jueves, 6 de agosto de 2009

La crisis de escuelas y hospitales emerge debido a la pandemia
Si hay miseria, que no se note
La pandemia de gripe A ha provocado entre sus víctimas una muy especial, la ingeniería del ocultamiento construida durante años por la dirigencia argentina y el sistema mismo. Todos sabemos que la salud y la educación constituyen una deuda interna en nuestra nación cuya resolución es permanentemente postergada. Pero la epidemia hizo emerger con violencia el rostro monstruoso de la miseria con la que convivimos todos los días y que parece naturalizada por nosotros como algo imposible de remediar. Acaba de aparecer con toda su fuerza una realidad más que obvia: el sistema de salud, con hospitales deteriorados y manejado por las corporaciones de la enfermedad, las prestatarias y los laboratorios, no puede hacer frente a una emergencia. Sólo el valor humano de los médicos y enfermeros estatales está logrando sacar adelante la situación a fuerza de voluntad.
A su vez, las escuelas cargan sobre sí todas las deficiencias que los trabajadores de la educación denunciamos habitualmente. Sin embargo, parte de la sociedad ignora que las cooperadoras se encargan de sostener su funcionamiento, incluso respecto a los materiales de limpieza que generalmente resultan escasos.
Toda la dirigencia, no sólo la política, y también los medios de comunicación se encargaron de mantener oculto el avance del problema sanitario hasta que finalizaran las elecciones. Una semana después las conducciones de los sindicatos docentes pedían la suspensión inmediata de las clases. Hasta fines de junio no se había pronunciado una palabra al respecto.
En medio de este panorama las escuelas no pueden garantizar mínimamente la sanidad cuando ni siquiera tienen lavandina suficiente y los hospitales no pueden atender una emergencia cuando ni siquiera pueden sostener la situación fuera de la emergencia. Sin embargo la irresponsabilidad de la dirigencia política es de tal magnitud que, frente a una epidemia excepcional que podría tener un rebrote hacia fines de agosto, se plantea cómo recuperar las “dos semanas perdidas” como si se tratase de un viaje de egresados.
Algo debe quedar absolutamente claro: Argentina es un país rico y desigual que produce alimentos para más de 300 millones de personas y tiene a la mayoría de los sectores populares subalimentados o desnutridos.
La pregunta central es, ¿cómo se distribuye la riqueza en Argentina? Y no hablamos de parches como la dádiva de 150 pesos otorgada por el kirchnerismo, como tampoco del gran logro del salario mínimo de 1500 pesos que tanto satisface a la CGT y a la CTA. ¿Qué familia puede vivir dignamente con ese ingreso? ¿O se trata de que también hemos aceptado como natural que la única forma de cubrir la canasta de 4500 pesos es con la suma de los salarios de varios miembros de la familia?
Así como la riqueza sigue siendo de los capitalistas y la pobreza de los trabajadores, los ingresos de la Nación siguen yendo a la maquinaria política, a los subsidios a privatizadas y a empresas que suspenden obreros y a la educación privada, entre otros destinos. Jamás a escuelas y hospitales.
Es hora de que los trabajadores nos planteemos qué hacer además de votar cada dos años y volvernos a nuestra casa. La copa de la riqueza derrama hace ya tiempo y el pueblo sigue sediento. ¿Hay expectativas en que la clase dirigente resigne parte de sus ganancias? Es hora de plantearse una organización de los trabajadores para la consecución de nuestros propios intereses.
Porque con el virus en experimentación seguramente habrá en meses una vacuna que resuelva esta epidemia en particular y se deberá pulsear con los intereses privados para asegurar la producción estatal y la vacunación gratuita de los sectores populares. Pero los efectos de la concentración de la riqueza por las minorías seguirán mostrando su reverso de miseria en hospitales y escuelas. Y entonces continuará la desnutrición y las pésimas condiciones de vida que constituyen la base de la tuberculosis, el dengue, el mal de Chagas y la limitación intelectual que la subalimentación produce en muchos de nuestros alumnos. ¿Hasta cuándo?
La vuelta a clases nos encuentra desorganizados. Sólo las asambleas de escuela, que debatan el estado de situación sanitaria en los establecimientos y exijan a los Consejos Escolares todos aquellos elementos indispensables para no propagar la enfermedad, pueden enfrentar la situación que la dirigencia elude.

T.E.S.C.O
Trabajadores de la Educación por un Sindicalismo Combativo (La Púrpura)
eltesco@yahoo.com.ar agosto de 2009