pedido de la CGT, Moyano incluido, de declarar como crimen de lesa humanidad el asesinato del dirigente sindical Rucci o las sospechas que surgen sobre el financiamiento de la campaña electoral de Cristina Fernández con dinero del narcotráfico, sino que la economía empieza a mostrar claros síntomas de haber entrado en una lucha por la distribución por el ingreso.

El gobierno ha propuesto un aumento de $ 500 fijos no remunerativos como forma de tranquilizar a los dirigentes sindicales ante la creciente inflación. A su vez, los empresarios del sector industrial han salido a decir que no están en condiciones de afrontar nuevos incrementos de salarios. Es que este sector, al igual que el agropecuario, tiene que enfrentar una situación muy diferente a la de un par de años atrás.

En primer lugar, el eufemismo del tipo de cambio competitivo ha dejado de existir por efecto de la inflación interna que se comió el tipo de cambio real.

En segundo lugar, el consumo interno tiende a desacelerarse rápidamente por caída del ingreso real y por incertidumbre. Esto quiere decir que los productores locales tienen, actualmente, menor tasa de rentabilidad y, además, menores niveles de venta. Pero, al mismo tiempo, esos menores niveles de venta deben ser compartidos con crecientes importaciones por efecto de la caída del tipo de cambio real. Las suspensiones en algunas empresas del sector automotriz reflejan que el mercado interno ya no empuja como antes.

En tercer lugar, tenemos a Brasil devaluando su moneda frente al dólar, lo cual impulsará más exportaciones de ese país hacia la Argentina y menos de aquí hacia Brasil. El BCRA deberá empezar a mover hacia arriba el tipo de cambio y así comenzaremos a ver como precios, salarios y tipo de cambio empiezan la típica carrera pre crisis.

En cuarto lugar, la astucia que siempre se le otorgó a Néstor Kirchner para enfrentar situaciones complicadas parece empezar a diluirse. Es que, su esposa, salió a anunciar con bombos y platillos el pago al contado al Club de París como forma de recuperar la confianza en el mercado financiero luego del fisco de los U$S 1.000 millones que le prestó a tasas siderales el comandante Chávez. Ese anuncio, que tiende a diluirse, no consiguió frenar la desconfianza en la capacidad de pago del gobierno argentino al punto que el riesgo país superó los 1.000 puntos. Tampoco consiguió recuperar la credibilidad el anuncio del pago a los holdouts ni la recompra de títulos por parte del BCRA. Esto quiere decir que, mal que les pese al matrimonio, ya nadie cree en sus promesas y palabras, y la astucia de Kirchner con el manejo de la caja se ha agotado.

Pero como si todo esto fuera poco, el ninguneo que el gobierno le aplicó al campo durante meses luego de que este sector levantara sus actos de protesta, han colmado la paciencia de los productores y, nuevamente, tenemos a los productores en las rutas protestando.

Es que esta protesta puede llegar a ser peor que la anterior porque hay dos cosas que los Kirchner no entienden. En primer lugar, ellos deben pensar que los productores tiran las semillas de la soja, el trigo o el maíz y después de esparcirlas por sus campos se tiran en una reposera a tomar mate y comer asado mientras ven a crecer el yuyito o pastar a las vacas, y después se suben a la 4 x 4 para ir a pasear por el pueblo. Daría la sensación que para ellos, la producción agropecuaria es trabajo sin esfuerzo ni riesgo, y pura ganancia. Todavía no han advertido el grado de tecnología que maneja el campo, los riesgos climáticos que asumen, el costo de capital que hay en maquinarias y equipos y el profesionalismo con que se manejan los jóvenes productores que administran los establecimientos con criterios serios de administración de empresas.

El exabrupto de Kunkel diciendo que los productores le pidan al Cardenal Bergoglio que rece más fuerte para que llueva ante la sequía que padecen amplias zonas del país, refleja el grado de resentimiento con que se maneja el gobierno frente al campo luego de haber sido puesto de rodilla por toda la sociedad ante el atropello de la 125. Todo hace pensar que esa derrota política, que por cierto marcó un punto de inflexión en la era kirchnerista, es algo que todavía no ha podido digerir el kirchnerismo. Solo atina a descalificar a los productores y a burlarse de los problemas de sequía que afectan al país. Semejante comportamiento no es ni política ni estrategia. Simplemente es resentimiento y venganza ante quien no se dejó humillar.

El segundo punto que no entienden es que el precio de la soja ya no está en U$S 600 dólares y que los costos de los insumos aumentaron enormemente, lo que a su vez lleva a que los rendimientos por hectárea sean menores por menor uso de agroquímicos. Tampoco parece importarles que, por la sequía, los rindes hayan disminuido. Y, finalmente, parecen desconocer que cuando se producen este tipo de situaciones los primeros en desaparecer del mercado son los productores marginales, es decir, aquellas explotaciones más chicas y con menor rendimiento por hectárea. Es decir, los más chicos son los primeros en acusar el impacto porque tienen menor capacidad de resistencia.

Los que salieron y vuelven a salir a las rutas no son los dueños de los pools de siembra que tanto desprecia el gobierno. Si así fuera, la cantidad de manifestantes en Rosario y en Buenos Aries mostraría que el país está repleto de pooles de siembra.

El campo nuevamente en protesta, los sindicatos presionando por incrementos de salarios y la industria con menores márgenes de utilidad y ventas en bajas muestran una economía que tiende a languidecer.

Pero tan en las nubes viven en el gobierno, que mientras el impacto recesivo comienza a sentirse hasta en los comercios de las ciudades (basta con ver la cantidad de carteles que se ven en locales vacíos con el tradicional “se alquila”) ellos siguen viajando en helicóptero y usando el avión presidencial para irse los fines de semana al sur, todo a costa de los contribuyentes.

Mientras disfrutan de las fiestas de palacio, creen que el pueblo se queja de puro gusto, de simple egoísta que no quiere seguir manteniendo, a fuerza de impuestos, el despilfarro de la corte kirchnerista.

No vaya a ser cosa que al actual gobierno le pase lo mismo que a Luis XVI, que por seguir explotando al campesinado con impuestos abusivos terminó creando el caldo de cultivo para que se gestara la famosa Revolución Francesa. Alejado de toda realidad, el rey francés escribió en su diario el 11 de julio de 1789, por la mañana: “sin novedades”.

¿Quién desestabiliza al Gobierno?

En su iracundia discursiva, Néstor Kirchner no advierte que quien ha puesto el hacha sobre la raíces de la gestión de su esposa es precisamente él mismo.

El martes 15 de junio, en un extravagante discurso anti-campo, el cónyuge presidencial en retiro activo descargó su incontinencia verbal quizás para exculparse un pasado setentista que lo encontró ajeno al mismo.

En el agitado discurso –concluido con una transitoria pérdida de conciencia- el actual presidente del partido oficialista, mezcló el aceite con vinagre, intentando desatar su furia contra los ganaderos, agricultores, chacareros, tamberos y contratistas de consorcios de siembra. Olvidó agradecerles porque fueron ellos quienes proporcionaron una ingente cantidad de divisas para que el país se pusiera en marcha después de la fenomenal crisis del 2001 con las parcas del corralito, el default, la devaluación, el corralón y la pesificación asimétrica.

Por un instante, el discurso anti-campo, unió acontecimientos dantescos: los desasosiegos de la revolución libertadora de 1955, los comandos civiles, el entierro del cadáver de Evita en 1957 en el cementerio Maggiore de Milán, su traslado en 1971 a la residencia madrileña de Puerta de Hierro, los grupos de tarea de la dictadura militar de 1973 , el abrazo al almirante Isaac F. Rojas en 1989 y la gestión de un poderoso ministro de economía que tuvo la desdicha de ser nieto del fundador de la Sociedad Rural Argentina en 1866.

De esta mezcolanza el actual presidente de facto intentó elaborar un silogismo académico, deduciendo la conclusión de que los productores rurales de 2008, cobijan en sus pliegues a eternos golpistas que intentan desestabilizar el gobierno de la presidenta Cristina.

Sin embargo, su iracundia discursiva le impidió ver que quien ha puesto el hacha sobre la raíces del actual gobierno es precisamente él mismo. Porque no repara en juntar elementos desestabilizadores que afectan la sustentabilidad de la gestión.

A mano levantada podría ensayarse un croquis político, pero eso es harina de otro costal. Trataremos de analizar la situación basándonos exclusivamente en los elementos que nos brinda la ciencia de la administración según uno de sus máximos exponentes (Harold Koontz & Heinz Weirich, “Management: A global perspective”. Hay traducción al español de la 12ª edición, McGraw Hill Interamericana, México, 2006).

Ya sea para una empresa comercial, como para entidades sin fines de lucro o para organismos gubernamentales, la gestión razonable requiere que la máxima autoridad, cuente con la adecuada conformación de tres sistemas administrativos claves: el sistema de inteligencia, el sistema de deliberación y el sistema de ejecución.

Sistema de inteligencia

El sistema de inteligencia se refiere a la metódica y cuidadosa tarea estadística de recoger los datos numéricos que describen y miden la realidad circundante. Cuando el sistema de inteligencia es adecuado, el gobernante puede desempeñar profesionalmente su papel de estadista y comportarse como lo señala la etimología de la palabra.

El término “gobernante”, al igual que la palabra “cibernética”, provienen de un vocablo griego; “kubernete”, que significa nada menos que “timonel o navegante”.

Y el navegante, para conducir el barco, necesita de una serie de datos muy precisos que le brindan ciertos instrumentos imprescindibles, sin los cuales puede encallar o hundirse.

A esta altura de los acontecimientos no existe duda alguna que un secretario de Estado, por orden directa del cónyuge presidencial, realizó la increíble tarea de destruir el más idóneo instrumento de inteligencia económica que disponía el país. Se expulsaron a los mejores técnicos del INDEC, se desmantelaron las oficinas especializadas, se adulteraron los índices de precios, de pobreza, desocupación, de crecimiento, del producto bruto, del consumo y disponibilidad energética.

Últimamente, ha culminado esta bastarda tarea introduciendo una falsa metodología para calcular el índice del costo de vida que influye en cláusulas salariales y en los ajustes de los bonos emitidos por el Estado Argentino. Esa metodología trucha no tiene ningún aval científico del más insignificante nivel, pero sus reglas se guardan celosamente como si fueran el secreto nuclear de la guerra de las galaxias.

Lo mismo corresponde señalar sobre los datos de ejecución presupuestaria, que son desconocidos hasta que al cabo del tiempo aparecen informaciones parciales que indican, casi clandestinamente, en qué se ha gastado o despilfarrado el dinero obtenido de los contribuyentes.

Sistema de deliberación

El sistema de deliberación se compone de tres funciones imprescindibles: la consulta, el diálogo y el acuerdo.

Del mismo modo que se ha destruido el sistema de inteligencia, sin el cual la gestión de la presidente se hace a ciegas, el antiguo presidente en retiro activo, se ha ocupado de consolidar un esquema de deliberación caracterizado por la inoperancia de organismos verdaderamente asesores.

Tanto el INTA -en la crisis del agro- como CAMESSA -en la crisis de energía- son organismos de jerarquía científica, integrados por personas altamente expertas en estas materias, pero no son consultados para emitir opinión sobre sus asuntos.

En cuestiones de deliberación, el cónyuge presidencial se ocupó de anular los habituales procedimientos de consultas con personalidades de la ciencia, las academias, los especialistas, los líderes opositores, profesores e investigadores universitarios y científicos de relevancia mundial, como Otto T. Solbrig, profesor emérito en biología evolutiva de la universidad de Harvard, quien estuvo varias veces en el país y nunca ningún funcionario le pidió una opinión fundamentada sobre los temas que conoce profundamente.

Haciendo alarde de desaprensión, a nadie han citado ni requerido para brindar consejos técnicos sobre ninguno de los problemas que están cercando peligrosamente a la presidente.

Otra institución de deliberación política, tan tradicional como la existencia misma del gobierno, es el gabinete de ministros cuya función se ejerce solamente cuando los ministros se reúnen, presididos por la presidente y establecen un cambio de enfoques alcanzando lo que ha dado en llamarse “el acuerdo general de ministros”. Esa habitual reunión de gabinete, ha sido precisamente derogada en los últimos años por el cónyuge presidencial e iracundo orador de la manifestación anti-campo.

Por último, también se han repudiado otras prácticas habituales de los gobernantes que están atentos a cambios mundiales, traducidas en su participación en seminarios locales -como los que organiza IDEA- o en foros internacionales -como los de DAVOS, Suiza- o majestuosas exposiciones -como Expoagro de Armstrong, finalizada el 8 de marzo- que fuera la mayor y más importante exposición mundial en tecnología y práctica rural con la presencia de 206.000 visitantes y 6.500 expertos extranjeros interesados en conocer el secreto de la productividad y las técnicas de siembra directa, siembra de precisión, utilización de variedades transgénicas e incorporación de nutrientes al suelo practicados por los productores rurales argentinos.

Sin excepciones, todos estos mecanismos de deliberación y apreciación de la realidad, han sido rechazados por el antiguo presidente y siguen siéndolo por la actual presidente de la Nación.

Sistema de ejecución caótico

Además de los sistemas de inteligencia y deliberación, toda gestión eficiente necesita de un sistema de ejecución, que cuenta con reglas afianzadas por siglos de experiencia.

Pero, las prácticas microscópicas que pueden desarrollarse en una comunidad patagónica, con escaso número de habitantes como Santa Cruz, uniformidad casi absoluta de puestos públicos y sin un tráfico cultural o científico de significación, han marcado a fuego el estilo de ejecución que caracteriza al antiguo presidente. Ese estilo parece haber sido impuesto también a la actual presidente por su cónyuge.

Se trata de una primitiva obstinación tendiente a no delegar autoridad en ninguna persona, asumiendo uno mismo todas las tareas grandes o pequeñas, sin que nadie más tenga facultades para tomar decisiones.

Esta negativa a delegar autoridad se ha puesto en evidencia en las reiteradas desautorizaciones sufridas por el Jefe de Gabinete toda vez que intentaba llevar al despacho de Puerto Madero los acuerdos alcanzados con los representantes del campo. Irremediablemente recibía un veto y se le exigía una mortificante marcha atrás.

El personalísimo sistema de ejecución utilizado en la gestión patagónica fue trasladado al enorme escenario nacional, generando consecuencias caóticas, apreciadas en la tozudez de no descentralizar las licitaciones, concentrar las adjudicaciones y encomendar la ejecución de obras públicas a un grupo de empresas amigas, sospechosas de recurrir a sobreprecios.

Desde la más pequeña reparación de una escuelita rural hasta las obras faraónicas del tren bala, todo absolutamente se resuelve concentrando la ejecución en un ministerio de Planificación que, para colmo de las paradojas, carece de planes, tal como quedó demostrado cuando la Suprema Corte le exigió un plan para saneamiento ambiental del Riachuelo.

Tales prácticas barriales, unidas a un estilo que menosprecia el establecimiento de reglas previsibles y que salta de prioridad en prioridad según los intereses circunstanciales, han creado un sistema de ejecución de la obra pública repleto de anuncios pero huérfano de realizaciones.

Por haber afectado estos tres esenciales sistemas de gestión, el verdadero y único desestabilizador del gobierno de la presidente Cristina es su cónyuge en servicio activo, quien haría un acto de inapreciable servicio si se convenciera que su función más adecuada es la de pasar a revistar en la categoría militar de retiro efectivo.
Esperemos que el Gobierno advierta que lo que la sociedad espera es un llamado a la concordia en pos de una mejor vida para todos.

Si bien las formas del reconocimiento se alejan bastante de la hidalguía y la grandeza, los Kirchner derogaron la resolución 125. De nuevo las velocidades de Kirchnerlandia nos hacen recordar otra vez los días que corren entre que esto se escribe y la publicación. Pero pese a ese detalle podemos intentar algún análisis de lo que vendrá.

El decreto de anulación tiene formas más parecidas a las de una proclama que a la humildad del grande. De su terminología casi se desprende la creencia de que el gobierno no solo tiene razón e hizo todo bien sino que además, en realidad, ganó la discusión. Relata allí lo que a su juicio son una serie de actividades delictivas, de resulta de las cuales tuvo que dar marcha atrás en su posición. Curiosa conclusión la de un gobierno de la ley, que supuestamente reconoce deber bajarse de sus convicciones por la presión del delito.

Pero lo cierto es que la primera condición para que se pueda esperar un nuevo desarrollo a partir de ahora, está dada: el capricho de las retenciones móviles es historia.

¿Qué cabría esperar desde ahora? Todos coinciden, desde el Vicepresidente Cobos hasta el último de los argentinos bien nacidos, que la ciudadanía sensata aspira a vivir en paz, lejos de los insultos y de las crispaciones a las que inútilmente los Kirchner han sometido al país desde 2003. La gente necesita armonía, relajación, seguridad… vivir tranquila.

Para ello harían falta varios pasos. El primero, a regañadientes, se cumplió. Pero las formas en que ese paso se dio dan lugar a dudas sobre los siguientes. Ese trago de aceite de ricino que para el gobierno fue desandar el camino hasta el 10 de marzo, indica que han entendido poco.

Si el país comenzara a “ablandarse” y a dejar atrás las tensiones artificiales para mirar hacia adelante, a buscar la unión y dejar el “numerismo” completamente enterrado, quizás tengamos aun una oportunidad para vivir en paz.

Al día siguiente del voto de Cobos, tuve la oportunidad de conversar con el presidente de una importantísima empresa automotriz y no pude evitar preguntarle como veía esto desde el punto de vista de un extranjero que vive aquí pero que, evidentemente, está de paso en la Argentina. Me contestó con una enorme simpleza. Me dijo: “Esto es la democracia”.

Resulta revelador como el mismo hecho puede ser visto de manera tan diametralmente opuesta: para los partidarios del gobierno esto era el fin, un atentado a la democracia, una herida de muerte, el ejercicio de una actividad destituyente. Pera alguien criado en la cultura democrática, esto, precisamente, es la democracia.

Y no cabe duda de que para una parte mayoritaria de argentinos y el gobierno en particular, el concepto de democracia se ha confundido con el “numerismo”, es decir, con la rudimentaria idea de que la democracia consiste en que quien gana unas elecciones puede hacer lo que quiere con el país. Para esta forma de entender la democracia, esta consiste en imponerse en unas elecciones.

Afortunadamente la democracia es un sistema mucho más complejo que eso. La democracia implica un constante balance entre las opiniones sociales representadas en los poderes elegidos y éstos, tienen la libertad -y la obligación- de discutir y acordar los mejores compromisos para la suerte del todo. La voz cantante del que ganó no es la única y los argumentos racionales de una discusión pueden mover los votos de los legisladores hacia un lado y otro con independencia del resultado de las elecciones. La divergencia entre los votos legislativos y los votos electorales no es un atentado a la democracia, sino, al contrario, la democracia misma.

El “numerismo” le ha hecho un enorme daño a la Argentina. La ha llevado a tomar como normales cosas que no lo son. La ha llevado a creer por ejemplo que el Vicepresidente debe acompañar siempre la opinión del presidente cuya formula integró. Con estos criterios no haría falta ni su presencia ni la de los legisladores por las minorías, porque el “número electoral” tomado como sinónimo de la democracia siempre debería imponerse.

Es lamentable que el país se tome tanto tiempo para entender estas simplezas. Quizás sea ésa la diferencia que tiene con otros: los demás tienen una velocidad de aprendizaje mayor.

Apostemos a que eso cambie. A que comencemos a ver más temprano ciertas obviedades. Entre ellas, esperemos que el gobierno advierta que lo que la sociedad espera es un llamado a la paz y a la concordia. A la resignación de rencores y venganzas en pos de una mejor vida para todos.

Frente a estos ideales, existen algunos que hablan de “relanzamiento” del gobierno. ¿Qué entenderán por ello? ¿Sacar de la escena a los íconos inconfundibles de un idioma de furia que ha sido vencido por la aspiración a la concordia? ¿Mandar de vacaciones a los Néstor, a los D’Elía, a los Kunkel, a los Moreno, a los Pérsico, a los Bonafini? ¿O, al contrario, redoblar la apuesta (como siempre les gusto decir) y confirmar a los que ya son ministros y nombrar a los que no los son? Un Kirchner jefe de gabinete, con D’Elia y Bonafini en el elenco ministerial…

Las grandes disyuntivas de las naciones siempre terminan resolviéndose según la clase de gente que en esos momentos culminantes tiene en sus manos la suerte de las decisiones.

El renunciar al rencor y al resentimiento requiere cierta dosis de benignidad, de corazón abierto, de humildad, de grandeza verdadera y de cierta hombría de bien. La paz requiere de la bonhomía de los grandes.

Mi duda es si estamos en presencia de esa buena gente, de esas personas de sentimientos nobles que, dejando a un lado sus porfías personales, dan un paso hacia la unión de todos para que, en la diversidad, la armonía reine en una tierra ya cansada de tanta agitación
24/07/2008
Política Nacional / Alejandro Sala
Kirchner y sus contradicciones

El cuestionamiento del liderazgo del ex presidente sobre el peronismo es la consecuencia política más significativa del rechazo parlamentario de las retenciones móviles.

El fracaso del proyecto de aplicación de las retenciones móviles a las exportaciones agropecuarias no traerá aparejados cambios significativos en el escenario político. El kirchnerismo seguirá ocupando el centro de la escena y retendrá la iniciativa. Las fuerzas de oposición no han tenido una participación significativa y mucho menos decisiva en el desarrollo del conflicto entre el gobierno y los ruralistas y, por lo tanto, no han extraído de este episodio rédito sustancial alguno. La novedad radica en que el liderazgo del Néstor Kirchner sobre el peronismo ha quedado en entredicho. Aunque formalmente el santacruceño sigue siendo el líder del justicialismo, muchos dirigentes peronistas ponen en duda la conveniencia de extender excesivamente su crédito. Conviene, en este sentido, no engañarse en cuanto a que inclusive muchos gobernadores, intendentes y legisladores que acompañaron la posición del gobierno en su controversia con los productores agropecuarios no lo hicieron por convicción sino por razones de otras índoles que no viene al caso detallar.

Este hecho, la puesta en cuestión del liderazgo de Kirchner sobre el peronismo, es la consecuencia política más significativa de este resonante episodio. Es necesario aclarar que esto no significa que Kichner haya dejado de tener gravitación sobre el universo peronista pero sí que muchos que antes estaban firmemente encolumnados detrás del marido de la Presidenta ahora están abiertos a escuchar otras alternativas y los que antes no tenían espacio porque estaban distanciados de Kirchner, ahora tienen la oportunidad de hacerse oír. Sin embargo, no conviene sobredimensionar la significación de este fenómeno porque los adversarios internos del kirchnerismo están muy lejos de haber constituido una alternativa a la que quepa visualizar como viable. Han logrado, eso sí, abrirse un espacio y Kirchner, que antes podía ignorarlos, de ahora en más está obligado a prestarles atención.

Cabe suponer que una de las consecuencias de este conflicto será que, en adelante, el Congreso tendrá una mayor influencia en la vida política del país. También, posiblemente, los gobernadores se harán oír. Para un personaje como Kirchner, que no admite opiniones disonantes, la situación será difícil de sobrellevar pero no tiene alternativas. La magnitud del conflicto provocado por el estilo personalista del ex presidente no deja margen para que continúen este tipo de prácticas, las que eran tan habituales hasta hace algunos meses. Es por eso que cabe imaginar que Néstor Kirchner tendrá poca presencia personal en público al menos durante algunos meses y que el protagonismo visible quedará a cargo de su esposa, quien devotamente continuará ejecutando las indicaciones que su marido le vaya impartiendo. Esto le permitirá al kirchnerismo recomponer su imagen y replantear su estrategia para adecuarla a las nuevas circunstancias.

La duda que surge es si el gobierno logrará reacomodarse al nuevo escenario. Los antecedentes señalan que le resultará difícil pero tampoco hay que imaginar que el kirchnerismo no podrá redefinir su perfil político. Néstor Kichner es un político experimentado y sabe cuáles son las reglas del juego. Por lo tanto, es lógico imaginar que sabrá adecuarse a las nuevas circunstancias. Desde ya que no modificará el sentido esencial de su política, la cual seguirá orientada, como ya lo han expresado reiteradamente muchos dirigentes kirchneristas, a promover la redistribución de la riqueza.

La otra cuestión que se plantea es que, probablemente, la situación económica experimente un creciente deterioro de aquí en más. Como la orientación que es necesario darle a la política económica para reencauzarla es opuesta a la que conviene a los objetivos políticos del gobierno, se plantea en este punto un problema sumamente difícil de resolver. Economía tambaleante y cuestionamientos internos en el propio peronismo configuran un cóctel explosivo para que lo maneje el kirchnerismo. Los adversarios internos del gobierno no le van a perdonar que la situación económica se deteriore pero para que la economía se encarrile hay que resignar la fantasía de redistribuir la riqueza. Esta contradicción le plantea un problema sin solución al gobierno. Hay que entender que, cuando Kirchner afirma que la redistribución de la riqueza es un contenido central de su gobierno, está diciendo la verdad. Kirchner piensa así y es consecuente con la posición política que tuvo a lo largo de toda su vida, desde sus inicios en la década del ’70 cuando coqueteaba con los montoneros. Kirchner nunca ha sido ideológicamente hipócrita ni ambiguo.

Por supuesto que quienes comprendemos los fundamentos básicos de la economía sabemos que el proyecto político del gobierno es impracticable. Los kirchneristas no lo entienden así y por eso están inmersos en una pendiente declinante, cuya primer y estruendosa manifestación fue el fracaso en su propósito de imponer las retenciones móviles a las exportaciones agropecuarias. En los próximos meses cabe esperar que intenten recomponer el rumbo y es posible que obtengan algún éxito pasajero, ayudados, paradójicamente, por el hecho de que están en una posición política débil, lo que los obligará a resignar sus convicciones más profundas. Pero cuando haya pasado este primer momento de derrota, seguramente insistirán con sus iniciativas alocadas y, entonces sí, quedarán expuestos al riesgo del desmoronamiento definitivo, al cual sucederá alguna otra de las infinitas versiones que puede ofrecer el siempre camaleónico peronismo.
Se confirma el rumbo de colisión

ublicada 28/07/2008
Al inicio de la semana / Roberto Cachanosky
Se confirma el rumbo de colisión




En mi nota anterior, me mostraba escéptico sobre un posible cambio en las formas y el fondo de la política de Cristina Fernández de Kirchner a partir de la derrota que sufrieron en el Senado, no solo a manos de Cobos, sino de una importante cantidad de senadores peronistas y radicales k que no acompañaron el proyecto oficialista.

¿Por qué pensar que los Kirchner iban a aprovechar las nuevas circunstancias para cambiar, si durante 5 años vinieron desaprovechando las fabulosas oportunidades que nos dieron los mercados internacionales para lanzar una etapa de crecimientos sostenido?

La sola lectura de los fundamentos del decreto que debería haber derogado la resolución 125 reflejan ese espíritu de confrontación permanente que ya no puede explicarse como una táctica política sino que, desde mi punto de vista, ha pasado a ser tema de otras disciplinas como la psiquiatría. Y no es una ironía el hacer referencia a las ciencias médicas dado que no es fácil explicar porqué causa el matrimonio presidencial parece gozar tanto con la agresión verbal, la división de la sociedad y las descalificaciones. Los dichos de Cristina Fernández de Kirchner sosteniendo que la clase media se equivoca si cree que su progreso se debe a su esfuerzo personal, sino que se debe a las políticas por ella aplicadas, son una clara muestra de ese comportamiento de agredir a los sectores que, ya en el 2007, no la acompañaron con su voto. Así que los Kirchner parecieran tener una incontenible vocación por ganarse enemigos. Si en el 2007 la clase media urbana le votó en contra y en el 2008 el matrimonio no tuvo mejor idea que pelearse con los sectores rurales que la apoyaron con su voto, lejos estamos de poder apelar al análisis político para explicar semejante comportamiento. Claramente el matrimonio está decidido a chocar el barco contra el iceberg y hasta pareciera estar disfrutando con los destrozos que van a causar.

No debe extrañar, entonces, que el leal ex jefe de Gabinete, Alberto Fernández, haya optado por saltar del barco, haciéndome recordar el salto que, oportunamente, también dio Roberto Lavagna allá por fines del 2005 cuando la inflación empezaba a convertirse en un dolor de cabeza.

Nuevamente, con la renuncia de Fernández, comenzaron los comentarios sobre la oportunidad que tenía la presidente de oxigenar su gobierno, de cambiar el gabinete y de alejar a su marido de la gestión presidencial.

Bastó que, otra vez, los analistas formularan esta última sugerencia para que, nuevamente, Cristina decidiera, en un mismo día, acudir a dos actos públicos junto con su marido. ¿Cuál es el mensaje que uno recibe frente a semejante comportamiento? Ni se les ocurra que voy a cambiar.

Otro dato a tener en cuenta. Quienes apostaron a que luego del cachetazo en el Senado y la renuncia de Fernández venía el dialogo, el nuevo secretario de Agricultura dijo que no iba a recibir a la Comisión de Enlace del campo sino que iba a recibir a las entidades por separado. En otras palabras, de entrada plantea un conflicto innecesario, forzando una nueva situación de conflicto, de la cual parece gozar el elenco gubernamental.

Hagamos un pequeño resumen de la situación del matrimonio presidencial. Electoralmente tiene en contra a los grandes centros urbanos y a las zonas rurales. Solo les queda (¿?) el conurbano bonaerense siempre y cuando la inflación no termine de alejarlos del oficialismo.

La caja que los ayudaba a disciplinar a gobernadores e intendentes ya no es tan abundante (¿lo habrá percibido Alberto y por eso renunció?). Basta con ver las transferencias de recursos no coparticipables a las provincias para darse cuenta que estas empiezan a estar en serios problemas. Cuando se compara el primer semestre de este año con el primer semestre del año pasado, las transferencias a las provincias subieron solamente el 10%. Muy por debajo de la inflación y del 36% que se incrementaron los gastos corrientes.

El otro dato relevante es que los gastos de capital, obras públicas, subieron nada más que el 17,4% primer semestre contra primer semestre. Como referencia vale la pena tener en cuenta que en el electoral primer semestre del 2007 los gastos de capital aumentaron el 42% con relación al primer semestre del 2006.

En otras palabras, la pregunta que deben estar formulándose más de un gobernador e intendente K, es, ¿para qué alinearme con el matrimonio si tengo problemas financieros y, encima, no me mandan plata para las obras públicas? El apoyo al matrimonio empieza a ser puro costo y cero beneficio para más de un intendente y gobernador.

Como si todo esto fuera poco, la inflación no solo se ha comido los salarios reales, llevando a nuevas negociaciones, sino que el llamado tipo de cambio competitivo ha dejado de serlo. Como referencia, tomemos el “Índice Big Mac” que elabora la revista The Economist. En abril del 2003 un Big Mac costaba U$S 2,70 en EE.UU. y U$S 1,43 en Argentina (el tipo de cambio, en ese momento, era de $ 2,88). En julio de este año un Big Mac en EE.UU. cuesta U$S 3,57 y en Argentina U$S 3,64. Este solo dato confirma mis anteriores afirmaciones de que el tipo de cambio real ha vuelto a los niveles del 2001, con lo cual el corazón de la política económica del Gobierno ha quedado destruido.

De los superávit gemelos, vemos que el superávit de balance comercial tiende a evaporarse, por un menor ritmo de crecimiento de las exportaciones y por un acelerado aumento de las importaciones, sobre todo por el incremento de las importaciones de combustibles para paliar la crisis energética. En el primer semestre de este año, dichas importaciones se duplicaron respecto al 2007. Paralelamente el superávit fiscal, cuando se le quita la contabilidad creativa, también se deteriora. Así que los superávit gemelos también tienden a desaparecer.

En síntesis, no sólo los Kirchner siguen batiendo récords en la tarea de conquistar más enemigos políticos sino que, encima, la economía ya no les sonríe como un par de años atrás.

A pesar de todo eso, no están dispuestos a cambiar el rumbo y muestran una férrea decisión de seguir con la confrontación, ya sea por estrategia o por cuestiones que, a esta altura, solo la psiquiatría puede explicar.





Todo pasa y todo queda-Política Nacional / Gabriela Pousa
Publicada 28/07/2008
Política Nacional / Gabriela Pousa
Todo pasa y todo queda



“Pero no era la felicidad, era tan sólo una tregua.”
Mario Benedetti
Ante todo, debería aclarar que estas líneas no pueden considerarse sino como un aporte al gobierno nacional. De no ser interpretadas de ese modo, entonces, basta decir que son apenas “conjeturas” que no intimidan y mucho menos desestabilizan (ver, al respecto, reciente jurisprudencia).

¿Por qué esta aclaración? Pues porque cualquier opinión manifiesta que no concuerde con el deseo del matrimonio que ocupa la presidencia, parece tener acceso directo a alguna lista donde el oficialismo aglutina conspiradores, desestabilizadores, etc. Lista que por cierto, es cada vez más extensa. En breve, poca será la diferencia entre esta y la guía, sumando claro está, las páginas blancas, las doradas y las páginas amarillas…

Entre tanto, “todo pasa y todo queda”, como dice el poeta. La mejor exégesis del llamado “nuevo” escenario político nacional, la da una sola imagen ratificando aquello que suele decirse cuando se le adjudica mayor definición que mil palabras: a escasos minutos de la asunción, el flamante Jefe de Gabinete, se sentó entre medio de Julio De Vido y Ricardo Jaime. Una perfecta fotografía de la realidad. Más allá de sus manifiestas buenas voluntades, que en política lamentablemente no gravitan, Sergio Massa inauguró su asenso con una suerte de cátedra sobre los beneficios de la nacionalización de Aerolíneas Argentinas. Como si el cargo no lo hubiera sorprendido, como si hubiese estado estudiando el libreto a recitar con antelación a aquello que se presentó a la ciudadanía como medida sorpresiva ante un “portazo” inesperado para quienes habitan la residencia de Olivos. En algún momento habrá que detenerse a analizar por qué todo cuanto sucede tiene un tufillo diferente a cómo se lo vende…

La llamada “oxigenación” pedida por diferentes sectores de la sociedad tras la, ahora asumida, derrota del kirchnerismo en el Senado derivó en la salida del inefable Alberto Fernández capaz de conmover peligrosamente, aunque sea por un instante, con su crítica sagaz a ciertos des-manejos de los últimos conflictos en el seno del poder, dilatados pero no resueltos, es decir, tratados al mejor “estilo K”. Estilo que sigue en su apogeo sin que se lo haya abandonado jamás.

Ahora bien, el primer síntoma a tener en cuenta es la desmedida algarabía por una partida, (posiblemente maquillada o furtiva), y el arribo de Sergio Massa como si este llegara con una varita mágica a renovar en forma inmediata la función pública. Es obvio que los argentinos necesitan aferrarse a una esperanza con desesperación casi malsana. Basta observar cómo el vicepresidente, Julio Cobos, se transformó en héroe de la noche a la mañana, para entender la conducta social característica de un pueblo sumido en la carencia, y anoticiado tardíamente del fraude que representó votar a Cristina Fernández si daba lo mismo no votar, y que Néstor Kirchner siguiera, como sigue, en su lugar.

Los signos de madurez que, de tanto en tanto, algunas manifestaciones populares dejan aflorar, no terminan de afianzarse, y se pasa raudamente de la crisis a la naturalidad. Es cierto que los procesos de transformación social siempre fueron largos, con un sinfín de vaivenes en el medio de la trama donde se suelen gestar. En ese sentido es injusto juzgar cuando los cambios aún no se han producido y hay asignaturas pendientes que saldar.

Este reemplazo de un funcionario o dos, con amenazas de algunos más que se supone, antes o después, también se irán es superficial frente al reclamo de “oxigenación”. Y es que el problema central no son los nombres sino la permanencia de un modelo de hacer política, basado en la confrontación, el apriete y la división social, que se perpetúa sin que nada lo haya alterado y sin que la experiencia enseñe o el fracaso convoque a la reflexión en vez de asentar la porfía del error. No es Guillermo Moreno ni siquiera Luis D’Elía el problema. El problema es la metodología kirchnerista cualquiera sea quien la ejecute más abajo o más arriba. Ni el INDEC, ni las retenciones, ni las tarifas o la nacionalización de Aerolíneas son conflictivos por sí mismos.

Las demandas perentorias de la gente desoídas, los inocultables traspiés, el visible rumbo cuesta abajo en el que vamos no han generado reacciones consecuentes con un cambio. Posiblemente, pretender que la sociedad política y conyugal que dirige a la Argentina, reaccione frente a lo evidente es pedir una transformación estructural, para la cual han demostrado, innumerablemente, absoluta incapacidad y desgano soberano.

Ante el estallido del conflicto, apenas si responden con un retiro “espiritual” en El Calafate, un silencio que dura entre 48 y 72 horas no más, y la ratificación del “estilo K” con redoblada apuesta a un modo de gobernar y de vivir, el cual si se quiere es aún más complicado y difícil de alterar. La crispación, la altanería y la estrategia del as en la manga mantienen a la ciudadanía en un estado de incertidumbre que no le permite definir si creer y apostar, regresar al hastío o mantenerse alerta porque puede llegar, en el momento menos pensado, la estocada final.

Lo cierto es que, en el mientras tanto, “todo pasa y todo queda”. Pasó la glorificación de Alfredo De Angeli cuyo paradero ni siquiera se sabe ya, pasó la ausencia en el escenario de Néstor Kirchner generando una inexplicable sensación de regreso al llano, situación impensable tratándose, nada más ni nada menos, que del artífice del “estilo K”, pasó el festejo del campo al tamizar que, sin política agropecuaria con reglas de juego definidas y respetadas, no hay forma de progresar, pasó el vendaval de oxígeno y excitación que provocó en el Senado una oratoria sin gritos ni agravios desempatando a favor del reclamo social…

Pasó tanto en realidad que los almanaques parece que hubiesen dejado caer hojas en cantidad, y sin embargo, fueron pocos días, un par de semanas, nada más. Y todo está maquillado pero esencialmente igual. No se trata de pesimismo ni de profecía porque definir lo que vendrá es casi un enigma, un rompecabezas con fichas que no encastran para avizorar un escenario de progreso y paz u otro de conflictividad que derive en una nueva batalla campal.

Lo cierto es que, el sector agropecuario, aportó mucho más que un reclamo sectorial. Legó una radiografía sin distorsión de la metodología kirchnerista incapaz de variar por su naturaleza intrínseca. Si las voces que se sumaron al grito rural acallan creyendo que, alterando nombres en un gabinete que no gestionó jamás, las soluciones ya están; antes de lo pensado volveremos a encontrarnos señalados, etiquetados y vueltos a convertir en enemigos desprevenidos en medio de una guerra que sólo en apariencia había cesado. Sino, ¿por qué, en Balcarce 50, sigue acumulándose arsenal? Se disparan entre ellos con agravios, y afanosamente se busca la figura capaz de devolver alguna suerte de unidad que sólo la mentada “caja” oficial, cuando estuvo abultada, pudo conquistar.
Demasiadas Argentinas en una misma geografía
04/08/2008
Política Nacional / Gabriela Pousa
Demasiadas Argentinas en una misma geografía

El país, completamente fragmentado y dividido, se debate entre diferentes realidades, necesidades, prioridades y destinos.

Parece mentira cómo se va transformando la Argentina. Poco queda de aquel país que conocí a través del diálogo con mi abuelo, argentino por opción. No reconozco ni el paisaje urbano ni siquiera al porteño o al provinciano tal como él los describía. Pareciera que los códigos y valores que acunaron a tantas generaciones se fueron desdibujando. Quizás eso puede que sea un mal universal. No somos, los argentinos, como a veces se cree, ni los mejores ni tampoco los peores. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, la división de la sociedad forjó o puso en evidencia un sinfín de diferencias que hacen visible la partición misma de la nación.

Hay un país lidiando por sobrevivir, afrontando luchas que jamás hubiese creído tener que encarar porque no fue formado para la batalla, sino para la civilidad.

Hay otra Argentina que simplemente espera, con mayor o menor ansiedad, el regreso a la cordura. Resulta extraño decirlo, pero aquello que se aguarda es: “normalidad”.

También está la República soñando con volver a ser, con recomponer la institucionalidad que lejos está de reducirse a una rueda de prensa donde se responde a los interrogantes con oratoria adornada, eufemismos, burlas y palabras vacías, sin contenido.

Y está esa otra nación que excede todo esto, que vive en una realidad propia, limitada a los metros cuadrados donde ha quedado confinada. Una Argentina transformada en herramienta clientelista para los objetivos de la dirigencia, sin ideal.

Ese país, que es un medio y no un fin en sí mismo, no estaba el sábado en La Rural ni en Olivos. Mientras Cristina Fernández de Kirchner sonreía tensa a las cámaras, tal vez más preocupada porque no se le corriera el rímel ni se advirtieran las cirugías, esa fracción de la Argentina sepultaba dos criaturas. Dos víctimas de la desidia, de quienes están más atareados en demostrar quién manda que en el mismísimo ejercicio de mando.

Para el Ejecutivo, el hallazgo macabro de restos humanos no vale nada, a no ser que pueda utilizarse como epopeya de una política de “derechos humanos”, en exceso desvirtuados. Política de anticuario: los huesos de desaparecidos en los años setenta cotizan más que aquellos hallados en estos días. Los dos chiquitos masacrados y sus padres enterrados horas antes pertenecen a la Argentina anémica, al país de la acefalía. Un área donde la marginalidad es soberana y la sangre corre con la impunidad que da el saber que, a las demás Argentinas, esto no les importa nada.

Claro, si se tuviera que hacer un minuto de silencio cada vez que se halla un cuerpo víctima de la inseguridad –o, para dejar de lado los eufemismos, víctima del desgobierno y de una justicia incomprensible e irracional–, sería este un escenario sumido en un mutismo total. En menos de 48 ó 72 horas, la familia asesinada por un criminal condenado a cadena perpetua que vivía en su casa, con una “pulsera” que podía quitarse sin demasiada dificultad, pasará al olvido. No habrá siquiera crónica periodística que conmemore la atrocidad hasta que no suceda un caso similar y, entonces, se realicen las cronologías de antecedentes en la materia. Cuando eso pase, las Argentinas paralelas volverán a horrorizarse y comentar en sobremesas una vez más. En ciertas latitudes, puede que sea una luz de alerta: si el tema no desaparece de las portadas con urgencia, corre peligro el despacho y la chapa de ministro o funcionario a cargo. ¿A cargo…?

Entretanto, hay Argentinas sectoriales que bregan, con lícito derecho, por sus intereses pues han puesto en ello esfuerzo y tiempo: el único recurso no renovable. Como es apreciable, no sólo difiere esta Argentina siamesa en el paisaje, sino también en sus posibilidades. Lejos de la distribución del ingreso, que apenas es un eslogan para recuperar la dilapidada caja oficial, el país se va deshaciendo. Divididos de este modo, es complejo aventurar un escenario donde, por ejemplo, un voto a conciencia en el Parlamento no sea una gesta magna, sino una conducta habitual; donde una conferencia de prensa sea parte de la rutina de quienes deben dar cuenta a la ciudadanía de su hacer y también de la metodología, no porque se busque desestabilizar, sino porque se los ha elegido, precisamente, para ejecutar políticas y no para encapricharse y crear antinomias y hostilidad.

La Argentina de Cristina, que es Kirchner

En este contexto, donde se ratifica, día tras día, que se hará lo opuesto a lo que demanda, en general, la sociedad, no es factible prever un escenario de verdadero diálogo. Seguirán los monólogos y las órdenes se ejecutarán hasta que el hartazgo y las demás Argentinas comiencen a mostrar que aún hay espacio para quienes quieren desertar. En definitiva, mientras la guerra inútil y absurda siga siendo el eje central, el campo de batalla en que se ha transformado la Argentina oficial irá perdiendo hombres, recursos y medios para sustentar el poder debilitado ya por la pérdida de energías que implica vivir en la confrontación y en la orgánica mentira. Sin adversario que acepte el rol de enemigo situándose en otro bando, no habrá manera de continuar. “Dos no pelean cuando uno no quiere”, reza el refrán.

Lo que sigue también es obviedad: el repliegue, la retirada, una suerte de final. Antes o después, cuando se tenga en claro de qué manera hacerlo para no mostrarse vencidos o para posicionarse como víctimas de algún invento conspirativo aunque no queden villanos o agoreros del mal que permitan ser utilizados como tal, se pulverizará ese epicentro que, en poco más de un lustro, logró diezmar la Argentina hasta convertirla en archipiélagos, en islas…

Mientras un discurso para inaugurar una muestra del sector agropecuario no pueda ser una alocución que ponga de manifiesto resultados y proyectos y deje asomar la dignidad de hacer Patria a través del trabajo rural, en vez de ser una coraza o un pedido para poder crecer y progresar; mientras las ideas y convicciones no se organicen y aúnen por sus semejanzas y objetivos, sino que se disipen y vendan según la conveniencia y oportunidad espacio-temporal, es muy difícil aventurar cambios de envergadura en estas latitudes.

Podrá convocarse a los medios, cambiarse un funcionario y hasta definirse teóricamente si quedarse con el Partido Justicialista o concertar que todo va a seguir medianamente igual. Ante este panorama, cualquier análisis político puede simplificarse haciendo un “ta-te-ti” de nombres que desertarán, infiriendo que el campo ganó con su muestra frente a la manipulada conferencia de prensa con reglamento y manual, suponiendo que el leitmotiv de la revuelta social cordobesa es fruto de un régimen obsoleto de coparticipación federal o probando que la previa se gestó en Balcarce 50.

En rigor, pueden analizarse puntos y comas de cada oratoria escuchada este fin de semana y concluir quién mintió y quién dijo la verdad, o a quién se aplaudió más. Pero nada de eso aporta a este rompecabezas deshecho en que se convirtió la Argentina. Hay que lograr que las fichas vuelvan a encastrarse de manera tal que quede armónico el paisaje. Y “podemos hacerlo ahora o esperar al 2011”. La paradoja es que la elección no es de nosotros ni de los demás. La decisión está del lado de la Argentina de Cristina que es Kirchner, o de Kirchner que es Cristina
profundización de un gesto que renovó el aire viciado.

Ni los políticos ni el Gobierno, sólo la sociedad puede lograr la profundización de un gesto que renovó el aire viciado.

Apenas una semana atrás, una suerte de hartazgo sofocaba a los argentinos, parecía que ni un milagro fuese posible en un país diezmado. Algunas voces acunaban vagas esperanzas pero no estaba claro si se trataba de deseos o pálpitos. Luego sobrevino la algarabía. Un número impreciso de ciudadanos relegaron, aunque sea por un rato, sus apetencias personales en pro de un objetivo común: un cambio. Las estadísticas perdieron ya el prestigio de antaño, de manera tal que no es fácil establecer cuantos argentinos rodearon el Monumento de los Españoles consustanciados con el campo, y cuántos estaban allí bregando simplemente para que se los considere humanos, cansados de vivir en el hastío, como rebaño.

En lo cotidiano, uno está dispuesto a aceptar versiones inexactas de ciertos acontecimientos. Un ejemplo banal: se puede hacer caso omiso al empleado que se excusa aduciendo que lo ha demorado el tránsito cuando, en verdad, Morfeo esa mañana no quiso que lo abandone temprano. Pero de ahí a que todos los días, sin excepción, uno soporte leer y escuchar índices fantásticos, y le griten que hay menos pobres, que los precios están bajando, y que aunque creamos vivir en Argentina, en la realidad (oficial) vivimos en Suiza, hay una diferencia más que intrínseca.

Ya intentaron hacernos creer que la inseguridad era una sensación y la inflación “una construcción mediática”. Nos vendieron discursos que, contrastados con lo cotidiano se vaciaron de coherencia. Ante los problemas no se buscaron soluciones, se los ha dilatado con contraataques y denuncias de complot y conspiraciones. De allí que, terminado el proceso parlamentario, y tras un inexplicable silencio de radio, la Presidente convocara a los legisladores del FpV que apoyaron, por convicción o por obediencia debida, su iniciativa pero no para evaluar errores sino para realinearlos. ¿Reflexionaron? No. Atacaron ferozmente a quienes votaron diferente, y salieron a decir que el tema está terminado, aclarando que de ninguna manera han sido derrotados. Nadie pretendía, sin embargo, ponerse el mote de triunfadores, razón por la cuál, la aclaración suena a fracaso autoproclamado, y saca a relucir la debilidad extrema de la jefe de Estado. No en vano las calles de Buenos Aires se empapelaron con carteles que rezan: “Ahora más que nunca, Fuerza Cristina” ¿Por qué “ahora más que nunca” si, desde el oficialismo, niegan un traspié y hablan de traiciones, en vez de ejercicio democrático?

Asimismo, que se festeje que, la Cámara Alta, obró sorteando amenazas y aprietes del Ejecutivo ratifica que la independencia de poderes es un mito. Más que celebrar habría que analizar cómo nos anestesiaron tantos años. Argentina nunca fue un paraíso. Hubo y hay blancos, grises y negros en todos los paisajes recorridos. Los argentinos podemos asumir el error de un gobierno, hay cierta costumbre y entrenamiento en ello. ¿Qué necesidad tienen de vender fortaleza cuando no la hay, en vez de convocar al grueso de las fuerzas políticas para aunar criterios en pro de una mejor gobernabilidad? La metodología del kirchnerismo es intrincada en demasía. Ha habido tantas trampas, y se han guardado tantos ases en la manga que enseñaron a desconfiar de todo cuanto dicen, y también de todo cuánto callan… ¿Por qué hay que creer que ahora lanzarán una gestión renovada? ¿De qué puede servir un cambio de gabinete, si es que lo hubiera, cuando las decisiones sólo pasan por una mente maniquea? Los ministros ni siquiera fueron funcionales a la Presidente, ¿o acaso hicieron algo que no fuera ejecutar órdenes del jefe de siempre? Hay que diferenciar cirugía de cosmética.

Es lícito disfrutar que la corrupción haya fallado pero, sobre un solo caso, no se puede erigir todo lo que implica un verdadero cambio, y menos aún cuando los actores no se han renovado, y es el mismo director quien sigue dirigiendo el teatro. La única transformación palpable está del otro lado: en los ciudadanos que decidieron no aceptar que le sigan vendiendo siempre idéntico espectáculo. Más que centrar la vista en la puesta en escena que se hará de ahora en más en Balcarce 50, conviene observar que la actitud cívica de las últimas semanas, no sea furtiva ni se haya apagado. El cambio social será más fructífero que el cambio político si consideramos quienes habitan la residencia de Olivos.

La necesidad de liderazgos sanos, de marcos de referencia, nos ha llevado muchas veces, a endiosar protagonistas efímeros. Después, ni el recuerdo los abriga porque “la memoria es porosa para el olvido” como decía Borges, o porque no eran dioses sino humanos y se confundieron, erraron como sucediera con Juan Carlos Blumberg. Ejemplos como estos deberían servir para que no sufra igual suerte, el vicepresidente Julio César Cobos. Su voto despertó fervor y merecidos aplausos. Más allá de la motivación, fue quién dio a los argentinos un soplo de aire fresco cuando comenzaba a faltar oxígeno y, en penumbras, casi no nos reconocíamos. Pero dejemos a la historia que lo defina con el adjetivo más preciso.

No es justo depositar en él, las esperanzas de todos, ni mucho menos situarlo en un pedestal donde estuvieron otros a quienes se ha derribado antes de que cante el gallo. ¿Para qué aventurarnos si hemos sufrido ya tantos desencantos? Dejemos que el tiempo decante y apostemos, más que a héroes repentinos, a las energías propulsoras de aquellos que, venciendo miedos y egoísmos, se movilizaron sin flaquear por un país distinto.

Ahora bien, es insólito que más de cien días de crisis pretendan resolverse con un oscuro decreto (ver, si no, la opinión de Gregorio Badeni al respecto). El “dar vuelta la hoja” que proclama el oficialismo huele más a estrategia para ocultar culpa e ineficiencia, que a toma de conciencia. Esperar que los Kirchner cambien frente a lo que ellos consideran apenas un percance generado por deslealtades, y no un error basado en la ceguera, el capricho y la soberbia, es tan ingenuo como peligroso. No puedo compartir el optimismo desmedido de muchos. Si nos quedamos en la algarabía del primer paso, nos olvidamos que hay que seguir caminando.

Cinco años alcanzan para tener una certera idea de quiénes, cómo y de qué forma están gobernando. Si algo hay que reconocer al matrimonio presidencial es la coherencia en sus modos y maneras. El “estilo K” ha grabado a fuego todos y cada uno de sus actos. Tanto la confrontación, la provocación, la conversión de adversarios en enemigos, como la concentración de poder, la soberbia y el revanchismo han estado presentes desde el 25 de mayo de 2003. No entremos a analizar la gestión de Kirchner como gobernador en el sur porque sería un golpe duro a la esperanza que recientemente conquistamos, aun cuando nada extraordinario haya pasado. Porque si analizamos fríamente, sólo pasó lo que pasa en una real democracia: funcionó el Senado. Qué la normalidad genere asombro no es buen dato... Pero claro, habrá que ver si hemos estado viviendo en un país realmente democrático o se nos ha estado engañado.

Rumores de futuros anuncios y reciclados hay demasiados. Conviene esperar a aventurarnos. Imaginarse a Néstor Kirchner alejado de la toma de decisiones es complicado; al respecto, la fábula de la rana y el escorpión algo ha enseñado.

Parafraseando a André Gide podríamos pedir que el cambio avizorado esté en la pupila más que en el objeto contemplado, porque sólo la sociedad puede lograr la profundización de un gesto que renovó el aire viciado. Esperar que el olmo dé peras es desdeñar este instante en que la gota cae en el río de Heráclito.

Roberto Cachanosky
Los problemas se multiplican, pero para los K no hay novedades

El matrimonio Kirchner y sus aliados continúan empecinados en negar la realidad y hacer su propia lectura sesgada de los hechos.

Cada vez es más evidente que los parches, las mentiras estadísticas y los discursos desde el atril buscando conspiradores internos y externos han dejado de tener la efectividad de una anestesia para intentar disimular los problemas de fondo de la economía y las crecientes complicaciones políticas.

Durante unos pocos días de la semana pasada, la crisis financiera internacional logró tapar, transitoriamente, los problemas internos, aunque no lo del todo dado que las desafortunadas palabras de Cristina Fernández hablando de la solidez de la economía argentina y recomendándoles a los norteamericanos que prepararan un plan B, dejó en evidencia la escasa humildad con que sigue manejándose el gobierno.

Desde el punto de vista político el juicio por las valijas de Antonini Wilson van destapando ollas de las que sale un olor nauseabundo. Es que cuando uno busca el poder absoluto y, por un tiempo, logra detentarlo, se siente libre de todo control y la tentación de actuar con total impunidad lo invade como una enfermedad, creyendo que los resortes que uno puede manejar conseguirán tapar todo lo que no se pude esconder bajo una democracia republicana. Sin embargo, los vientos políticos, más tarde o más temprano, suelen cambiar de rumbo, y, en ese momento, saltan todas las tapas de las ollas y el olor a podrido pasa a ser insoportable.

Pero no solamente la cuestión política tiende a complicarse con la creciente oposición del vicepresidente Cobos a los manejos arbitrarios del Ejecutivo, el pedido de la CGT, Moyano incluido, de declarar como crimen de lesa humanidad el asesinato del dirigente sindical Rucci o las sospechas que surgen sobre el financiamiento de la campaña electoral de Cristina Fernández con dinero del narcotráfico, sino que la economía empieza a mostrar claros síntomas de haber entrado en una lucha por la distribución por el ingreso.

El gobierno ha propuesto un aumento de $ 500 fijos no remunerativos como forma de tranquilizar a los dirigentes sindicales ante la creciente inflación. A su vez, los empresarios del sector industrial han salido a decir que no están en condiciones de afrontar nuevos incrementos de salarios. Es que este sector, al igual que el agropecuario, tiene que enfrentar una situación muy diferente a la de un par de años atrás.

En primer lugar, el eufemismo del tipo de cambio competitivo ha dejado de existir por efecto de la inflación interna que se comió el tipo de cambio real.

En segundo lugar, el consumo interno tiende a desacelerarse rápidamente por caída del ingreso real y por incertidumbre. Esto quiere decir que los productores locales tienen, actualmente, menor tasa de rentabilidad y, además, menores niveles de venta. Pero, al mismo tiempo, esos menores niveles de venta deben ser compartidos con crecientes importaciones por efecto de la caída del tipo de cambio real. Las suspensiones en algunas empresas del sector automotriz reflejan que el mercado interno ya no empuja como antes.

En tercer lugar, tenemos a Brasil devaluando su moneda frente al dólar, lo cual impulsará más exportaciones de ese país hacia la Argentina y menos de aquí hacia Brasil. El BCRA deberá empezar a mover hacia arriba el tipo de cambio y así comenzaremos a ver como precios, salarios y tipo de cambio empiezan la típica carrera pre crisis.

En cuarto lugar, la astucia que siempre se le otorgó a Néstor Kirchner para enfrentar situaciones complicadas parece empezar a diluirse. Es que, su esposa, salió a anunciar con bombos y platillos el pago al contado al Club de París como forma de recuperar la confianza en el mercado financiero luego del fisco de los U$S 1.000 millones que le prestó a tasas siderales el comandante Chávez. Ese anuncio, que tiende a diluirse, no consiguió frenar la desconfianza en la capacidad de pago del gobierno argentino al punto que el riesgo país superó los 1.000 puntos. Tampoco consiguió recuperar la credibilidad el anuncio del pago a los holdouts ni la recompra de títulos por parte del BCRA. Esto quiere decir que, mal que les pese al matrimonio, ya nadie cree en sus promesas y palabras, y la astucia de Kirchner con el manejo de la caja se ha agotado.

Pero como si todo esto fuera poco, el ninguneo que el gobierno le aplicó al campo durante meses luego de que este sector levantara sus actos de protesta, han colmado la paciencia de los productores y, nuevamente, tenemos a los productores en las rutas protestando.

Es que esta protesta puede llegar a ser peor que la anterior porque hay dos cosas que los Kirchner no entienden. En primer lugar, ellos deben pensar que los productores tiran las semillas de la soja, el trigo o el maíz y después de esparcirlas por sus campos se tiran en una reposera a tomar mate y comer asado mientras ven a crecer el yuyito o pastar a las vacas, y después se suben a la 4 x 4 para ir a pasear por el pueblo. Daría la sensación que para ellos, la producción agropecuaria es trabajo sin esfuerzo ni riesgo, y pura ganancia. Todavía no han advertido el grado de tecnología que maneja el campo, los riesgos climáticos que asumen, el costo de capital que hay en maquinarias y equipos y el profesionalismo con que se manejan los jóvenes productores que administran los establecimientos con criterios serios de administración de empresas.

El exabrupto de Kunkel diciendo que los productores le pidan al Cardenal Bergoglio que rece más fuerte para que llueva ante la sequía que padecen amplias zonas del país, refleja el grado de resentimiento con que se maneja el gobierno frente al campo luego de haber sido puesto de rodilla por toda la sociedad ante el atropello de la 125. Todo hace pensar que esa derrota política, que por cierto marcó un punto de inflexión en la era kirchnerista, es algo que todavía no ha podido digerir el kirchnerismo. Solo atina a descalificar a los productores y a burlarse de los problemas de sequía que afectan al país. Semejante comportamiento no es ni política ni estrategia. Simplemente es resentimiento y venganza ante quien no se dejó humillar.

El segundo punto que no entienden es que el precio de la soja ya no está en U$S 600 dólares y que los costos de los insumos aumentaron enormemente, lo que a su vez lleva a que los rendimientos por hectárea sean menores por menor uso de agroquímicos. Tampoco parece importarles que, por la sequía, los rindes hayan disminuido. Y, finalmente, parecen desconocer que cuando se producen este tipo de situaciones los primeros en desaparecer del mercado son los productores marginales, es decir, aquellas explotaciones más chicas y con menor rendimiento por hectárea. Es decir, los más chicos son los primeros en acusar el impacto porque tienen menor capacidad de resistencia.

Los que salieron y vuelven a salir a las rutas no son los dueños de los pools de siembra que tanto desprecia el gobierno. Si así fuera, la cantidad de manifestantes en Rosario y en Buenos Aries mostraría que el país está repleto de pooles de siembra.

El campo nuevamente en protesta, los sindicatos presionando por incrementos de salarios y la industria con menores márgenes de utilidad y ventas en bajas muestran una economía que tiende a languidecer.

Pero tan en las nubes viven en el gobierno, que mientras el impacto recesivo comienza a sentirse hasta en los comercios de las ciudades (basta con ver la cantidad de carteles que se ven en locales vacíos con el tradicional “se alquila”) ellos siguen viajando en helicóptero y usando el avión presidencial para irse los fines de semana al sur, todo a costa de los contribuyentes.

Mientras disfrutan de las fiestas de palacio, creen que el pueblo se queja de puro gusto, de simple egoísta que no quiere seguir manteniendo, a fuerza de impuestos, el despilfarro de la corte kirchnerista.

No vaya a ser cosa que al actual gobierno le pase lo mismo que a Luis XVI, que por seguir explotando al campesinado con impuestos abusivos terminó creando el caldo de cultivo para que se gestara la famosa Revolución Francesa. Alejado de toda realidad, el rey francés escribió en su diario el 11 de julio de 1789, por la mañana: “sin novedades”.

¿Quién desestabiliza al Gobierno?

En su iracundia discursiva, Néstor Kirchner no advierte que quien ha puesto el hacha sobre la raíces de la gestión de su esposa es precisamente él mismo.

El martes 15 de junio, en un extravagante discurso anti-campo, el cónyuge presidencial en retiro activo descargó su incontinencia verbal quizás para exculparse un pasado setentista que lo encontró ajeno al mismo.

En el agitado discurso –concluido con una transitoria pérdida de conciencia- el actual presidente del partido oficialista, mezcló el aceite con vinagre, intentando desatar su furia contra los ganaderos, agricultores, chacareros, tamberos y contratistas de consorcios de siembra. Olvidó agradecerles porque fueron ellos quienes proporcionaron una ingente cantidad de divisas para que el país se pusiera en marcha después de la fenomenal crisis del 2001 con las parcas del corralito, el default, la devaluación, el corralón y la pesificación asimétrica.

Por un instante, el discurso anti-campo, unió acontecimientos dantescos: los desasosiegos de la revolución libertadora de 1955, los comandos civiles, el entierro del cadáver de Evita en 1957 en el cementerio Maggiore de Milán, su traslado en 1971 a la residencia madrileña de Puerta de Hierro, los grupos de tarea de la dictadura militar de 1973 , el abrazo al almirante Isaac F. Rojas en 1989 y la gestión de un poderoso ministro de economía que tuvo la desdicha de ser nieto del fundador de la Sociedad Rural Argentina en 1866.

De esta mezcolanza el actual presidente de facto intentó elaborar un silogismo académico, deduciendo la conclusión de que los productores rurales de 2008, cobijan en sus pliegues a eternos golpistas que intentan desestabilizar el gobierno de la presidenta Cristina.

Sin embargo, su iracundia discursiva le impidió ver que quien ha puesto el hacha sobre la raíces del actual gobierno es precisamente él mismo. Porque no repara en juntar elementos desestabilizadores que afectan la sustentabilidad de la gestión.

A mano levantada podría ensayarse un croquis político, pero eso es harina de otro costal. Trataremos de analizar la situación basándonos exclusivamente en los elementos que nos brinda la ciencia de la administración según uno de sus máximos exponentes (Harold Koontz & Heinz Weirich, “Management: A global perspective”. Hay traducción al español de la 12ª edición, McGraw Hill Interamericana, México, 2006).

Ya sea para una empresa comercial, como para entidades sin fines de lucro o para organismos gubernamentales, la gestión razonable requiere que la máxima autoridad, cuente con la adecuada conformación de tres sistemas administrativos claves: el sistema de inteligencia, el sistema de deliberación y el sistema de ejecución.

Sistema de inteligencia

El sistema de inteligencia se refiere a la metódica y cuidadosa tarea estadística de recoger los datos numéricos que describen y miden la realidad circundante. Cuando el sistema de inteligencia es adecuado, el gobernante puede desempeñar profesionalmente su papel de estadista y comportarse como lo señala la etimología de la palabra.

El término “gobernante”, al igual que la palabra “cibernética”, provienen de un vocablo griego; “kubernete”, que significa nada menos que “timonel o navegante”.

Y el navegante, para conducir el barco, necesita de una serie de datos muy precisos que le brindan ciertos instrumentos imprescindibles, sin los cuales puede encallar o hundirse.

A esta altura de los acontecimientos no existe duda alguna que un secretario de Estado, por orden directa del cónyuge presidencial, realizó la increíble tarea de destruir el más idóneo instrumento de inteligencia económica que disponía el país. Se expulsaron a los mejores técnicos del INDEC, se desmantelaron las oficinas especializadas, se adulteraron los índices de precios, de pobreza, desocupación, de crecimiento, del producto bruto, del consumo y disponibilidad energética.

Últimamente, ha culminado esta bastarda tarea introduciendo una falsa metodología para calcular el índice del costo de vida que influye en cláusulas salariales y en los ajustes de los bonos emitidos por el Estado Argentino. Esa metodología trucha no tiene ningún aval científico del más insignificante nivel, pero sus reglas se guardan celosamente como si fueran el secreto nuclear de la guerra de las galaxias.

Lo mismo corresponde señalar sobre los datos de ejecución presupuestaria, que son desconocidos hasta que al cabo del tiempo aparecen informaciones parciales que indican, casi clandestinamente, en qué se ha gastado o despilfarrado el dinero obtenido de los contribuyentes.

Sistema de deliberación

El sistema de deliberación se compone de tres funciones imprescindibles: la consulta, el diálogo y el acuerdo.

Del mismo modo que se ha destruido el sistema de inteligencia, sin el cual la gestión de la presidente se hace a ciegas, el antiguo presidente en retiro activo, se ha ocupado de consolidar un esquema de deliberación caracterizado por la inoperancia de organismos verdaderamente asesores.

Tanto el INTA -en la crisis del agro- como CAMESSA -en la crisis de energía- son organismos de jerarquía científica, integrados por personas altamente expertas en estas materias, pero no son consultados para emitir opinión sobre sus asuntos.

En cuestiones de deliberación, el cónyuge presidencial se ocupó de anular los habituales procedimientos de consultas con personalidades de la ciencia, las academias, los especialistas, los líderes opositores, profesores e investigadores universitarios y científicos de relevancia mundial, como Otto T. Solbrig, profesor emérito en biología evolutiva de la universidad de Harvard, quien estuvo varias veces en el país y nunca ningún funcionario le pidió una opinión fundamentada sobre los temas que conoce profundamente.

Haciendo alarde de desaprensión, a nadie han citado ni requerido para brindar consejos técnicos sobre ninguno de los problemas que están cercando peligrosamente a la presidente.

Otra institución de deliberación política, tan tradicional como la existencia misma del gobierno, es el gabinete de ministros cuya función se ejerce solamente cuando los ministros se reúnen, presididos por la presidente y establecen un cambio de enfoques alcanzando lo que ha dado en llamarse “el acuerdo general de ministros”. Esa habitual reunión de gabinete, ha sido precisamente derogada en los últimos años por el cónyuge presidencial e iracundo orador de la manifestación anti-campo.

Por último, también se han repudiado otras prácticas habituales de los gobernantes que están atentos a cambios mundiales, traducidas en su participación en seminarios locales -como los que organiza IDEA- o en foros internacionales -como los de DAVOS, Suiza- o majestuosas exposiciones -como Expoagro de Armstrong, finalizada el 8 de marzo- que fuera la mayor y más importante exposición mundial en tecnología y práctica rural con la presencia de 206.000 visitantes y 6.500 expertos extranjeros interesados en conocer el secreto de la productividad y las técnicas de siembra directa, siembra de precisión, utilización de variedades transgénicas e incorporación de nutrientes al suelo practicados por los productores rurales argentinos.

Sin excepciones, todos estos mecanismos de deliberación y apreciación de la realidad, han sido rechazados por el antiguo presidente y siguen siéndolo por la actual presidente de la Nación.

Sistema de ejecución caótico

Además de los sistemas de inteligencia y deliberación, toda gestión eficiente necesita de un sistema de ejecución, que cuenta con reglas afianzadas por siglos de experiencia.

Pero, las prácticas microscópicas que pueden desarrollarse en una comunidad patagónica, con escaso número de habitantes como Santa Cruz, uniformidad casi absoluta de puestos públicos y sin un tráfico cultural o científico de significación, han marcado a fuego el estilo de ejecución que caracteriza al antiguo presidente. Ese estilo parece haber sido impuesto también a la actual presidente por su cónyuge.

Se trata de una primitiva obstinación tendiente a no delegar autoridad en ninguna persona, asumiendo uno mismo todas las tareas grandes o pequeñas, sin que nadie más tenga facultades para tomar decisiones.

Esta negativa a delegar autoridad se ha puesto en evidencia en las reiteradas desautorizaciones sufridas por el Jefe de Gabinete toda vez que intentaba llevar al despacho de Puerto Madero los acuerdos alcanzados con los representantes del campo. Irremediablemente recibía un veto y se le exigía una mortificante marcha atrás.

El personalísimo sistema de ejecución utilizado en la gestión patagónica fue trasladado al enorme escenario nacional, generando consecuencias caóticas, apreciadas en la tozudez de no descentralizar las licitaciones, concentrar las adjudicaciones y encomendar la ejecución de obras públicas a un grupo de empresas amigas, sospechosas de recurrir a sobreprecios.

Desde la más pequeña reparación de una escuelita rural hasta las obras faraónicas del tren bala, todo absolutamente se resuelve concentrando la ejecución en un ministerio de Planificación que, para colmo de las paradojas, carece de planes, tal como quedó demostrado cuando la Suprema Corte le exigió un plan para saneamiento ambiental del Riachuelo.

Tales prácticas barriales, unidas a un estilo que menosprecia el establecimiento de reglas previsibles y que salta de prioridad en prioridad según los intereses circunstanciales, han creado un sistema de ejecución de la obra pública repleto de anuncios pero huérfano de realizaciones.

Por haber afectado estos tres esenciales sistemas de gestión, el verdadero y único desestabilizador del gobierno de la presidente Cristina es su cónyuge en servicio activo, quien haría un acto de inapreciable servicio si se convenciera que su función más adecuada es la de pasar a revistar en la categoría militar de retiro efectivo.
Esperemos que el Gobierno advierta que lo que la sociedad espera es un llamado a la concordia en pos de una mejor vida para todos.

Si bien las formas del reconocimiento se alejan bastante de la hidalguía y la grandeza, los Kirchner derogaron la resolución 125. De nuevo las velocidades de Kirchnerlandia nos hacen recordar otra vez los días que corren entre que esto se escribe y la publicación. Pero pese a ese detalle podemos intentar algún análisis de lo que vendrá.

El decreto de anulación tiene formas más parecidas a las de una proclama que a la humildad del grande. De su terminología casi se desprende la creencia de que el gobierno no solo tiene razón e hizo todo bien sino que además, en realidad, ganó la discusión. Relata allí lo que a su juicio son una serie de actividades delictivas, de resulta de las cuales tuvo que dar marcha atrás en su posición. Curiosa conclusión la de un gobierno de la ley, que supuestamente reconoce deber bajarse de sus convicciones por la presión del delito.

Pero lo cierto es que la primera condición para que se pueda esperar un nuevo desarrollo a partir de ahora, está dada: el capricho de las retenciones móviles es historia.

¿Qué cabría esperar desde ahora? Todos coinciden, desde el Vicepresidente Cobos hasta el último de los argentinos bien nacidos, que la ciudadanía sensata aspira a vivir en paz, lejos de los insultos y de las crispaciones a las que inútilmente los Kirchner han sometido al país desde 2003. La gente necesita armonía, relajación, seguridad… vivir tranquila.

Para ello harían falta varios pasos. El primero, a regañadientes, se cumplió. Pero las formas en que ese paso se dio dan lugar a dudas sobre los siguientes. Ese trago de aceite de ricino que para el gobierno fue desandar el camino hasta el 10 de marzo, indica que han entendido poco.

Si el país comenzara a “ablandarse” y a dejar atrás las tensiones artificiales para mirar hacia adelante, a buscar la unión y dejar el “numerismo” completamente enterrado, quizás tengamos aun una oportunidad para vivir en paz.

Al día siguiente del voto de Cobos, tuve la oportunidad de conversar con el presidente de una importantísima empresa automotriz y no pude evitar preguntarle como veía esto desde el punto de vista de un extranjero que vive aquí pero que, evidentemente, está de paso en la Argentina. Me contestó con una enorme simpleza. Me dijo: “Esto es la democracia”.

Resulta revelador como el mismo hecho puede ser visto de manera tan diametralmente opuesta: para los partidarios del gobierno esto era el fin, un atentado a la democracia, una herida de muerte, el ejercicio de una actividad destituyente. Pera alguien criado en la cultura democrática, esto, precisamente, es la democracia.

Y no cabe duda de que para una parte mayoritaria de argentinos y el gobierno en particular, el concepto de democracia se ha confundido con el “numerismo”, es decir, con la rudimentaria idea de que la democracia consiste en que quien gana unas elecciones puede hacer lo que quiere con el país. Para esta forma de entender la democracia, esta consiste en imponerse en unas elecciones.

Afortunadamente la democracia es un sistema mucho más complejo que eso. La democracia implica un constante balance entre las opiniones sociales representadas en los poderes elegidos y éstos, tienen la libertad -y la obligación- de discutir y acordar los mejores compromisos para la suerte del todo. La voz cantante del que ganó no es la única y los argumentos racionales de una discusión pueden mover los votos de los legisladores hacia un lado y otro con independencia del resultado de las elecciones. La divergencia entre los votos legislativos y los votos electorales no es un atentado a la democracia, sino, al contrario, la democracia misma.

El “numerismo” le ha hecho un enorme daño a la Argentina. La ha llevado a tomar como normales cosas que no lo son. La ha llevado a creer por ejemplo que el Vicepresidente debe acompañar siempre la opinión del presidente cuya formula integró. Con estos criterios no haría falta ni su presencia ni la de los legisladores por las minorías, porque el “número electoral” tomado como sinónimo de la democracia siempre debería imponerse.

Es lamentable que el país se tome tanto tiempo para entender estas simplezas. Quizás sea ésa la diferencia que tiene con otros: los demás tienen una velocidad de aprendizaje mayor.

Apostemos a que eso cambie. A que comencemos a ver más temprano ciertas obviedades. Entre ellas, esperemos que el gobierno advierta que lo que la sociedad espera es un llamado a la paz y a la concordia. A la resignación de rencores y venganzas en pos de una mejor vida para todos.

Frente a estos ideales, existen algunos que hablan de “relanzamiento” del gobierno. ¿Qué entenderán por ello? ¿Sacar de la escena a los íconos inconfundibles de un idioma de furia que ha sido vencido por la aspiración a la concordia? ¿Mandar de vacaciones a los Néstor, a los D’Elía, a los Kunkel, a los Moreno, a los Pérsico, a los Bonafini? ¿O, al contrario, redoblar la apuesta (como siempre les gusto decir) y confirmar a los que ya son ministros y nombrar a los que no los son? Un Kirchner jefe de gabinete, con D’Elia y Bonafini en el elenco ministerial…

Las grandes disyuntivas de las naciones siempre terminan resolviéndose según la clase de gente que en esos momentos culminantes tiene en sus manos la suerte de las decisiones.

El renunciar al rencor y al resentimiento requiere cierta dosis de benignidad, de corazón abierto, de humildad, de grandeza verdadera y de cierta hombría de bien. La paz requiere de la bonhomía de los grandes.

Mi duda es si estamos en presencia de esa buena gente, de esas personas de sentimientos nobles que, dejando a un lado sus porfías personales, dan un paso hacia la unión de todos para que, en la diversidad, la armonía reine en una tierra ya cansada de tanta agitación
24/07/2008
Política Nacional / Alejandro Sala
Kirchner y sus contradicciones

El cuestionamiento del liderazgo del ex presidente sobre el peronismo es la consecuencia política más significativa del rechazo parlamentario de las retenciones móviles.

El fracaso del proyecto de aplicación de las retenciones móviles a las exportaciones agropecuarias no traerá aparejados cambios significativos en el escenario político. El kirchnerismo seguirá ocupando el centro de la escena y retendrá la iniciativa. Las fuerzas de oposición no han tenido una participación significativa y mucho menos decisiva en el desarrollo del conflicto entre el gobierno y los ruralistas y, por lo tanto, no han extraído de este episodio rédito sustancial alguno. La novedad radica en que el liderazgo del Néstor Kirchner sobre el peronismo ha quedado en entredicho. Aunque formalmente el santacruceño sigue siendo el líder del justicialismo, muchos dirigentes peronistas ponen en duda la conveniencia de extender excesivamente su crédito. Conviene, en este sentido, no engañarse en cuanto a que inclusive muchos gobernadores, intendentes y legisladores que acompañaron la posición del gobierno en su controversia con los productores agropecuarios no lo hicieron por convicción sino por razones de otras índoles que no viene al caso detallar.

Este hecho, la puesta en cuestión del liderazgo de Kirchner sobre el peronismo, es la consecuencia política más significativa de este resonante episodio. Es necesario aclarar que esto no significa que Kichner haya dejado de tener gravitación sobre el universo peronista pero sí que muchos que antes estaban firmemente encolumnados detrás del marido de la Presidenta ahora están abiertos a escuchar otras alternativas y los que antes no tenían espacio porque estaban distanciados de Kirchner, ahora tienen la oportunidad de hacerse oír. Sin embargo, no conviene sobredimensionar la significación de este fenómeno porque los adversarios internos del kirchnerismo están muy lejos de haber constituido una alternativa a la que quepa visualizar como viable. Han logrado, eso sí, abrirse un espacio y Kirchner, que antes podía ignorarlos, de ahora en más está obligado a prestarles atención.

Cabe suponer que una de las consecuencias de este conflicto será que, en adelante, el Congreso tendrá una mayor influencia en la vida política del país. También, posiblemente, los gobernadores se harán oír. Para un personaje como Kirchner, que no admite opiniones disonantes, la situación será difícil de sobrellevar pero no tiene alternativas. La magnitud del conflicto provocado por el estilo personalista del ex presidente no deja margen para que continúen este tipo de prácticas, las que eran tan habituales hasta hace algunos meses. Es por eso que cabe imaginar que Néstor Kirchner tendrá poca presencia personal en público al menos durante algunos meses y que el protagonismo visible quedará a cargo de su esposa, quien devotamente continuará ejecutando las indicaciones que su marido le vaya impartiendo. Esto le permitirá al kirchnerismo recomponer su imagen y replantear su estrategia para adecuarla a las nuevas circunstancias.

La duda que surge es si el gobierno logrará reacomodarse al nuevo escenario. Los antecedentes señalan que le resultará difícil pero tampoco hay que imaginar que el kirchnerismo no podrá redefinir su perfil político. Néstor Kichner es un político experimentado y sabe cuáles son las reglas del juego. Por lo tanto, es lógico imaginar que sabrá adecuarse a las nuevas circunstancias. Desde ya que no modificará el sentido esencial de su política, la cual seguirá orientada, como ya lo han expresado reiteradamente muchos dirigentes kirchneristas, a promover la redistribución de la riqueza.

La otra cuestión que se plantea es que, probablemente, la situación económica experimente un creciente deterioro de aquí en más. Como la orientación que es necesario darle a la política económica para reencauzarla es opuesta a la que conviene a los objetivos políticos del gobierno, se plantea en este punto un problema sumamente difícil de resolver. Economía tambaleante y cuestionamientos internos en el propio peronismo configuran un cóctel explosivo para que lo maneje el kirchnerismo. Los adversarios internos del gobierno no le van a perdonar que la situación económica se deteriore pero para que la economía se encarrile hay que resignar la fantasía de redistribuir la riqueza. Esta contradicción le plantea un problema sin solución al gobierno. Hay que entender que, cuando Kirchner afirma que la redistribución de la riqueza es un contenido central de su gobierno, está diciendo la verdad. Kirchner piensa así y es consecuente con la posición política que tuvo a lo largo de toda su vida, desde sus inicios en la década del ’70 cuando coqueteaba con los montoneros. Kirchner nunca ha sido ideológicamente hipócrita ni ambiguo.

Por supuesto que quienes comprendemos los fundamentos básicos de la economía sabemos que el proyecto político del gobierno es impracticable. Los kirchneristas no lo entienden así y por eso están inmersos en una pendiente declinante, cuya primer y estruendosa manifestación fue el fracaso en su propósito de imponer las retenciones móviles a las exportaciones agropecuarias. En los próximos meses cabe esperar que intenten recomponer el rumbo y es posible que obtengan algún éxito pasajero, ayudados, paradójicamente, por el hecho de que están en una posición política débil, lo que los obligará a resignar sus convicciones más profundas. Pero cuando haya pasado este primer momento de derrota, seguramente insistirán con sus iniciativas alocadas y, entonces sí, quedarán expuestos al riesgo del desmoronamiento definitivo, al cual sucederá alguna otra de las infinitas versiones que puede ofrecer el siempre camaleónico peronismo.
Se confirma el rumbo de colisión

ublicada 28/07/2008
Al inicio de la semana / Roberto Cachanosky
Se confirma el rumbo de colisión




En mi nota anterior, me mostraba escéptico sobre un posible cambio en las formas y el fondo de la política de Cristina Fernández de Kirchner a partir de la derrota que sufrieron en el Senado, no solo a manos de Cobos, sino de una importante cantidad de senadores peronistas y radicales k que no acompañaron el proyecto oficialista.

¿Por qué pensar que los Kirchner iban a aprovechar las nuevas circunstancias para cambiar, si durante 5 años vinieron desaprovechando las fabulosas oportunidades que nos dieron los mercados internacionales para lanzar una etapa de crecimientos sostenido?

La sola lectura de los fundamentos del decreto que debería haber derogado la resolución 125 reflejan ese espíritu de confrontación permanente que ya no puede explicarse como una táctica política sino que, desde mi punto de vista, ha pasado a ser tema de otras disciplinas como la psiquiatría. Y no es una ironía el hacer referencia a las ciencias médicas dado que no es fácil explicar porqué causa el matrimonio presidencial parece gozar tanto con la agresión verbal, la división de la sociedad y las descalificaciones. Los dichos de Cristina Fernández de Kirchner sosteniendo que la clase media se equivoca si cree que su progreso se debe a su esfuerzo personal, sino que se debe a las políticas por ella aplicadas, son una clara muestra de ese comportamiento de agredir a los sectores que, ya en el 2007, no la acompañaron con su voto. Así que los Kirchner parecieran tener una incontenible vocación por ganarse enemigos. Si en el 2007 la clase media urbana le votó en contra y en el 2008 el matrimonio no tuvo mejor idea que pelearse con los sectores rurales que la apoyaron con su voto, lejos estamos de poder apelar al análisis político para explicar semejante comportamiento. Claramente el matrimonio está decidido a chocar el barco contra el iceberg y hasta pareciera estar disfrutando con los destrozos que van a causar.

No debe extrañar, entonces, que el leal ex jefe de Gabinete, Alberto Fernández, haya optado por saltar del barco, haciéndome recordar el salto que, oportunamente, también dio Roberto Lavagna allá por fines del 2005 cuando la inflación empezaba a convertirse en un dolor de cabeza.

Nuevamente, con la renuncia de Fernández, comenzaron los comentarios sobre la oportunidad que tenía la presidente de oxigenar su gobierno, de cambiar el gabinete y de alejar a su marido de la gestión presidencial.

Bastó que, otra vez, los analistas formularan esta última sugerencia para que, nuevamente, Cristina decidiera, en un mismo día, acudir a dos actos públicos junto con su marido. ¿Cuál es el mensaje que uno recibe frente a semejante comportamiento? Ni se les ocurra que voy a cambiar.

Otro dato a tener en cuenta. Quienes apostaron a que luego del cachetazo en el Senado y la renuncia de Fernández venía el dialogo, el nuevo secretario de Agricultura dijo que no iba a recibir a la Comisión de Enlace del campo sino que iba a recibir a las entidades por separado. En otras palabras, de entrada plantea un conflicto innecesario, forzando una nueva situación de conflicto, de la cual parece gozar el elenco gubernamental.

Hagamos un pequeño resumen de la situación del matrimonio presidencial. Electoralmente tiene en contra a los grandes centros urbanos y a las zonas rurales. Solo les queda (¿?) el conurbano bonaerense siempre y cuando la inflación no termine de alejarlos del oficialismo.

La caja que los ayudaba a disciplinar a gobernadores e intendentes ya no es tan abundante (¿lo habrá percibido Alberto y por eso renunció?). Basta con ver las transferencias de recursos no coparticipables a las provincias para darse cuenta que estas empiezan a estar en serios problemas. Cuando se compara el primer semestre de este año con el primer semestre del año pasado, las transferencias a las provincias subieron solamente el 10%. Muy por debajo de la inflación y del 36% que se incrementaron los gastos corrientes.

El otro dato relevante es que los gastos de capital, obras públicas, subieron nada más que el 17,4% primer semestre contra primer semestre. Como referencia vale la pena tener en cuenta que en el electoral primer semestre del 2007 los gastos de capital aumentaron el 42% con relación al primer semestre del 2006.

En otras palabras, la pregunta que deben estar formulándose más de un gobernador e intendente K, es, ¿para qué alinearme con el matrimonio si tengo problemas financieros y, encima, no me mandan plata para las obras públicas? El apoyo al matrimonio empieza a ser puro costo y cero beneficio para más de un intendente y gobernador.

Como si todo esto fuera poco, la inflación no solo se ha comido los salarios reales, llevando a nuevas negociaciones, sino que el llamado tipo de cambio competitivo ha dejado de serlo. Como referencia, tomemos el “Índice Big Mac” que elabora la revista The Economist. En abril del 2003 un Big Mac costaba U$S 2,70 en EE.UU. y U$S 1,43 en Argentina (el tipo de cambio, en ese momento, era de $ 2,88). En julio de este año un Big Mac en EE.UU. cuesta U$S 3,57 y en Argentina U$S 3,64. Este solo dato confirma mis anteriores afirmaciones de que el tipo de cambio real ha vuelto a los niveles del 2001, con lo cual el corazón de la política económica del Gobierno ha quedado destruido.

De los superávit gemelos, vemos que el superávit de balance comercial tiende a evaporarse, por un menor ritmo de crecimiento de las exportaciones y por un acelerado aumento de las importaciones, sobre todo por el incremento de las importaciones de combustibles para paliar la crisis energética. En el primer semestre de este año, dichas importaciones se duplicaron respecto al 2007. Paralelamente el superávit fiscal, cuando se le quita la contabilidad creativa, también se deteriora. Así que los superávit gemelos también tienden a desaparecer.

En síntesis, no sólo los Kirchner siguen batiendo récords en la tarea de conquistar más enemigos políticos sino que, encima, la economía ya no les sonríe como un par de años atrás.

A pesar de todo eso, no están dispuestos a cambiar el rumbo y muestran una férrea decisión de seguir con la confrontación, ya sea por estrategia o por cuestiones que, a esta altura, solo la psiquiatría puede explicar.





Todo pasa y todo queda-Política Nacional / Gabriela Pousa
Publicada 28/07/2008
Política Nacional / Gabriela Pousa
Todo pasa y todo queda



“Pero no era la felicidad, era tan sólo una tregua.”
Mario Benedetti
Ante todo, debería aclarar que estas líneas no pueden considerarse sino como un aporte al gobierno nacional. De no ser interpretadas de ese modo, entonces, basta decir que son apenas “conjeturas” que no intimidan y mucho menos desestabilizan (ver, al respecto, reciente jurisprudencia).

¿Por qué esta aclaración? Pues porque cualquier opinión manifiesta que no concuerde con el deseo del matrimonio que ocupa la presidencia, parece tener acceso directo a alguna lista donde el oficialismo aglutina conspiradores, desestabilizadores, etc. Lista que por cierto, es cada vez más extensa. En breve, poca será la diferencia entre esta y la guía, sumando claro está, las páginas blancas, las doradas y las páginas amarillas…

Entre tanto, “todo pasa y todo queda”, como dice el poeta. La mejor exégesis del llamado “nuevo” escenario político nacional, la da una sola imagen ratificando aquello que suele decirse cuando se le adjudica mayor definición que mil palabras: a escasos minutos de la asunción, el flamante Jefe de Gabinete, se sentó entre medio de Julio De Vido y Ricardo Jaime. Una perfecta fotografía de la realidad. Más allá de sus manifiestas buenas voluntades, que en política lamentablemente no gravitan, Sergio Massa inauguró su asenso con una suerte de cátedra sobre los beneficios de la nacionalización de Aerolíneas Argentinas. Como si el cargo no lo hubiera sorprendido, como si hubiese estado estudiando el libreto a recitar con antelación a aquello que se presentó a la ciudadanía como medida sorpresiva ante un “portazo” inesperado para quienes habitan la residencia de Olivos. En algún momento habrá que detenerse a analizar por qué todo cuanto sucede tiene un tufillo diferente a cómo se lo vende…

La llamada “oxigenación” pedida por diferentes sectores de la sociedad tras la, ahora asumida, derrota del kirchnerismo en el Senado derivó en la salida del inefable Alberto Fernández capaz de conmover peligrosamente, aunque sea por un instante, con su crítica sagaz a ciertos des-manejos de los últimos conflictos en el seno del poder, dilatados pero no resueltos, es decir, tratados al mejor “estilo K”. Estilo que sigue en su apogeo sin que se lo haya abandonado jamás.

Ahora bien, el primer síntoma a tener en cuenta es la desmedida algarabía por una partida, (posiblemente maquillada o furtiva), y el arribo de Sergio Massa como si este llegara con una varita mágica a renovar en forma inmediata la función pública. Es obvio que los argentinos necesitan aferrarse a una esperanza con desesperación casi malsana. Basta observar cómo el vicepresidente, Julio Cobos, se transformó en héroe de la noche a la mañana, para entender la conducta social característica de un pueblo sumido en la carencia, y anoticiado tardíamente del fraude que representó votar a Cristina Fernández si daba lo mismo no votar, y que Néstor Kirchner siguiera, como sigue, en su lugar.

Los signos de madurez que, de tanto en tanto, algunas manifestaciones populares dejan aflorar, no terminan de afianzarse, y se pasa raudamente de la crisis a la naturalidad. Es cierto que los procesos de transformación social siempre fueron largos, con un sinfín de vaivenes en el medio de la trama donde se suelen gestar. En ese sentido es injusto juzgar cuando los cambios aún no se han producido y hay asignaturas pendientes que saldar.

Este reemplazo de un funcionario o dos, con amenazas de algunos más que se supone, antes o después, también se irán es superficial frente al reclamo de “oxigenación”. Y es que el problema central no son los nombres sino la permanencia de un modelo de hacer política, basado en la confrontación, el apriete y la división social, que se perpetúa sin que nada lo haya alterado y sin que la experiencia enseñe o el fracaso convoque a la reflexión en vez de asentar la porfía del error. No es Guillermo Moreno ni siquiera Luis D’Elía el problema. El problema es la metodología kirchnerista cualquiera sea quien la ejecute más abajo o más arriba. Ni el INDEC, ni las retenciones, ni las tarifas o la nacionalización de Aerolíneas son conflictivos por sí mismos.

Las demandas perentorias de la gente desoídas, los inocultables traspiés, el visible rumbo cuesta abajo en el que vamos no han generado reacciones consecuentes con un cambio. Posiblemente, pretender que la sociedad política y conyugal que dirige a la Argentina, reaccione frente a lo evidente es pedir una transformación estructural, para la cual han demostrado, innumerablemente, absoluta incapacidad y desgano soberano.

Ante el estallido del conflicto, apenas si responden con un retiro “espiritual” en El Calafate, un silencio que dura entre 48 y 72 horas no más, y la ratificación del “estilo K” con redoblada apuesta a un modo de gobernar y de vivir, el cual si se quiere es aún más complicado y difícil de alterar. La crispación, la altanería y la estrategia del as en la manga mantienen a la ciudadanía en un estado de incertidumbre que no le permite definir si creer y apostar, regresar al hastío o mantenerse alerta porque puede llegar, en el momento menos pensado, la estocada final.

Lo cierto es que, en el mientras tanto, “todo pasa y todo queda”. Pasó la glorificación de Alfredo De Angeli cuyo paradero ni siquiera se sabe ya, pasó la ausencia en el escenario de Néstor Kirchner generando una inexplicable sensación de regreso al llano, situación impensable tratándose, nada más ni nada menos, que del artífice del “estilo K”, pasó el festejo del campo al tamizar que, sin política agropecuaria con reglas de juego definidas y respetadas, no hay forma de progresar, pasó el vendaval de oxígeno y excitación que provocó en el Senado una oratoria sin gritos ni agravios desempatando a favor del reclamo social…

Pasó tanto en realidad que los almanaques parece que hubiesen dejado caer hojas en cantidad, y sin embargo, fueron pocos días, un par de semanas, nada más. Y todo está maquillado pero esencialmente igual. No se trata de pesimismo ni de profecía porque definir lo que vendrá es casi un enigma, un rompecabezas con fichas que no encastran para avizorar un escenario de progreso y paz u otro de conflictividad que derive en una nueva batalla campal.

Lo cierto es que, el sector agropecuario, aportó mucho más que un reclamo sectorial. Legó una radiografía sin distorsión de la metodología kirchnerista incapaz de variar por su naturaleza intrínseca. Si las voces que se sumaron al grito rural acallan creyendo que, alterando nombres en un gabinete que no gestionó jamás, las soluciones ya están; antes de lo pensado volveremos a encontrarnos señalados, etiquetados y vueltos a convertir en enemigos desprevenidos en medio de una guerra que sólo en apariencia había cesado. Sino, ¿por qué, en Balcarce 50, sigue acumulándose arsenal? Se disparan entre ellos con agravios, y afanosamente se busca la figura capaz de devolver alguna suerte de unidad que sólo la mentada “caja” oficial, cuando estuvo abultada, pudo conquistar.
Demasiadas Argentinas en una misma geografía
04/08/2008
Política Nacional / Gabriela Pousa
Demasiadas Argentinas en una misma geografía

El país, completamente fragmentado y dividido, se debate entre diferentes realidades, necesidades, prioridades y destinos.

Parece mentira cómo se va transformando la Argentina. Poco queda de aquel país que conocí a través del diálogo con mi abuelo, argentino por opción. No reconozco ni el paisaje urbano ni siquiera al porteño o al provinciano tal como él los describía. Pareciera que los códigos y valores que acunaron a tantas generaciones se fueron desdibujando. Quizás eso puede que sea un mal universal. No somos, los argentinos, como a veces se cree, ni los mejores ni tampoco los peores. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, la división de la sociedad forjó o puso en evidencia un sinfín de diferencias que hacen visible la partición misma de la nación.

Hay un país lidiando por sobrevivir, afrontando luchas que jamás hubiese creído tener que encarar porque no fue formado para la batalla, sino para la civilidad.

Hay otra Argentina que simplemente espera, con mayor o menor ansiedad, el regreso a la cordura. Resulta extraño decirlo, pero aquello que se aguarda es: “normalidad”.

También está la República soñando con volver a ser, con recomponer la institucionalidad que lejos está de reducirse a una rueda de prensa donde se responde a los interrogantes con oratoria adornada, eufemismos, burlas y palabras vacías, sin contenido.

Y está esa otra nación que excede todo esto, que vive en una realidad propia, limitada a los metros cuadrados donde ha quedado confinada. Una Argentina transformada en herramienta clientelista para los objetivos de la dirigencia, sin ideal.

Ese país, que es un medio y no un fin en sí mismo, no estaba el sábado en La Rural ni en Olivos. Mientras Cristina Fernández de Kirchner sonreía tensa a las cámaras, tal vez más preocupada porque no se le corriera el rímel ni se advirtieran las cirugías, esa fracción de la Argentina sepultaba dos criaturas. Dos víctimas de la desidia, de quienes están más atareados en demostrar quién manda que en el mismísimo ejercicio de mando.

Para el Ejecutivo, el hallazgo macabro de restos humanos no vale nada, a no ser que pueda utilizarse como epopeya de una política de “derechos humanos”, en exceso desvirtuados. Política de anticuario: los huesos de desaparecidos en los años setenta cotizan más que aquellos hallados en estos días. Los dos chiquitos masacrados y sus padres enterrados horas antes pertenecen a la Argentina anémica, al país de la acefalía. Un área donde la marginalidad es soberana y la sangre corre con la impunidad que da el saber que, a las demás Argentinas, esto no les importa nada.

Claro, si se tuviera que hacer un minuto de silencio cada vez que se halla un cuerpo víctima de la inseguridad –o, para dejar de lado los eufemismos, víctima del desgobierno y de una justicia incomprensible e irracional–, sería este un escenario sumido en un mutismo total. En menos de 48 ó 72 horas, la familia asesinada por un criminal condenado a cadena perpetua que vivía en su casa, con una “pulsera” que podía quitarse sin demasiada dificultad, pasará al olvido. No habrá siquiera crónica periodística que conmemore la atrocidad hasta que no suceda un caso similar y, entonces, se realicen las cronologías de antecedentes en la materia. Cuando eso pase, las Argentinas paralelas volverán a horrorizarse y comentar en sobremesas una vez más. En ciertas latitudes, puede que sea una luz de alerta: si el tema no desaparece de las portadas con urgencia, corre peligro el despacho y la chapa de ministro o funcionario a cargo. ¿A cargo…?

Entretanto, hay Argentinas sectoriales que bregan, con lícito derecho, por sus intereses pues han puesto en ello esfuerzo y tiempo: el único recurso no renovable. Como es apreciable, no sólo difiere esta Argentina siamesa en el paisaje, sino también en sus posibilidades. Lejos de la distribución del ingreso, que apenas es un eslogan para recuperar la dilapidada caja oficial, el país se va deshaciendo. Divididos de este modo, es complejo aventurar un escenario donde, por ejemplo, un voto a conciencia en el Parlamento no sea una gesta magna, sino una conducta habitual; donde una conferencia de prensa sea parte de la rutina de quienes deben dar cuenta a la ciudadanía de su hacer y también de la metodología, no porque se busque desestabilizar, sino porque se los ha elegido, precisamente, para ejecutar políticas y no para encapricharse y crear antinomias y hostilidad.

La Argentina de Cristina, que es Kirchner

En este contexto, donde se ratifica, día tras día, que se hará lo opuesto a lo que demanda, en general, la sociedad, no es factible prever un escenario de verdadero diálogo. Seguirán los monólogos y las órdenes se ejecutarán hasta que el hartazgo y las demás Argentinas comiencen a mostrar que aún hay espacio para quienes quieren desertar. En definitiva, mientras la guerra inútil y absurda siga siendo el eje central, el campo de batalla en que se ha transformado la Argentina oficial irá perdiendo hombres, recursos y medios para sustentar el poder debilitado ya por la pérdida de energías que implica vivir en la confrontación y en la orgánica mentira. Sin adversario que acepte el rol de enemigo situándose en otro bando, no habrá manera de continuar. “Dos no pelean cuando uno no quiere”, reza el refrán.

Lo que sigue también es obviedad: el repliegue, la retirada, una suerte de final. Antes o después, cuando se tenga en claro de qué manera hacerlo para no mostrarse vencidos o para posicionarse como víctimas de algún invento conspirativo aunque no queden villanos o agoreros del mal que permitan ser utilizados como tal, se pulverizará ese epicentro que, en poco más de un lustro, logró diezmar la Argentina hasta convertirla en archipiélagos, en islas…

Mientras un discurso para inaugurar una muestra del sector agropecuario no pueda ser una alocución que ponga de manifiesto resultados y proyectos y deje asomar la dignidad de hacer Patria a través del trabajo rural, en vez de ser una coraza o un pedido para poder crecer y progresar; mientras las ideas y convicciones no se organicen y aúnen por sus semejanzas y objetivos, sino que se disipen y vendan según la conveniencia y oportunidad espacio-temporal, es muy difícil aventurar cambios de envergadura en estas latitudes.

Podrá convocarse a los medios, cambiarse un funcionario y hasta definirse teóricamente si quedarse con el Partido Justicialista o concertar que todo va a seguir medianamente igual. Ante este panorama, cualquier análisis político puede simplificarse haciendo un “ta-te-ti” de nombres que desertarán, infiriendo que el campo ganó con su muestra frente a la manipulada conferencia de prensa con reglamento y manual, suponiendo que el leitmotiv de la revuelta social cordobesa es fruto de un régimen obsoleto de coparticipación federal o probando que la previa se gestó en Balcarce 50.

En rigor, pueden analizarse puntos y comas de cada oratoria escuchada este fin de semana y concluir quién mintió y quién dijo la verdad, o a quién se aplaudió más. Pero nada de eso aporta a este rompecabezas deshecho en que se convirtió la Argentina. Hay que lograr que las fichas vuelvan a encastrarse de manera tal que quede armónico el paisaje. Y “podemos hacerlo ahora o esperar al 2011”. La paradoja es que la elección no es de nosotros ni de los demás. La decisión está del lado de la Argentina de Cristina que es Kirchner, o de Kirchner que es Cristina
profundización de un gesto que renovó el aire viciado.

Ni los políticos ni el Gobierno, sólo la sociedad puede lograr la profundización de un gesto que renovó el aire viciado.

Apenas una semana atrás, una suerte de hartazgo sofocaba a los argentinos, parecía que ni un milagro fuese posible en un país diezmado. Algunas voces acunaban vagas esperanzas pero no estaba claro si se trataba de deseos o pálpitos. Luego sobrevino la algarabía. Un número impreciso de ciudadanos relegaron, aunque sea por un rato, sus apetencias personales en pro de un objetivo común: un cambio. Las estadísticas perdieron ya el prestigio de antaño, de manera tal que no es fácil establecer cuantos argentinos rodearon el Monumento de los Españoles consustanciados con el campo, y cuántos estaban allí bregando simplemente para que se los considere humanos, cansados de vivir en el hastío, como rebaño.

En lo cotidiano, uno está dispuesto a aceptar versiones inexactas de ciertos acontecimientos. Un ejemplo banal: se puede hacer caso omiso al empleado que se excusa aduciendo que lo ha demorado el tránsito cuando, en verdad, Morfeo esa mañana no quiso que lo abandone temprano. Pero de ahí a que todos los días, sin excepción, uno soporte leer y escuchar índices fantásticos, y le griten que hay menos pobres, que los precios están bajando, y que aunque creamos vivir en Argentina, en la realidad (oficial) vivimos en Suiza, hay una diferencia más que intrínseca.

Ya intentaron hacernos creer que la inseguridad era una sensación y la inflación “una construcción mediática”. Nos vendieron discursos que, contrastados con lo cotidiano se vaciaron de coherencia. Ante los problemas no se buscaron soluciones, se los ha dilatado con contraataques y denuncias de complot y conspiraciones. De allí que, terminado el proceso parlamentario, y tras un inexplicable silencio de radio, la Presidente convocara a los legisladores del FpV que apoyaron, por convicción o por obediencia debida, su iniciativa pero no para evaluar errores sino para realinearlos. ¿Reflexionaron? No. Atacaron ferozmente a quienes votaron diferente, y salieron a decir que el tema está terminado, aclarando que de ninguna manera han sido derrotados. Nadie pretendía, sin embargo, ponerse el mote de triunfadores, razón por la cuál, la aclaración suena a fracaso autoproclamado, y saca a relucir la debilidad extrema de la jefe de Estado. No en vano las calles de Buenos Aires se empapelaron con carteles que rezan: “Ahora más que nunca, Fuerza Cristina” ¿Por qué “ahora más que nunca” si, desde el oficialismo, niegan un traspié y hablan de traiciones, en vez de ejercicio democrático?

Asimismo, que se festeje que, la Cámara Alta, obró sorteando amenazas y aprietes del Ejecutivo ratifica que la independencia de poderes es un mito. Más que celebrar habría que analizar cómo nos anestesiaron tantos años. Argentina nunca fue un paraíso. Hubo y hay blancos, grises y negros en todos los paisajes recorridos. Los argentinos podemos asumir el error de un gobierno, hay cierta costumbre y entrenamiento en ello. ¿Qué necesidad tienen de vender fortaleza cuando no la hay, en vez de convocar al grueso de las fuerzas políticas para aunar criterios en pro de una mejor gobernabilidad? La metodología del kirchnerismo es intrincada en demasía. Ha habido tantas trampas, y se han guardado tantos ases en la manga que enseñaron a desconfiar de todo cuanto dicen, y también de todo cuánto callan… ¿Por qué hay que creer que ahora lanzarán una gestión renovada? ¿De qué puede servir un cambio de gabinete, si es que lo hubiera, cuando las decisiones sólo pasan por una mente maniquea? Los ministros ni siquiera fueron funcionales a la Presidente, ¿o acaso hicieron algo que no fuera ejecutar órdenes del jefe de siempre? Hay que diferenciar cirugía de cosmética.

Es lícito disfrutar que la corrupción haya fallado pero, sobre un solo caso, no se puede erigir todo lo que implica un verdadero cambio, y menos aún cuando los actores no se han renovado, y es el mismo director quien sigue dirigiendo el teatro. La única transformación palpable está del otro lado: en los ciudadanos que decidieron no aceptar que le sigan vendiendo siempre idéntico espectáculo. Más que centrar la vista en la puesta en escena que se hará de ahora en más en Balcarce 50, conviene observar que la actitud cívica de las últimas semanas, no sea furtiva ni se haya apagado. El cambio social será más fructífero que el cambio político si consideramos quienes habitan la residencia de Olivos.

La necesidad de liderazgos sanos, de marcos de referencia, nos ha llevado muchas veces, a endiosar protagonistas efímeros. Después, ni el recuerdo los abriga porque “la memoria es porosa para el olvido” como decía Borges, o porque no eran dioses sino humanos y se confundieron, erraron como sucediera con Juan Carlos Blumberg. Ejemplos como estos deberían servir para que no sufra igual suerte, el vicepresidente Julio César Cobos. Su voto despertó fervor y merecidos aplausos. Más allá de la motivación, fue quién dio a los argentinos un soplo de aire fresco cuando comenzaba a faltar oxígeno y, en penumbras, casi no nos reconocíamos. Pero dejemos a la historia que lo defina con el adjetivo más preciso.

No es justo depositar en él, las esperanzas de todos, ni mucho menos situarlo en un pedestal donde estuvieron otros a quienes se ha derribado antes de que cante el gallo. ¿Para qué aventurarnos si hemos sufrido ya tantos desencantos? Dejemos que el tiempo decante y apostemos, más que a héroes repentinos, a las energías propulsoras de aquellos que, venciendo miedos y egoísmos, se movilizaron sin flaquear por un país distinto.

Ahora bien, es insólito que más de cien días de crisis pretendan resolverse con un oscuro decreto (ver, si no, la opinión de Gregorio Badeni al respecto). El “dar vuelta la hoja” que proclama el oficialismo huele más a estrategia para ocultar culpa e ineficiencia, que a toma de conciencia. Esperar que los Kirchner cambien frente a lo que ellos consideran apenas un percance generado por deslealtades, y no un error basado en la ceguera, el capricho y la soberbia, es tan ingenuo como peligroso. No puedo compartir el optimismo desmedido de muchos. Si nos quedamos en la algarabía del primer paso, nos olvidamos que hay que seguir caminando.

Cinco años alcanzan para tener una certera idea de quiénes, cómo y de qué forma están gobernando. Si algo hay que reconocer al matrimonio presidencial es la coherencia en sus modos y maneras. El “estilo K” ha grabado a fuego todos y cada uno de sus actos. Tanto la confrontación, la provocación, la conversión de adversarios en enemigos, como la concentración de poder, la soberbia y el revanchismo han estado presentes desde el 25 de mayo de 2003. No entremos a analizar la gestión de Kirchner como gobernador en el sur porque sería un golpe duro a la esperanza que recientemente conquistamos, aun cuando nada extraordinario haya pasado. Porque si analizamos fríamente, sólo pasó lo que pasa en una real democracia: funcionó el Senado. Qué la normalidad genere asombro no es buen dato... Pero claro, habrá que ver si hemos estado viviendo en un país realmente democrático o se nos ha estado engañado.

Rumores de futuros anuncios y reciclados hay demasiados. Conviene esperar a aventurarnos. Imaginarse a Néstor Kirchner alejado de la toma de decisiones es complicado; al respecto, la fábula de la rana y el escorpión algo ha enseñado.

Parafraseando a André Gide podríamos pedir que el cambio avizorado esté en la pupila más que en el objeto contemplado, porque sólo la sociedad puede lograr la profundización de un gesto que renovó el aire viciado. Esperar que el olmo dé peras es desdeñar este instante en que la gota cae en el río de Heráclito.