viernes, 27 de agosto de 2010

El Dueño de Luis Majul Primera Parte bis o
2 METAMORFOSIS



Néstor Kirchner fumaba Jockey Club, tomaba whisky Criadores, apos¬taba en la ruleta al número 29 y comía cualquier cosa, hasta que se asus¬tó y su vida se transformó para siempre.
La metamorfosis incluyó cambios en sus maneras de acumular y de ejercer el poder.
El gran susto de Néstor ocurrió durante 1996, cuando comenzaba el primer año de su segundo gobierno en Santa Cruz.
Kirchner fue operado, con urgencia, de hemorroides. Y a las pocas horas pretendió ir a trabajar como si nada hubiese sucedido.
Las hemorroides son una afección consistente en la dilatación de las venas que se encuentran en la ampolla del recto y que llegan hasta el ano. Cuando las venas hemorroidales se dilatan, se pierde la capacidad de hacer retornar sangre por ellas. Las hemorroides pueden ser internas o externas según se produzcan dentro o fuera del ano. Los factores que pro¬pician su aparición son varios. Los más habituales: actividades que obli¬gan a pasar varias horas de pie o sentado, y consumo de comidas pican¬tes y bebidas alcohólicas.
A Kirchner no solo lo asustó la dolorosa intervención quirúrgica. El entonces gobernador ya sabía que padecía de una enfermedad llamada colon irritable. Y su temor era más justificado aún porque su padre había muerto a los 64 años como consecuencia de un cáncer de colon.
Al colon irritable también se lo llama intestino irritable y afecta al dieciséis por ciento de la población mundial adulta. Sus síntomas son fuertes dolores, gases e hinchazón del abdomen. También, diarrea y constipación intermitentes. Afecta a las llamadas personalidades de tipo A: individuos hiperactivos, competitivos, exitosos, exigentes y ansiosos. Muchos expertos vinculan el colon irritable con los estados de ánimo. Sostienen que el aparato digestivo se conecta con el plano emocional profundo, por lo que, cuando la garganta o el estómago se cierran, terminan afectando a todo el sistema. El jefe de Gastroenterología del Hos¬pital Durand, Eduardo Segal, afirmó:
-El aparato digestivo es el primer receptor de todas las emociones.

Los brotes de esta afección se producen por el consumo excesivo de comidas y bebidas o evidentes situaciones de estrés.
Kirchner venía de discutir muy fuerte con Eduardo "Chiquito" Arnold cuando tuvo que ser operado de urgencia.
El vicegobernador le había exigido el cumplimiento perentorio de un acuerdo previo. Pretendía que contrataran a un grupo de los adherentes a su corriente interna, Movimiento de Renovación Peronista, como aseso¬res, en alguna parte del congreso provincial. Se habían levantado la voz, mal.
Al día siguiente de la discusión, Néstor hizo entrar al vice al comedor de la residencia del gobernador. Antes de que se sentara, le informó:
-Lo tuyo ya está arreglado.
Estaba pálido y ojeroso. Apenas se lo escuchaba. Arnold se inquietó:
-¿Qué te pasa?
-Me acaban de operar de hemorroides.
-¿Cuándo?
-Hace un par de horas.
-¿Y qué hacés acá? ¡Vos no podés estar laburando!
-No sé, muy bien no me siento... ¿Podés llamar a Luis?
Luis Buonomo es su médico personal. Cirujano, director del hospital regional de Río Gallegos entre 1992 y 1994, campechano y discreto, muchos consideran que no tiene el suficiente entrenamiento como para cuidar la salud de un Presidente. Tampoco la autoridad necesaria para tomar una decisión y lograr ser obedecido. Militó en política, pero nunca fue candidato. Junto con Alicia Kirchner, fue uno de los pilares de Nés¬tor para desarrollar el sistema de salud de la provincia. En 2004 sintetiza¬ba la relación con Kirchner como paciente con estas palabras: "El Presi¬dente no es un sumiso; siempre quiere estar al tanto de todo. Si está convencido, cumple rigurosamente". De hecho, cuando Arnold lo llamó, se alarmó más que cualquiera al saber que Kirchner no estaba cumplien¬do reposo absoluto en la cama de su casa.
Antes de ir a descansar, Lupo le pidió a Chiquito que no le comenta¬ra a su mujer que se había operado. Una semana después, Arnold se encontró con Cristina, Carlos Zannini y Daniel "Mono" Varizat, el minis¬tro de Gobierno que durante la huelga docente atropelló y lastimó a varias personas y en pocos meses salió en libertad. Ella lo increpó:
-¿Por qué no me avisaste lo de la operación?
-Porque el gobernador me pidió que no te diga nada.
-¡Pero el gobernador es mi marido, y yo soy su esposa!
Hubo unos segundos de silencio antes de que Chiquito retrucara:
-Vos serás la esposa, pero el culo es de él.
Este diálogo ha sido rememorado una y otra vez por todos los que estaban allí presentes, menos Cristina. Zannini y Varizat se taparon la boca para no estallar en una estruendosa carcajada.
Más allá de la anécdota, a partir de entonces Kirchner cambió abruptamente su manera de comer y ciertos aspectos de su estilo de vida. Desde que lo intervinieron quirúrgicamente se alimenta sobre la base de pollo hervido, pescado y puré de calabaza. Toma poco café negro; prefiere mu¬cha leche y apenas unas gotas de café, sin azúcar ni edulcorante. Además, camina o corre en una cinta por lo menos una hora por día.
Sus amigos de la época prehemorroidal juran que antes era otro tipo, que amaba las largas sobremesas, el whisky y el casino. Ellos aceptaron recordar varias situaciones que lo prueban.
Uno de sus acompañantes habituales comentó que algunos viernes se iba en auto de Río Gallegos a Caleta Olivia solo para jugar a la ruleta.
El vehículo lo manejaba casi siempre Ricardo Jaime, y nunca faltaba su asistente personal, Valerio Martínez. Pernoctaban en el Hotel Robert, un establecimiento de tres estrellas con cochera, confitería y salas de nego¬cios. La especialidad del restaurante son los mariscos, el pescado casero y el cordero patagónico. Parece que el casino estaba demasiado cerca del Robert, y entonces se daban una vueltita.
En la época en que conducía el auto hacia Caleta Olivia, trabajaba en el área de Educación. Por esos días, don Vittorio Gotti, jefe del "Clan Gotti", familia a la que Lázaro Báez le habría quitado la empresa, se encar¬gó de decir a todo el mundo que Jaime le había pedido diez mil dólares para irse de vacaciones. Situaciones como esta fueron las que después habría esgrimido Néstor para mandar a Jaime otra vez a Córdoba, su pro¬vincia natal.
-Jaime está tocando barrotes. Se hizo conocido por pedirle coima a una empresa y Kirchner lo echó -afirmó Arnold.
Como es sabido, en 2003 le levantó el castigo y lo hizo secretario de Transporte, cartera que le permitió cambiar su manera de vestir y de viajar.
Valerio Martínez era el asistente personal de Néstor. Fuentes muy segu¬ras dicen que fue apartado de sus funciones porque habría intentado cobrar las audiencias que algunos empresarios le solicitaban al gobernador.
-Es cierto que Néstor apostaba. Siempre le jugaba al 29. Y parece que siempre ganaba. O por lo menos eso era lo que nos decía a nosotros -asegu¬ró, con una sonrisa irónica, un alto funcionario provincial de aquella época.
-Es verdad, Néstor siempre le jugaba al 29, pero no ganaba nunca. Además, cuando se enloquecía, desparramaba las fichas por toda la mesa sin ninguna lógica. Sin la mínima martingala -aseguró un empleado que trabajó con él durante más de diez años.
El empleado lo recuerda bien porque siempre le pedía plata. Y no solo a él, sino a todos los presentes en el casino en que se encontrara.
-Teníamos que hacer una vaquita de veinte o cincuenta pesos por cabeza. Después nos echaba y nos decía que quería estar tranquilo para jugar solo. Al rato, se acercaba e informaba: "Muchachos, no tuvimos suerte. Ahora me voy a jugar la mía".
Los más memoriosos sostienen que durante la convención que apro¬bó la necesidad de Reforma de la Constitución, en 1994, Néstor se trasla¬daba desde Santa Fe hasta Paraná para jugar a la ruleta en el Casino del Hotel Mayorazgo. Y un empleado indiscreto aportó datos valiosos que demuestran que el ex gobernador utilizó el avión oficial de la provincia para viajar a Mar del Plata durante la Semana Santa de 1998. La fuente precisó que, al aterrizar en el aeropuerto de Camet, se le pinchó una go¬ma, y que ese fin de semana vieron a Kirchner probando suerte en el casi¬no de la ciudad.
En los casinos, los restaurantes y algunos cafés de la Patagonia, y también de la ciudad de Buenos Aires, cada tanto se lo podía ver a Kirchner con un Jockey Club rubio en una mano y un vaso en la otra. En 1991, durante los festejos de la victoria electoral que lo hizo gober¬nador por primera vez, Kirchner y media docena de dirigentes termina¬ron en no muy buenas condiciones.
Sucedió dentro de la austera casa que Kirchner poseía en el barrio APAP (Asociación del Personal de la Administración Pública), exacta¬mente en la calle Monte Aymond 96. Esa madrugada daban rienda suelta a su alegría el anfitrión, su mejor amigo, Oscar "Cacho" Váz¬quez, y Carlos Pérez Rasetti, entre otros.
La fiesta terminó a las cinco de la mañana.
Se tomaron dos botellas y media de whisky argentino solo entre cinco personas. Entre los bebedores estaba Néstor Kirchner.
Criadores supo acompañar a Néstor en los peores momentos.
Se tomó un par de medidas con un poco de hielo en un snack bar enfrente del edificio de SOMISA, donde el entonces interventor de empresas públicas, Luis Prol, estaba por firmarle un adelanto de quin¬ce millones de dólares en concepto de regalías. Los necesitaba urgen¬te para pagar los sueldos y los aguinaldos adeudados, y casi no los obtiene por culpa de su comprovinciano el diputado nacional Rafael Flores.
Fue a mediados de 1992. El "Colorado" Prol había sido defendido por Flores en la época de la militancia. El diputado, que había ido a acom¬pañar a Kirchner, no tuvo mejor idea, en medio de la negociación, que enrostrarle a Prol su pertenencia al gobierno de Carlos Menem.
Néstor, al terminar la reunión, casi lo trompea.
Quizás el whisky que se tomó enfrente del lugar de reunión, mientras esperaba la respuesta de Prol, haya servido para evitar la agresión.
Durante su primer mandato como gobernador, Kirchner se estresó mucho, pero logró echar los cimientos para la construcción de un poder hegemónico.
La eliminación de las minorías en el Partido Justicialista, la destruc¬ción de los organismos de control del Estado y la intromisión en el Tri¬bunal Superior de Justicia fueron algunas de sus decisiones más impor¬tantes.
Pero durante su segundo mandato, después de la operación y los cam¬bios de hábitos, culminó su obra maestra. Cuando la terminó, en 1999, ya casi nadie podía soñar con manejar ni el más humilde negocio en Santa Cruz sin la bendición del gobernador, que todo lo controlaba.
Kirchner no se privó de nada.
Impulsó una reforma política que terminó con la oposición.
Sedujo a los adversarios de su propio partido. Y conquistó a inten¬dentes de la oposición a cambio de partidas de dinero oficial para sus municipios.
Asfixió a cientos de proveedores del Estado hasta ponerlos de rodillas.
Usó la obra pública para meterse dentro de la lógica de las empre¬sas constructoras y beneficiar a unas pocas. El caso más conocido es el de Austral Construcciones, de su socio Lázaro Báez (véase Séptima Parte: Lázaro).
Dispuso la privatización del Banco de Santa Cruz y se la adjudicó al mismo grupo que en 2008 compró una buena parte de YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales), la empresa más grande y poderosa de la República Argentina (véase Cuarta Parte: Los Eskenazi).
La venta de la mitad más uno del banco de la provincia fue prece¬dida de un verdadero escándalo. La oposición siempre la consideró como una magistral jugada a dos puntas de Kirchner. Por un lado se sacó de encima la mochila de cerca de 170 millones de dólares que tenía la entidad, producto de los créditos incobrables (préstamos de dinero que se realizaron sin control alguno y con discrecionalidad, a partir del inicio del gobierno K). Y, por otro, le sirvió para mostrarse como un administrador eficiente, ya que a partir de la privatización el banco empezó a funcionar bien.
Al igual que con los famosos fondos de Santa Cruz, Kirchner jamás rindió cuentas sobre el manejo del dinero del banco oficial.
En setiembre de 1995, cuando su gobierno presentó el proyecto de venta por primera vez, fuentes oficiosas estimaban que la deuda irrecupe¬rable era de aproximadamente 145 millones de dólares.
Un mes después la Legislatura de Santa Cruz aprobó la privatiza¬ción por mayoría simple. La oposición votó en contra por partida doble: no estaba de acuerdo con privatizar el banco, y sostenía que, para hacer¬lo, se necesitaba de una mayoría calificada. De cualquier manera, no le alcanzó.
En diciembre del mismo año, tres diputados provinciales del Frepaso, Javier Bielle, Argentino Álvarez y Pérez Rasetti, entraron a la sucursal del banco en Río Gallegos y se quedaron una semana entera. Pretendían saber cuál era el verdadero monto de la deuda y la identidad de los principales deudores.
Kirchner les mandó a decir que iba a mandarles pan dulce y sidra para las fiestas, que estaban por llegar.
Entre la aprobación de la ley y la entrega efectiva del banco a la fami¬lia Eskenazi se produjo un verdadero desbarajuste. Esto fue lo que pasó:

* Se rompió la cadena de pagos y la mayoría de los proveedores cobraba con tres meses de demora.
* Fueron imputados y procesados el presidente del banco, Eduar¬do Labolida, y el hombre de Kirchner en el banco, Lázaro Báez. Los cargos: contratar a un estudio de abogados privados para que se hiciera cargo de la cartera de incobrables. (En El amo del feudo, el libro escrito por el periodista Daniel Gatti, se cuenta cómo Báez, con la ayuda de su amigo, el gobernador, logró recu¬sar al juez y resultó sobreseído).
* Se iniciaron decenas de demandas por los irregulares otorgamientos de créditos. Uno de los más grandes fue concedido a la firma Gobbi, representante de Mercedes Benz en Río Gallegos. El banco se había tomado la atribución de prestarle diez millones de dólares ¡sin garantía!
* Otro polémico beneficiario fue Daniel Mauricio Mariani. No solo andaba por la calle con la frente bien alta, a pesar de ser un deudor incobrable del Banco de Santa Cruz: años más tarde logró ocupar un lugar en el Tribunal Superior de la provincia, el equivalente a la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Lo hizo el 18 de junio de 2003, para reemplazar nada menos que a Carlos Zannini. Los enemigos de Mariani sostienen que además contaba malos chistes. Tenía un negocio de neumáticos llamado Todo Goma y afirmaba que abriría una sucursal en Chile con el nombre de Harto Caucho.

El 16 de julio de 1998 se hizo efectiva la privatización del banco.
Pero, horas antes del traspaso de acciones, sucedió lo que después se llamó "La Otra Noche de los Lápices".
-Esa noche, si debías doscientos, pagabas sesenta y no tenías más deuda. Simplemente desaparecía -se le escuchó decir, en una reunión de su línea interna, al vicegobernador Arnold.
A Chiquito le consta que algunos habrían hecho muy buenos negocios.
Al otro día le pidió una reunión urgente al gobernador y le contó lo sucedido.
Kirchner le respondió casi lo mismo que le había dicho aquel sábado de setiembre de 1995, cuando Arnold le planteó que alguien le había pedi¬do una coima a su amigo Tony Torresín para destrabarle un crédito de tres millones de dólares destinados a construir el Dique Seco.
-Si lo que me contás es así, andá a la Justicia y chau -cortó por lo sano Lupo.
En ese momento el presidente del Tribunal Superior de Justicia era Jorge Ballardini. Proveniente del Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), había sido captado por Kirchner en 1991. Fue asesor general de la gobernación, fiscal de Estado y apoderado del Partido Justicialista. Ballar¬dini fue uno de los hombres que decidió echar al combativo procurador Eduardo Sosa. Y, como si eso fuera poco, más tarde ayudó, mediante una caprichosa interpretación, a que Kirchner pudiera ser reelecto gobernador de por vida. Fue cuando le permitió convocar a la Asamblea Constituyen¬te por medio de una consulta popular.
El actual juez de la Corte Suprema de Justicia Eugenio Zaffaroni com¬paró ese llamado con una actitud tramposa propia del nazismo.
Arnold lo sospechaba: ahora tampoco Kirchner impulsaría una seria investigación.
Dos de sus ex aliados y amigos sostienen que, en ese momento, Nés¬tor se sentía más que impune.
-Tenía la sensación de que era inmortal.
En 2004, cuando ya había asumido como Presidente, Kirchner sintió que, de verdad, se moría.
Fue en la cama del hospital público José Formenti de El Calafate. El diagnóstico: gastroduodenitis erosiva aguda con hemorragia. La causa: un fortísimo analgésico y antiinflamatorio llamado ketorolac. Se lo había suministrado el número dos del PAMI, José Bochi Granero, a pedido del propio paciente, quien se quejaba por el dolor de un tratamiento de con¬ducto que le estaba haciendo su dentista, Luis León. Granero es odontó¬logo, pero no era el de Kirchner.
Este tomó el medicamento, sin consultar con su médico personal, el jueves 8 de abril. Empezó a sentirse mal casi de inmediato. De todos modos se subió al avión presidencial y se fue a Río Gallegos. Habló con Buonomo, quien le suplicó que no viajara a El Calafate. Néstor lo ignoró. Por la noche empezó a vomitar y a defecar sangre. Primero en su propia casa. Después en el hospital, adonde fue llevado de urgencia.
El viernes a la mañana nadie sabía dónde estaba parado. Los prime¬ros análisis indicaban que tenía profundas heridas en el aparato digesti¬vo. La primera dama había ordenado que nadie viajara a la provincia de Santa Cruz. Casi nadie en el gobierno sabía cuál era el estado de situa¬ción. Solo Buonomo; Cristina; su secretario, Rafael; y los secretarios de Néstor, Daniel Muñoz y Daniel Álvarez.
No solo Cristina pensó lo peor.
También lo supuso, por un momento, una de las asistentes médicas que lo acompañó durante los seis días que permaneció internado. Lo quie¬re y se confiesa una kirchnerista de la primera hora. Prefirió mantener su nombre en reserva porque no desea que la gente después empiece a pre¬guntarle. Es muy creyente y pertenece a la iglesia evangélica.
Ella reveló que Kirchner estuvo peor de lo que se informó, y que tuvo que ser sometido a una transfusión de sangre. Agregó que ella misma transportó seis sachets de sangre proveniente de donantes del hospital de Río Gallegos, una cantidad equivalente a la mitad de los glóbulos rojos de todo su cuerpo.
También contó que antes de la transfusión, el Presidente se mostró aterrado y le pidió que rezaran juntos.
Ella le explicó que los protestantes no rezan. De cualquier manera, le tomó la mano y oró:
-Señor, te pido que bendigas al hermano Néstor. Él ahora necesita de tu ayuda.
La asistente recordó que el paciente tenía la mano muy fría y esta¬ba muy pálido, casi cadavérico, debido a la cantidad de sangre que había perdido. Además, precisó que Cristina parecía más controlada y que no dejó entrar a su suegra, Juana, para que no se pegara el susto de su vida.
Más allá del ocultamiento de la información, más allá de la irresponsabilidad de un jefe de Estado que se automedica sin la expresa autorización de su médico personal, hacía una semana que Kirchner venía soportando el estrés de su primera derrota política: la multitudinaria marcha de Juan Car¬los Blumberg en demanda de mejores leyes y más seguridad.
Blumberg es el padre de Alex, el chico que el 23 de marzo de 2004 murió asesinado de un balazo en la sien, después de haber sido secues¬trado "al voleo". Tenía apenas 23 años, y de inmediato todo el país se conmovió con la lucha de su padre, ese hombre de pelo muy blanco.
El Presidente ya lo había recibido, pero la verdad es que no acertaba a identificar cómo podía zafar de semejante embrollo político.
Era la primera vez, en muchísimos años, que Kirchner perdía la ini¬ciativa y no sabía para dónde agarrar.
-En efecto, perdió el invicto -aceptó un ex ministro con relativa influencia sobre él.
La fuente coincide en que, a partir de ese momento, acentuó sus peores características políticas y psicológicas.
Se encerró en sí mismo y comenzó a tomar decisiones sin ni siquiera consultar a hombres como el entonces jefe de Gabinete, Alberto Fernán¬dez, el ministro Julio De Vido y el secretario Carlos Zannini.
Se volvió más desconfiado y empezó a pedirle a la SIDE toneladas de información sobre sus adversarios políticos, pero también sobre sus hom¬bres más leales.
Dejó de recibir a medios y periodistas que no apoyaran abiertamente a su gobierno.
Puso en la vereda de sus enemigos a cualquier político de Santa Cruz que no cumpliera sus órdenes para la provincia al pie de la letra.
Se aferró a los viejos ritos que lo habían hecho cada vez más poderoso en la tierra donde nació. Y supuso que con dosis mayores de la misma lógi¬ca podría administrar el país.
Ese momento constituye un punto de no retorno:
-Lo prefería más gordo, con el vaso de whisky en la mano, el faso entre los dedos y las fichas de casino. Era igual de loco, pero por lo menos nos escuchaba, y tenía un fino olfato político y mucha sintonía con la gente -se lamentó alguien que lo conoció en 1973, y lo acompañó y sufrió durante los últimos veinte años.
Él, igual que Sergio Acevedo, Rafael Bielsa, Luis Juez, Alberto Fernán¬dez, Aníbal Ibarra y Felipe Solá, añora al presidente Kirchner anterior a la Semana Santa de 2004.
El que reconstruyó la autoridad presidencial.
El que ayudó a formar la mejor Corte Suprema de toda la historia del país.
El que prometió destruir al PJ corrupto y clientelista empezando por los más emblemáticos intendentes del conurbano bonaerense.
El que derogó las leyes de Obediencia Debida y de Punto Final y aceleró los juicios contra torturadores, asesinos y usurpadores de bebés.
-Lo encandilaron las luces de Buenos Aires y los viajes por el mundo. Pensó que podía repetir con la Argentina el gran éxito que logró con Santa Cruz. Pero, cuando se quiso acordar, ya no podía volver a Río Gallegos, la ciudad en la que nació.
El análisis, crudo, brutal, corresponde a un "pingüino" de la primera hora. Un cuadro que hasta hace poco decoró la oficina de la calle Olga Cossettini 1553, en Puerto Madero, desde donde se suponía que Néstor activaría la política mientras Cristina gobernaba.
Él, como Néstor, nació en Santa Cruz y fue uno de los primeros en recibir los fuertes cachetazos políticos propinados por los docentes santacruceños, cuya lucha devino bandera nacional.
-A partir de ese momento, Lupo perdió la brújula. Cortó raíces. Le dio la espalda a su gente y a su historia.
Todas las encuestas de imagen lo ratifican. Todas las decisiones que tomó desde el conflicto docente en adelante también. La estrella de Kirch¬ner empezó a apagarse.
Y todo empezó a irse barranca abajo (véase Epílogo).

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